Por: Raúl Bermúdez Márquez Tengo muchas razones para admirar y respetar al profesor Antanas Mockus, hoy uno de los candidatos presidenciales que, de acuerdo con las encuestas, tiene una gran probabilidad de convertirse en el sucesor de Álvaro Uribe el próximo 7 de agosto. Entre ellas su pulcritud en el manejo de la cosa pública, […]
Por: Raúl Bermúdez Márquez
Tengo muchas razones para admirar y respetar al profesor Antanas Mockus, hoy uno de los candidatos presidenciales que, de acuerdo con las encuestas, tiene una gran probabilidad de convertirse en el sucesor de Álvaro Uribe el próximo 7 de agosto. Entre ellas su pulcritud en el manejo de la cosa pública, su honestidad, el apego a la meritocracia como método para el desempeño de los cargos públicos y su énfasis en la educación como motor del desarrollo de los pueblos. Además de eso, tuve la fortuna de ser su estudiante en una de las asignaturas optativas que cursé durante el desarrollo de la maestría en Ciencias en los comienzos de la década del 90 en la Universidad Nacional de Colombia.
Sus disquisiciones acerca de las implicaciones y aplicaciones de la célebre cinta de Moebius, que le permite a alguien pasar de un lado a otro de la cinta manteniendo la continuidad del movimiento, me parecían ingeniosas, pero si se extrapolan a la política, por ejemplo, puede hacer incurrir en posiciones eclécticas, acomodaticias u oportunistas. ¿Cómo así que la famosa cinta, se convierte en la justificación para ponerle al mismo tiempo una vela a la Virgen y otra al diablo? ¿Se puede estar en la derecha y en la izquierda al mismo tiempo? ¿Se puede tener a un hombre y a una mujer en el mismo ser? Eran algunas de las preguntas que se atiborraban en la mente y que en la actual coyuntura electoral resurgen, a propósito de algunas posiciones de Mockus en los debates y en los medios; porque como método para el encuentro desde posiciones diferentes, fabuloso, pero como una guía para la actividad política, me parece que presenta sus falencias.
Tal vez esto sea lo que ha provocado ver en los medios a un Mockus, a veces contradictorio y no contundente en el intento de querer reconciliar lo irreconciliable.
Una vez le preguntaron si extraditaría a Uribe de ser solicitado por el Ecuador, a propósito del ataque al campamento de Reyes, y primero lo aceptó si la Constitución se lo exigía; después lo negó porque es una facultad discrecional del Presidente. ¿Al fin, lo extraditaría o no lo extraditaría? Otra vez le auscultaron su concepto sobre la reforma laboral que “flexibilizó” la contratación, alargó la jornada diurna, promovió la tercerización y prácticamente acabó con las horas extras, y dijo que estaban dirigidas al fomento de la creación de nuevos empleos pero que con ella no se había logrado los objetivos propuestos, pero hasta el momento no ha dicho si reversaría esa reforma o no.
Actitud parecida asume con la Ley 100 que convirtió en negocio la salud de los colombianos. No se puede quedar bien con “Raimundo y todo el mundo”, y Mockus, en el afán de congraciarse con los sectores uribistas, los trata con guantes de seda.
Fue desalentadora su actitud dócil cuando el Presidente sugirió que en el momento de su posesión la seguridad en Bogotá era un desastre, a tal punto que hasta el mismo Palacio de Nariño fue bombardeado ese 7 de agosto del 2002, cuando Mockus era el Alcalde de Bogotá. Lo mismo pasó cuando en una alocución televisada, Uribe dijo que un “caballo discapacitado” no era prenda de garantía para la continuidad de la política de seguridad democrática.
No pasa lo mismo con los sectores agrupados en la izquierda o en la centro – izquierda democrática. Todo lo contrario, ha insinuado en más de una oportunidad que un acercamiento a esas tendencias en vez de sumar, restarían. Craso error. El espectro derechista en este país lo tiene copado el candidato Juan Manuel Santos y si las encuestas están en lo cierto, por lo menos el 30% de los votos que sacaría Mockus (1.700.000) provienen de los 2.600.000 que sacó Carlos Gaviria en el 2006. El resto es de la juventud que no ha votado, de amplios sectores de población agobiados por el desempleo o la informalidad, y en mínima parte de sectores uribistas desencantados. En esa equivocación estribó la pérdida del impulso que traía en las encuestas y el empate técnico con Santos en primera vuelta, después de haberlo superado por más de cinco puntos.
Ojalá él y sus asesores rectifiquen el rumbo, porque de lo contrario, le pondrán en bandeja de plata el solio de Bolívar al candidato del “guiño” presidencial.
