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Columnista - 28 septiembre, 2017

Duele el alma…

Es inevitable que no sientas tristeza y se te arrugue el corazón ante los hechos que se han suscitado por causa de los recientes acontecimientos: terremotos y huracanes, inundaciones que nos afectan y han afectado a nuestros hermanos en el mundo. Nos duele cada uno de los muertos por culpa de la delincuencia que azota […]

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Es inevitable que no sientas tristeza y se te arrugue el corazón ante los hechos que se han suscitado por causa de los recientes acontecimientos: terremotos y huracanes, inundaciones que nos afectan y han afectado a nuestros hermanos en el mundo. Nos duele cada uno de los muertos por culpa de la delincuencia que azota el país; nos angustia y nos duele igual, la prepotencia de dirigentes políticos  que ultrajan y humillan la realidad de su pueblo, la importancia está orientada a que se les reconozca su poderío guerrero. Poco importa la vida y la tranquilidad de la familia.

Es triste ver la polarización del país, ver cómo nos estigmatizamos, nos señalamos y nos volvemos inquisidores ante la diferencia de criterio y color e ideología política. No me siento ni comparto el mismo sitio con un supuesto guerrillero porque me ensucia la moral. ¿Y quién está libre de pecado? Que lance la primera piedra quien así lo crea.

Duele saber que la emisión de un programa nacional denunciando la muerte de 16 neonatos, fue la única manera para que el pueblo se pellizcara y al menos se pronunciara. Entonces nos preguntamos ¿Por qué no se le hizo caso a los medios locales que ya habían denunciado sobre el tema de la comercialización de medicamentos adulterados? Es más creíble Séptimo   Día que RPT, Radio Guatapurí noticias, Cacica o El Pilón, no entendemos  esto. ¿Era acaso  necesario esperar la muerte de tantos niños  y el dolor de familias que tenían la esperanza de ver crecer sus hijos?

¿Qué pasa con las autoridades locales, departamentales y nacionales? ¿Quién dice algo?
Nos duelen los muertos de los hermanos mexicanos por causa del terremoto. Y nos duele la inseguridad en Valledupar y la inoperancia de la policía y la administración municipal. Nos duele verla llena de indigentes y trabajadores de semáforo, niños y jóvenes limpiando vidrios en los semáforos en vez de estar estudiando.

Nos duele la ausencia de valores, nada importa pisotear y humillar la dignidad de quien trunca mis ideales y mis metas.  Nos duele hasta el alma ver la falta de cooperación,  el descultivo de valores y la falta de principios que rigen el respeto hacia los demás y la educación en cultura ciudadana. Cuanto se añora la “Urbanidad de Carreño” en donde bajo argumentos sencillos nos ayudaban a ser mejores personas. Nos duele saber que eso es cosa del ayer y manejo de los viejos pasados de moda como diría un joven moderno de los tantos  que abundan por ahí. Y como en aquellos tiempos, como dice el doctor Rodolfo Ortega Montero, el valor de la palabra se quedó en añoranzas. Buena falta que nos hacen esos seres de templanza en el carácter, pero de corazón noble que piensan más en el pueblo que de manera egoísta en su lucro personal.

Hay que perseverar y seguir luchando para plantar cultivos de sueños y esperanzas en vez de seguir promoviendo una cizaña infame y nefasta para la consecución de la paz mundial que nos garantice un cambio de vida y un futuro promisorio para los hijos que vienen abriendo espacios con igual esperanza que la nuestra.

Nos duele el corazón, no duele el alma…  pero hay fe. Sólo Eso.

 

Por Eduardo Santos Ortega Vergara

 

Columnista
28 septiembre, 2017

Duele el alma…

Feel the sand on your feet, not your wardrobe weight.
Eduardo S. Ortega Vergara

Es inevitable que no sientas tristeza y se te arrugue el corazón ante los hechos que se han suscitado por causa de los recientes acontecimientos: terremotos y huracanes, inundaciones que nos afectan y han afectado a nuestros hermanos en el mundo. Nos duele cada uno de los muertos por culpa de la delincuencia que azota […]


Es inevitable que no sientas tristeza y se te arrugue el corazón ante los hechos que se han suscitado por causa de los recientes acontecimientos: terremotos y huracanes, inundaciones que nos afectan y han afectado a nuestros hermanos en el mundo. Nos duele cada uno de los muertos por culpa de la delincuencia que azota el país; nos angustia y nos duele igual, la prepotencia de dirigentes políticos  que ultrajan y humillan la realidad de su pueblo, la importancia está orientada a que se les reconozca su poderío guerrero. Poco importa la vida y la tranquilidad de la familia.

Es triste ver la polarización del país, ver cómo nos estigmatizamos, nos señalamos y nos volvemos inquisidores ante la diferencia de criterio y color e ideología política. No me siento ni comparto el mismo sitio con un supuesto guerrillero porque me ensucia la moral. ¿Y quién está libre de pecado? Que lance la primera piedra quien así lo crea.

Duele saber que la emisión de un programa nacional denunciando la muerte de 16 neonatos, fue la única manera para que el pueblo se pellizcara y al menos se pronunciara. Entonces nos preguntamos ¿Por qué no se le hizo caso a los medios locales que ya habían denunciado sobre el tema de la comercialización de medicamentos adulterados? Es más creíble Séptimo   Día que RPT, Radio Guatapurí noticias, Cacica o El Pilón, no entendemos  esto. ¿Era acaso  necesario esperar la muerte de tantos niños  y el dolor de familias que tenían la esperanza de ver crecer sus hijos?

¿Qué pasa con las autoridades locales, departamentales y nacionales? ¿Quién dice algo?
Nos duelen los muertos de los hermanos mexicanos por causa del terremoto. Y nos duele la inseguridad en Valledupar y la inoperancia de la policía y la administración municipal. Nos duele verla llena de indigentes y trabajadores de semáforo, niños y jóvenes limpiando vidrios en los semáforos en vez de estar estudiando.

Nos duele la ausencia de valores, nada importa pisotear y humillar la dignidad de quien trunca mis ideales y mis metas.  Nos duele hasta el alma ver la falta de cooperación,  el descultivo de valores y la falta de principios que rigen el respeto hacia los demás y la educación en cultura ciudadana. Cuanto se añora la “Urbanidad de Carreño” en donde bajo argumentos sencillos nos ayudaban a ser mejores personas. Nos duele saber que eso es cosa del ayer y manejo de los viejos pasados de moda como diría un joven moderno de los tantos  que abundan por ahí. Y como en aquellos tiempos, como dice el doctor Rodolfo Ortega Montero, el valor de la palabra se quedó en añoranzas. Buena falta que nos hacen esos seres de templanza en el carácter, pero de corazón noble que piensan más en el pueblo que de manera egoísta en su lucro personal.

Hay que perseverar y seguir luchando para plantar cultivos de sueños y esperanzas en vez de seguir promoviendo una cizaña infame y nefasta para la consecución de la paz mundial que nos garantice un cambio de vida y un futuro promisorio para los hijos que vienen abriendo espacios con igual esperanza que la nuestra.

Nos duele el corazón, no duele el alma…  pero hay fe. Sólo Eso.

 

Por Eduardo Santos Ortega Vergara