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Columnista - 29 agosto, 2018

¿Constituyente anticorrupción?, me suena

La consulta anticorrupción no alcanzó el umbral exigido en el ordenamiento jurídico nacional para que las respuestas al cuestionario tuvieran la fuerza para ser tramitadas en el Parlamento. La abstención fue alta, no se puede desconocer, y las causas son variadas. No obstante, el no alcanzar el umbral y la existencia de una alta abstención, […]

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La consulta anticorrupción no alcanzó el umbral exigido en el ordenamiento jurídico nacional para que las respuestas al cuestionario tuvieran la fuerza para ser tramitadas en el Parlamento.

La abstención fue alta, no se puede desconocer, y las causas son variadas. No obstante, el no alcanzar el umbral y la existencia de una alta abstención, fortalece la idea de un proceso constituyente anticorrupción al que hay que respaldar.

Esta es la realidad política, la que se transita en un proceso en el que las corrientes asumen, cada vez más, la necesidad de derrotar la corrupción como enemiga de la democracia y sus institucionales. Posiblemente la enemiga número uno y la más difícil de derrotar. La votación no tuvo la fuerza jurídica para hacerla obligatoria, sin embargo, tiene un impulso ético y político que consolida la renovación en la esfera pública que crecerá aún más.

Crecerá porque gran parte de los que se abstuvieron de participar lo hicieron por razones válidas frente a las preguntas que se plantearon y no porque estén conformes o sean amigos de la corrupción. Por el contrario, entre los abstencionistas existen personas notables que han consagrado su vida a luchar en su contra.

Esta realidad de la existencia de una gran corriente en contra de la corrupción muestra un fenómeno político parecido al de la séptima papeleta en las elecciones que precedieron la convocatoria de la Asamblea Nacional Constituyente que redactó la Carta Política de 1991.
Este es un proceso anticorrupción que es necesario transformarlo en acciones que vayan más allá de las 7 preguntas contenidas en el cuestionario puesto a examen de la ciudadanía. En otras palabras, se requiere la más amplia deliberación.

La lucha en contra de la corrupción es de todos y todos estamos de acuerdo. El desacuerdo está en cómo luchamos para crear una esfera política limpia, decente y democrática. No existe más camino que el de la deliberación plural y tolerante, sin graduar de amigos de la corrupción a nadie. Menos, a los que se abstuvieron de participar en la consulta, abstenerse es un derecho humano de libertad como no interferencia y que tiene que respetarse en una sociedad democrática.

Yo voté sí y no puede graduarse a la ciudadanía de la Región Caribe de amiga de la corrupción porque no participó en forma masiva. Nuestra gente tiene claro que el modelo centralista y el presidencialismo es la madre de la corrupción política.

La libertad es la base de la democracia y la deliberación. Es por esta causa que la más amplia libertad de expresión es la fuente que nos servirá para fortalecer este proceso constituyente en contra de la corrupción, no existe otro medio posible.

En su ensayo El ejercicio cívico de la libertad de expresión que aparece en el libro Democracia sin ciudadanos. La construcción de la ciudadanía en las democracias liberales, la filósofa española Victoria Camps, apoyándose en John Stuart Mill, acerca de la libertad de expresión, dice:

“La verdad se descubre a través del debate y la confrontación de ideas. Es posible que en dicha confrontación se pongan en manifiesto ideas erróneas, pero está claro que, si no hay discusión, las opiniones erróneas no llegarán a corregirse”.

Fortalezcamos este proceso constituyente anticorrupción con el más amplio debate político, sin graduar de enemigos a nadie, y sigamos el camino de la séptima papeleta, trabajando por la convocatoria de una Asamblea Nacional Constituyente que redacte una constitución política.

Por Eduardo Verano De La Rosa

Columnista
29 agosto, 2018

¿Constituyente anticorrupción?, me suena

Feel the sand on your feet, not your wardrobe weight.
Eduardo Verano De La Rosa

La consulta anticorrupción no alcanzó el umbral exigido en el ordenamiento jurídico nacional para que las respuestas al cuestionario tuvieran la fuerza para ser tramitadas en el Parlamento. La abstención fue alta, no se puede desconocer, y las causas son variadas. No obstante, el no alcanzar el umbral y la existencia de una alta abstención, […]


La consulta anticorrupción no alcanzó el umbral exigido en el ordenamiento jurídico nacional para que las respuestas al cuestionario tuvieran la fuerza para ser tramitadas en el Parlamento.

La abstención fue alta, no se puede desconocer, y las causas son variadas. No obstante, el no alcanzar el umbral y la existencia de una alta abstención, fortalece la idea de un proceso constituyente anticorrupción al que hay que respaldar.

Esta es la realidad política, la que se transita en un proceso en el que las corrientes asumen, cada vez más, la necesidad de derrotar la corrupción como enemiga de la democracia y sus institucionales. Posiblemente la enemiga número uno y la más difícil de derrotar. La votación no tuvo la fuerza jurídica para hacerla obligatoria, sin embargo, tiene un impulso ético y político que consolida la renovación en la esfera pública que crecerá aún más.

Crecerá porque gran parte de los que se abstuvieron de participar lo hicieron por razones válidas frente a las preguntas que se plantearon y no porque estén conformes o sean amigos de la corrupción. Por el contrario, entre los abstencionistas existen personas notables que han consagrado su vida a luchar en su contra.

Esta realidad de la existencia de una gran corriente en contra de la corrupción muestra un fenómeno político parecido al de la séptima papeleta en las elecciones que precedieron la convocatoria de la Asamblea Nacional Constituyente que redactó la Carta Política de 1991.
Este es un proceso anticorrupción que es necesario transformarlo en acciones que vayan más allá de las 7 preguntas contenidas en el cuestionario puesto a examen de la ciudadanía. En otras palabras, se requiere la más amplia deliberación.

La lucha en contra de la corrupción es de todos y todos estamos de acuerdo. El desacuerdo está en cómo luchamos para crear una esfera política limpia, decente y democrática. No existe más camino que el de la deliberación plural y tolerante, sin graduar de amigos de la corrupción a nadie. Menos, a los que se abstuvieron de participar en la consulta, abstenerse es un derecho humano de libertad como no interferencia y que tiene que respetarse en una sociedad democrática.

Yo voté sí y no puede graduarse a la ciudadanía de la Región Caribe de amiga de la corrupción porque no participó en forma masiva. Nuestra gente tiene claro que el modelo centralista y el presidencialismo es la madre de la corrupción política.

La libertad es la base de la democracia y la deliberación. Es por esta causa que la más amplia libertad de expresión es la fuente que nos servirá para fortalecer este proceso constituyente en contra de la corrupción, no existe otro medio posible.

En su ensayo El ejercicio cívico de la libertad de expresión que aparece en el libro Democracia sin ciudadanos. La construcción de la ciudadanía en las democracias liberales, la filósofa española Victoria Camps, apoyándose en John Stuart Mill, acerca de la libertad de expresión, dice:

“La verdad se descubre a través del debate y la confrontación de ideas. Es posible que en dicha confrontación se pongan en manifiesto ideas erróneas, pero está claro que, si no hay discusión, las opiniones erróneas no llegarán a corregirse”.

Fortalezcamos este proceso constituyente anticorrupción con el más amplio debate político, sin graduar de enemigos a nadie, y sigamos el camino de la séptima papeleta, trabajando por la convocatoria de una Asamblea Nacional Constituyente que redacte una constitución política.

Por Eduardo Verano De La Rosa