Yo no sé si Jaime sigue siendo relojero; en ese oficio lo conocí hace unos años…De entonces tenía Jaime la virtud de mirar el reloj dañado y sin abrirlo siquiera y, adelantándose al dictamen, decir de qué padecía la máquina del tiempo; es decir, por qué no andaba o se atrasaba cuando no era que […]
Yo no sé si Jaime sigue siendo relojero; en ese oficio lo conocí hace unos años…De entonces tenía Jaime la virtud de mirar el reloj dañado y sin abrirlo siquiera y, adelantándose al dictamen, decir de qué padecía la máquina del tiempo; es decir, por qué no andaba o se atrasaba cuando no era que de pronto se adelantaba… Siendo lo bueno que luego de abrirlo, te decía: “No te lo dije… yo tenía la razón”. Y no era que no la tuviera sino que nunca le faltaba… Si no que lo diga Jaime…
Soy de los que cree que el oficio de relojero no se aprende. Se trae en la sangre y, con la práctica, luego de mil relojes que van a quedar más dañados de lo que estaban, se compone el primero, luego el segundo y todos los demás…Jaime no lo confesará pero tuvo que haberle sucedido… de otro modo ni hubiese sido relojero…Si no que lo diga Jaime…
Un relojero como Jaime, no es un relojero cualquiera… Abundan muchos pero no como él que en cambio echan a perder mucho más los relojes y, de paso, a la noble profesión. El relojero no busca trabajo, monta su negocio que es como poner a prueba su honradez, su capacidad y, en el ramo, a lo sumo, se vuelve un especialista en relojes despertadores, de pared o de manilla…Si no que lo diga Jaime…
El del relojero es un trabajo fino, delicado, de manos y dedos para lo microscópico… de manos y dedos que no dan para ser herrero ni remachador de calderos y palanganas… si no que lo diga Jaime…
Tiene su gracia y su razón de ser el oficio de relojero. Me imagino por ello que cuando Jaime le arregló el reloj despertador a Fermín y la maquinita repleta de tic tacs le despierta, Fermín, antes de mirar la hora, se acuerda de Jaime que en la distancia, sin estar presente, le llama y le hace el favor de llegar temprano a dónde él quiere ir… Si no que lo diga Jaime…
Jaime es en el pueblo el dueño del tiempo… Hay quienes arreglan zapatos rotos, mesas cojas, máquinas de escribir que no escriben, máquinas de coser que no cosen; pero Jaime arregla el tiempo, no cualquier cosa, el tiempo de todos… dejando saber a los demás su posición o filosofía de anarquista en oposición y abolición del Estado entendido como gobierno y, por extensión, de toda autoridad, jerarquía o control social que se imponga al individuo, por considerarlas indeseables, innecesarias y nocivas… Si no que lo diga Jaime…
Hay en los relojeros un revolucionario novelesco, algo que no les queda mal. El relojero prevé las consecuencias, por eso es relojero. Y los relojeros son hasta poetas… nos permiten vivir horas felices dándole cuerda a la vida…Y nos hacen caer en la cuenta de que volver las cosas atrás es imposible, que todo va siempre hacia adelante, hasta la historia…e incluso predicen la muerte, muerte que se esconde en los relojes descontándonos minutos…Si no que lo diga Jaime…
Admiro la paciencia de Jaime al componer relojes, él es maestro de ella (de la paciencia) y por lo tanto es maestro de todo lo demás…Es un artista de la minucia, de la pequeñez de un tornillito que salido del engranaje paraliza algo que parece imparalizable: el tiempo, y sin tiempo daría cierta tristeza vivir…Si no que lo diga Jaime…
Jaime es un ciclope, tiene un ojo que todo lo ve, un ojo para lo nimio y que con pulso y mano firme corrige tornillitos que hacen lo que no deben: volver lento el tiempo… o acelerarlo con las irritaciones domésticas del “qué tarde es”…Si no que lo diga Jaime…
En ocasiones Jaime es callado, se lo exige su oficio casi sagrado porque el silencio es oro y como conocedor de su arte casi mágico, confecciona la hora precisa y otras horas: las horas de las clases en los escuelas, las horas laborales en las empresas, la última hora o mala hora, la hora buena o buena hora, la hora del matiné y la vespertina, la hora del té, la hora que no se ve cuando uno dice “no veo la hora de hacer tal cosa”… Y la hora del ahora y en la hora de nuestra muerte amén… Si no que lo diga Jaime…
Por Walter Enrique Pimienta Jiménez