Por: Raúl Bermúdez Márquez Tengo muchas razones para admirar y respetar al profesor Antanas Mockus, hoy uno de los candidatos presidenciales que, de acuerdo con las encuestas, tiene una gran probabilidad de convertirse en el sucesor de Álvaro Uribe el próximo 7 de agosto. Entre ellas su pulcritud en el manejo de la cosa pública, […]
Por: Raúl Bermúdez Márquez
Tengo muchas razones para admirar y respetar al profesor Antanas Mockus, hoy uno de los candidatos presidenciales que, de acuerdo con las encuestas, tiene una gran probabilidad de convertirse en el sucesor de Álvaro Uribe el próximo 7 de agosto. Entre ellas su pulcritud en el manejo de la cosa pública, su honestidad, el apego a la meritocracia como método para el desempeño de los cargos públicos y su énfasis en la educación como motor del desarrollo de los pueblos. Además de eso, tuve la fortuna de ser su estudiante en una de las asignaturas optativas que cursé durante el desarrollo de la maestría en Ciencias en los comienzos de la década del 90 en la Universidad Nacional de Colombia.
Sus disquisiciones acerca de las implicaciones y aplicaciones de la célebre cinta de Moebius, que le permite a alguien pasar de un lado a otro de la cinta manteniendo la continuidad del movimiento, me parecían ingeniosas, pero si se extrapolan a la política, por ejemplo, puede hacer incurrir en posiciones eclécticas, acomodaticias u oportunistas. ¿Cómo así que la famosa cinta, se convierte en la justificación para ponerle al mismo tiempo una vela a la Virgen y otra al diablo? ¿Se puede estar en la derecha y en la izquierda al mismo tiempo? ¿Se puede tener a un hombre y a una mujer en el mismo ser? Eran algunas de las preguntas que se atiborraban en la mente y que en la actual coyuntura electoral resurgen, a propósito de algunas posiciones de Mockus en los debates y en los medios; porque como método para el encuentro desde posiciones diferentes, fabuloso, pero como una guía para la actividad política, me parece que presenta sus falencias.
Tal vez esto sea lo que ha provocado ver en los medios a un Mockus, a veces contradictorio y no contundente en el intento de querer reconciliar lo irreconciliable.
Una vez le preguntaron si extraditaría a Uribe de ser solicitado por el Ecuador, a propósito del ataque al campamento de Reyes, y primero lo aceptó si la Constitución se lo exigía; después lo negó porque es una facultad discrecional del Presidente. ¿Al fin, lo extraditaría o no lo extraditaría? Otra vez le auscultaron su concepto sobre la reforma laboral que “flexibilizó” la contratación, alargó la jornada diurna, promovió la tercerización y prácticamente acabó con las horas extras, y dijo que estaban dirigidas al fomento de la creación de nuevos empleos pero que con ella no se había logrado los objetivos propuestos, pero hasta el momento no ha dicho si reversaría esa reforma o no.
Actitud parecida asume con la Ley 100 que convirtió en negocio la salud de los colombianos. No se puede quedar bien con “Raimundo y todo el mundo”, y Mockus, en el afán de congraciarse con los sectores uribistas, los trata con guantes de seda.
Fue desalentadora su actitud dócil cuando el Presidente sugirió que en el momento de su posesión la seguridad en Bogotá era un desastre, a tal punto que hasta el mismo Palacio de Nariño fue bombardeado ese 7 de agosto del 2002, cuando Mockus era el Alcalde de Bogotá. Lo mismo pasó cuando en una alocución televisada, Uribe dijo que un “caballo discapacitado” no era prenda de garantía para la continuidad de la política de seguridad democrática.
No pasa lo mismo con los sectores agrupados en la izquierda o en la centro – izquierda democrática. Todo lo contrario, ha insinuado en más de una oportunidad que un acercamiento a esas tendencias en vez de sumar, restarían. Craso error. El espectro derechista en este país lo tiene copado el candidato Juan Manuel Santos y si las encuestas están en lo cierto, por lo menos el 30% de los votos que sacaría Mockus (1.700.000) provienen de los 2.600.000 que sacó Carlos Gaviria en el 2006. El resto es de la juventud que no ha votado, de amplios sectores de población agobiados por el desempleo o la informalidad, y en mínima parte de sectores uribistas desencantados. En esa equivocación estribó la pérdida del impulso que traía en las encuestas y el empate técnico con Santos en primera vuelta, después de haberlo superado por más de cinco puntos.
Ojalá él y sus asesores rectifiquen el rumbo, porque de lo contrario, le pondrán en bandeja de plata el solio de Bolívar al candidato del “guiño” presidencial.