Desde mi cocina Por: Silvia Betancourt Alliegro Chile, ánfora del amerindio perfecto, mi alma meridional se estremece ante tu desdicha presente, que llegó de tajo una madrugada cercana y desbarató la piel de tu territorio destruyendo en segundos lo que habías construido en años. La historia nos relata que sabes padecer hasta el delirio, mas […]
Desde mi cocina
Por: Silvia Betancourt Alliegro
Chile, ánfora del amerindio perfecto, mi alma meridional se estremece ante tu desdicha presente, que llegó de tajo una madrugada cercana y desbarató la piel de tu territorio destruyendo en segundos lo que habías construido en años.
La historia nos relata que sabes padecer hasta el delirio, mas también sabes cantar y bailarle a la vida poniendo en tu faz el impenetrable rastro de eternidad que esculpe tus presencias perennes: ¡Neruda y Mistral habitan en cada palmo de tu geografía, en cada ciudadano que trabaja la belleza del idioma en cada palabra emitida con modulación de canto!
Nuestro planeta, independiente del anhelo de sus habitantes, está vivo, por tanto se mueve, palpita, se agita, muta a diario así el humano se empeñe en construir casas, palacios, estadios, puentes, autopistas y templos que son escritura petrificada que se cuartea y se hace ilegible a los hombres del futuro que es hoy, se sobrecoge de asombro ante las ruinas de Atenas, de las pirámides, de las fabulosas ciudades precolombinas de los Andes… mas no sabrá con certeza el uso práctico cotidiano de esos archivos petrificados en un espacio y un tiempo.
Ahora rememoro las palabras escritas para las mentes sensibles de todos los tiempos, de su hijo inmortal Pablo Neruda, en ‘América’:
“Cuando en tu vientre existo,
en tu almenada tarde, en tu descanso,
en el útero de tus nacimientos,
en el terremoto,
en el diablo de los campesinos…”.
Y en ‘Sube a Nacer Conmigo’:
Sube a nacer conmigo, hermano.
Dame la mano de tu dolor diseminado.
No volverás del fondo de las rocas.
No volverás del tiempo subterráneo.
No volverá tu voz endurecida.
No volverán tus ojos taladrados.
Mírame desde el fondo de la tierra,
labrador, tejedor, pastor callado:
domador de guanacos tutelares:
albañil del andamio desafiado:
Aguador de las lágrimas andinas.
Desde el fondo de mi memoria doy mis más sentidas condolencias ante su dolor de patria a mi ahijado Guillermo Guajardo y a todos los hermanos chilenos que conocí durante su doloroso exilio, en aquellos terribles y desoladores años que, tal vez, fueron más espantosos que el panorama de ahora, por cuanto fueron suministrados por la voluntad pérfida de un dictador y sus secuaces –desde luego- pues el infame sin ayuda de otros no puede actuar.
Lee el Salmo 127.1
Desde mi cocina Por: Silvia Betancourt Alliegro Chile, ánfora del amerindio perfecto, mi alma meridional se estremece ante tu desdicha presente, que llegó de tajo una madrugada cercana y desbarató la piel de tu territorio destruyendo en segundos lo que habías construido en años. La historia nos relata que sabes padecer hasta el delirio, mas […]
Desde mi cocina
Por: Silvia Betancourt Alliegro
Chile, ánfora del amerindio perfecto, mi alma meridional se estremece ante tu desdicha presente, que llegó de tajo una madrugada cercana y desbarató la piel de tu territorio destruyendo en segundos lo que habías construido en años.
La historia nos relata que sabes padecer hasta el delirio, mas también sabes cantar y bailarle a la vida poniendo en tu faz el impenetrable rastro de eternidad que esculpe tus presencias perennes: ¡Neruda y Mistral habitan en cada palmo de tu geografía, en cada ciudadano que trabaja la belleza del idioma en cada palabra emitida con modulación de canto!
Nuestro planeta, independiente del anhelo de sus habitantes, está vivo, por tanto se mueve, palpita, se agita, muta a diario así el humano se empeñe en construir casas, palacios, estadios, puentes, autopistas y templos que son escritura petrificada que se cuartea y se hace ilegible a los hombres del futuro que es hoy, se sobrecoge de asombro ante las ruinas de Atenas, de las pirámides, de las fabulosas ciudades precolombinas de los Andes… mas no sabrá con certeza el uso práctico cotidiano de esos archivos petrificados en un espacio y un tiempo.
Ahora rememoro las palabras escritas para las mentes sensibles de todos los tiempos, de su hijo inmortal Pablo Neruda, en ‘América’:
“Cuando en tu vientre existo,
en tu almenada tarde, en tu descanso,
en el útero de tus nacimientos,
en el terremoto,
en el diablo de los campesinos…”.
Y en ‘Sube a Nacer Conmigo’:
Sube a nacer conmigo, hermano.
Dame la mano de tu dolor diseminado.
No volverás del fondo de las rocas.
No volverás del tiempo subterráneo.
No volverá tu voz endurecida.
No volverán tus ojos taladrados.
Mírame desde el fondo de la tierra,
labrador, tejedor, pastor callado:
domador de guanacos tutelares:
albañil del andamio desafiado:
Aguador de las lágrimas andinas.
Desde el fondo de mi memoria doy mis más sentidas condolencias ante su dolor de patria a mi ahijado Guillermo Guajardo y a todos los hermanos chilenos que conocí durante su doloroso exilio, en aquellos terribles y desoladores años que, tal vez, fueron más espantosos que el panorama de ahora, por cuanto fueron suministrados por la voluntad pérfida de un dictador y sus secuaces –desde luego- pues el infame sin ayuda de otros no puede actuar.
Lee el Salmo 127.1