En la gallística, el gallo no es solo el animal que entra al ruedo. Antes de llegar a una pelea, su vida activa una red de oficios especializados que se repite en cada gallera del Cesar.
En Valledupar, entre 300 y 400 familias viven directamente de la gallística. Cada gallo de pelea activa hasta cinco empleos —enrazadores, criadores, cuidadores, calzadores y aupadores— que hoy enfrentan un escenario de incertidumbre tras el fallo de la Corte Constitucional y la entrada en vigencia de la Ley 2385 de 2024, que fijó un plazo de tres años para la eliminación gradual de esta práctica en el país.
Esa cadena de empleos tiene rostro en Valledupar. Elvis Enrique Barrios Pertuz, de unos 55 años, cuidador, administrador y alma de la gallería Miguel Yaneth. Vive allí, entre las graderías y el corral, con su esposa e hijos. Tiene seis gallos propios, pero uno en particular —de raza gallino— es su orgullo. Mientras conversa con EL PILÓN, lo sostiene con cuidado, pasándole la mano por la cabeza. Habla sin apartar la mirada del ave, como si temiera que el futuro de ambos estuviera amarrado en ese cuello fino: “Un gallo no aparece de la nada. Antes de llegar al ruedo lo han tocado tres manos: el que lo enraza, el que lo cría y el gallero que lo afina. Cada uno deja algo en él. Lo que usted ve aquí es una historia entera”.
El primero de dicha cadena es el enrazador, quien define los cruces genéticos y lleva el registro de linajes, placas y padrotes. Su trabajo determina qué gallos nacen con aptitudes para la pelea y cuáles no. Es un oficio técnico, heredado y poco visible, pero fundamental.
Le sigue el criador, encargado de los pollitos durante sus primeros meses de vida. Los alimenta, los separa para evitar enfrentamientos tempranos, los protege del clima y de depredadores. Su labor es diaria y constante, y puede extenderse por seis o siete meses por cada camada.
El tercer eslabón es el cuidador o preparador, quien acompaña al gallo durante su etapa de entrenamiento. Se encarga de su estado físico, del cuidado del plumaje, de la dieta y del acondicionamiento muscular. En muchas galleras, este rol lo cumplen personas que viven dentro del recinto junto a sus familias.
El cuarto empleo es el del calzador, uno de los oficios más especializados del circuito gallístico. Es quien ajusta las espuelas postizas con precisión quirúrgica antes de cada combate. Un mal trabajo puede arruinar una pelea y deshonrar al gallero, por lo que se trata de un rol reservado a manos expertas.
El quinto oficio es el del aupador o animador, quien acompaña al gallo durante el combate. Lo carga, lo anima y lo dirige con sonidos y movimientos que, según los galleros, el animal reconoce desde el criadero. Aunque suele verse como un rol menor, es clave en la dinámica de la pelea.
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A esta cadena se suman empleos indirectos como vendedores de comida, personal de taquilla, cuidadores de vehículos, meseros y administradores de galleras.
Valledupar: cifras que preocupan
De acuerdo con Fenagacol, en Colombia existen alrededor de 28.000 galleras, entendidas como espacios con al menos 30 gallos en entrenamiento. En Valledupar se estima la existencia de entre 10 y 15 galleras, cada una con capacidad para sostener entre 30 y 40 familias de manera directa.
Esto significa que solo en la capital del Cesar entre 300 y 400 familias dependen económicamente de la actividad gallística, sin contar el impacto indirecto en comercio informal y servicios asociados.
“Cuando se habla de prohibición, casi nunca se habla de la gente que vive de esto. Aquí no hay grandes empresarios; hay cuidadores, criadores y familias enteras que dependen de los gallos”, señala Olimpo Oliver, presidente de Fenagacol.
Un gallo de pelea despliega sus plumas durante la rutina de revisión y entrenamiento en la gallera Miguel Yaneth. El ejemplar gallino también está a la expectativa de la decisión de la Corte. Foto: Jesús Ochoa.
El reto de la transición
La Ley 2385 de 2024 otorgó un plazo de tres años para la eliminación de las peleas de gallos. Para los trabajadores del sector, el interrogante no es solo cultural, sino laboral: ¿qué pasará con estos oficios cuando desaparezca la actividad?
Desde Fenagacol insisten en que cualquier transición debe incluir programas de reconversión laboral, apoyo económico y alternativas productivas para quienes hoy viven de la gallística. De lo contrario, advierten, el impacto social será inmediato en zonas urbanas y rurales del Cesar.
Mientras el debate continúa en los estrados judiciales y en la opinión pública, en las galleras de Valledupar el reloj corre. Cada gallo que hoy se cría, se cuida y se prepara, sostiene al menos cinco empleos que podrían desaparecer antes de 2028.