Yo no sé si Jaime sigue siendo relojero; en ese oficio lo conocí hace unos años…De entonces tenía Jaime la virtud de mirar el reloj dañado y sin abrirlo siquiera y, adelantándose al dictamen, decir de qué padecía la máquina del tiempo; es decir, por qué no andaba o se atrasaba cuando no era que […]
Yo no sé si Jaime sigue siendo relojero; en ese oficio lo conocí hace unos años…De entonces tenía Jaime la virtud de mirar el reloj dañado y sin abrirlo siquiera y, adelantándose al dictamen, decir de qué padecía la máquina del tiempo; es decir, por qué no andaba o se atrasaba cuando no era que de pronto se adelantaba… Siendo lo bueno que luego de abrirlo, te decía: “No te lo dije… yo tenía la razón”. Y no era que no la tuviera sino que nunca le faltaba… Si no que lo diga Jaime…
Soy de los que cree que el oficio de relojero no se aprende. Se trae en la sangre y, con la práctica, luego de mil relojes que van a quedar más dañados de lo que estaban, se compone el primero, luego el segundo y todos los demás…Jaime no lo confesará pero tuvo que haberle sucedido… de otro modo ni hubiese sido relojero…Si no que lo diga Jaime…
Un relojero como Jaime, no es un relojero cualquiera… Abundan muchos pero no como él que en cambio echan a perder mucho más los relojes y, de paso, a la noble profesión. El relojero no busca trabajo, monta su negocio que es como poner a prueba su honradez, su capacidad y, en el ramo, a lo sumo, se vuelve un especialista en relojes despertadores, de pared o de manilla…Si no que lo diga Jaime…
El del relojero es un trabajo fino, delicado, de manos y dedos para lo microscópico… de manos y dedos que no dan para ser herrero ni remachador de calderos y palanganas… si no que lo diga Jaime…
Tiene su gracia y su razón de ser el oficio de relojero. Me imagino por ello que cuando Jaime le arregló el reloj despertador a Fermín y la maquinita repleta de tic tacs le despierta, Fermín, antes de mirar la hora, se acuerda de Jaime que en la distancia, sin estar presente, le llama y le hace el favor de llegar temprano a dónde él quiere ir… Si no que lo diga Jaime…
Jaime es en el pueblo el dueño del tiempo… Hay quienes arreglan zapatos rotos, mesas cojas, máquinas de escribir que no escriben, máquinas de coser que no cosen; pero Jaime arregla el tiempo, no cualquier cosa, el tiempo de todos… dejando saber a los demás su posición o filosofía de anarquista en oposición y abolición del Estado entendido como gobierno y, por extensión, de toda autoridad, jerarquía o control social que se imponga al individuo, por considerarlas indeseables, innecesarias y nocivas… Si no que lo diga Jaime…
Hay en los relojeros un revolucionario novelesco, algo que no les queda mal. El relojero prevé las consecuencias, por eso es relojero. Y los relojeros son hasta poetas… nos permiten vivir horas felices dándole cuerda a la vida…Y nos hacen caer en la cuenta de que volver las cosas atrás es imposible, que todo va siempre hacia adelante, hasta la historia…e incluso predicen la muerte, muerte que se esconde en los relojes descontándonos minutos…Si no que lo diga Jaime…
Admiro la paciencia de Jaime al componer relojes, él es maestro de ella (de la paciencia) y por lo tanto es maestro de todo lo demás…Es un artista de la minucia, de la pequeñez de un tornillito que salido del engranaje paraliza algo que parece imparalizable: el tiempo, y sin tiempo daría cierta tristeza vivir…Si no que lo diga Jaime…
Jaime es un ciclope, tiene un ojo que todo lo ve, un ojo para lo nimio y que con pulso y mano firme corrige tornillitos que hacen lo que no deben: volver lento el tiempo… o acelerarlo con las irritaciones domésticas del “qué tarde es”…Si no que lo diga Jaime…
En ocasiones Jaime es callado, se lo exige su oficio casi sagrado porque el silencio es oro y como conocedor de su arte casi mágico, confecciona la hora precisa y otras horas: las horas de las clases en los escuelas, las horas laborales en las empresas, la última hora o mala hora, la hora buena o buena hora, la hora del matiné y la vespertina, la hora del té, la hora que no se ve cuando uno dice “no veo la hora de hacer tal cosa”… Y la hora del ahora y en la hora de nuestra muerte amén… Si no que lo diga Jaime…
Por Walter Enrique Pimienta Jiménez