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Columnista - 10 septiembre, 2024

Cada trabajo cuenta

Hablé con un camionero que participó en el paro, y su testimonio refleja las duras condiciones de este sector. Su día a día consiste en mover pequeñas cargas, recorriendo largas distancias, lejos de su familia, en carreteras que muchas veces son inseguras. Sin embargo, más allá de las dificultades de su labor, lo que resalta no es solo la falta de rentabilidad sino el poco valor que se les otorga como trabajadores.

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Hace una semana, el país se detuvo de manera drástica con el paro de camioneros que afectó gravemente el transporte y la distribución de productos esenciales. Vimos cómo el desabastecimiento golpeó a las ciudades y cómo dependemos profundamente del trabajo de quienes transportan lo que consumimos a diario. Pero más allá de la crisis inmediata, este paro nos deja una reflexión sobre la importancia de cada trabajo y de las personas que los realizan.

Hablé con un camionero que participó en el paro, y su testimonio refleja las duras condiciones de este sector. Su día a día consiste en mover pequeñas cargas, recorriendo largas distancias, lejos de su familia, en carreteras que muchas veces son inseguras. Sin embargo, más allá de las dificultades de su labor, lo que resalta no es solo la falta de rentabilidad sino el poco valor que se les otorga como trabajadores.

“El trabajo del transportador no es valorado”, me comentó. Aunque el paro le causó pérdidas económicas significativas, lo que más le duele no es solo el impacto financiero, sino la sensación de ser una columna vertebral del país sin el reconocimiento ni el cuidado que merece.

Me explicó que: “La experiencia de participar en el paro es tener que parar para ser visto”. Detener el transporte fue una forma de subrayar la importancia de su trabajo, pero también un recordatorio de las pérdidas diarias que enfrentan, incluso cuando todo parece estar en funcionamiento. Este testimonio expone la realidad de un trabajo tan valioso, pero al mismo tiempo ignorado.

En este contexto, es fundamental reflexionar sobre la interdependencia de todos los sectores de nuestra economía. El sector primario se encarga de la obtención de los recursos naturales y la producción de materias primas, abarcando actividades como la agricultura, la pesca o la ganadería. El sector secundario transforma estas materias primas en productos terminados a través de la industria manufacturera, la construcción, la producción, entre otros.  Y el sector terciario, que incluye servicios como la educación, la salud, el turismo, el transporte y la comunicación, se encarga de satisfacer las necesidades y demandas de la sociedad.

Cada uno de estos sectores es esencial para el funcionamiento de nuestra vida diaria. La paralización del transporte demostró de manera palpable cómo el colapso de un sector puede afectar a todos los demás. No todos los trabajos son iguales, pero todos son necesarios. No todos tenemos el mismo proyecto de vida, pero todos, de una forma u otra, jugamos un papel importante en la sociedad. ¿Hasta qué punto estamos dispuestos a reconocer y valorar la interdependencia entre todos? 

“Nuestro trabajo importa, aunque no siempre lo vean”, fue lo último que me dijo el conductor del camión. Por eso, no debemos denigrar ningún trabajo. Todos los esfuerzos cuentan, cada tarea tiene un impacto. Denigrar cualquier trabajo es negarnos a ver la importancia del tejido que nos sostiene. No a todos nos queda la misma talla del mismo zapato, porque el que le queda bien a uno, a otro no le queda. Pero cada uno tiene su lugar y su valor.

La verdadera fortaleza de una sociedad está en valorar a todos los que la hacen funcionar. Como bien dijo el Dalai Lama: “Casi todas las cosas buenas nacen de una actitud de aprecio por lo demás”.

Por: Sara Montero Muleth

Columnista
10 septiembre, 2024

Cada trabajo cuenta

Feel the sand on your feet, not your wardrobe weight.
Sara Montero Muleth

Hablé con un camionero que participó en el paro, y su testimonio refleja las duras condiciones de este sector. Su día a día consiste en mover pequeñas cargas, recorriendo largas distancias, lejos de su familia, en carreteras que muchas veces son inseguras. Sin embargo, más allá de las dificultades de su labor, lo que resalta no es solo la falta de rentabilidad sino el poco valor que se les otorga como trabajadores.


Hace una semana, el país se detuvo de manera drástica con el paro de camioneros que afectó gravemente el transporte y la distribución de productos esenciales. Vimos cómo el desabastecimiento golpeó a las ciudades y cómo dependemos profundamente del trabajo de quienes transportan lo que consumimos a diario. Pero más allá de la crisis inmediata, este paro nos deja una reflexión sobre la importancia de cada trabajo y de las personas que los realizan.

Hablé con un camionero que participó en el paro, y su testimonio refleja las duras condiciones de este sector. Su día a día consiste en mover pequeñas cargas, recorriendo largas distancias, lejos de su familia, en carreteras que muchas veces son inseguras. Sin embargo, más allá de las dificultades de su labor, lo que resalta no es solo la falta de rentabilidad sino el poco valor que se les otorga como trabajadores.

“El trabajo del transportador no es valorado”, me comentó. Aunque el paro le causó pérdidas económicas significativas, lo que más le duele no es solo el impacto financiero, sino la sensación de ser una columna vertebral del país sin el reconocimiento ni el cuidado que merece.

Me explicó que: “La experiencia de participar en el paro es tener que parar para ser visto”. Detener el transporte fue una forma de subrayar la importancia de su trabajo, pero también un recordatorio de las pérdidas diarias que enfrentan, incluso cuando todo parece estar en funcionamiento. Este testimonio expone la realidad de un trabajo tan valioso, pero al mismo tiempo ignorado.

En este contexto, es fundamental reflexionar sobre la interdependencia de todos los sectores de nuestra economía. El sector primario se encarga de la obtención de los recursos naturales y la producción de materias primas, abarcando actividades como la agricultura, la pesca o la ganadería. El sector secundario transforma estas materias primas en productos terminados a través de la industria manufacturera, la construcción, la producción, entre otros.  Y el sector terciario, que incluye servicios como la educación, la salud, el turismo, el transporte y la comunicación, se encarga de satisfacer las necesidades y demandas de la sociedad.

Cada uno de estos sectores es esencial para el funcionamiento de nuestra vida diaria. La paralización del transporte demostró de manera palpable cómo el colapso de un sector puede afectar a todos los demás. No todos los trabajos son iguales, pero todos son necesarios. No todos tenemos el mismo proyecto de vida, pero todos, de una forma u otra, jugamos un papel importante en la sociedad. ¿Hasta qué punto estamos dispuestos a reconocer y valorar la interdependencia entre todos? 

“Nuestro trabajo importa, aunque no siempre lo vean”, fue lo último que me dijo el conductor del camión. Por eso, no debemos denigrar ningún trabajo. Todos los esfuerzos cuentan, cada tarea tiene un impacto. Denigrar cualquier trabajo es negarnos a ver la importancia del tejido que nos sostiene. No a todos nos queda la misma talla del mismo zapato, porque el que le queda bien a uno, a otro no le queda. Pero cada uno tiene su lugar y su valor.

La verdadera fortaleza de una sociedad está en valorar a todos los que la hacen funcionar. Como bien dijo el Dalai Lama: “Casi todas las cosas buenas nacen de una actitud de aprecio por lo demás”.

Por: Sara Montero Muleth