Algo sobre Por: José Romero Churio La prestación de servicios de salud a la gente común y corriente, y en especial a la población pobre que generalmente no tiene quien interceda por ella, en Valledupar y todo el departamento del Cesar, pareciera que su atención es más deficiente que en cualquier otra región del país. […]
Algo sobre
Por: José Romero Churio
La prestación de servicios de salud a la gente común y corriente, y en especial a la población pobre que generalmente no tiene quien interceda por ella, en Valledupar y todo el departamento del Cesar, pareciera que su atención es más deficiente que en cualquier otra región del país.
Definitivamente, ante la falta de gestión de nuestra dirigencia local y regional, las entidades o EPS encargadas de manejar los planes obligatorios de salud (es decir, el Plan Obligatorio de Salud, POS, del Sistema Nacional de Salud, tanto del régimen contributivo como el subsidiado), tratan a los residentes en el departamento del Cesar como si fueran personas de quinta categoría.
Lo que sucede en Valledupar ya es insoportable, pues tanto los hospitales públicos como las clínicas privadas no disponen de suficientes camillas ni camas para atender a la gran cantidad de enfermos que diariamente solicitan atención médica de manera urgente. Las largas esperas y las incomodidades de los pacientes y sus familiares, de veras son peligrosas, debido a que llevan a reclamos airados y agresiones físicas al personal asistencial, incluso a la destrucción de las instalaciones de las instituciones prestadoras de salud.
En realidad, esta caótica situación se debe más que todo a la escasez del flujo monetario; hablando claro, el problema es económico, porque por una parte las necesidades de los enfermos superan el costo de su atención y, por otra, los presupuestos, son objetivos de la corrupción en todas las esferas donde se preste servicios de salud; es decir, todos los actores del Sistema de Salud quieren sacarle provecho económico, desde los usuarios simuladores que reciben numerosas fórmulas, cuyos medicamentos venden a bajos precios, pasando por mandos medios como algunos auditores médicos o de cuentas que reciben coimas por aceptar el pago con mínimas glosas, hasta los directivos más encopetados expertos en sacar tajadas pecuniarias a todos los contratos relacionados con sus administraciones.
Lo peor es que el gobierno se hace el de la vista gorda, obviamente, porque en los grandes desfalcos del erario para la prestación de servicios de salud, están involucrados altos funcionarios, cuotas políticas de los politiqueros leales a los mandatarios de turno, que se enriquecen a costa de las prebendas que le sacan a los presupuestos de la salud, especialmente al del régimen subsidiado, desmejorando los servicios de salud a muchos pobres y, lo más grave, quitándoles la atención médica oportuna.
Me toca ver tan triste vivencia, cuando mis paisanos guacocheros pobres acuden a mí para que los ayude en la solución de sus males de salud, ellos creen que yo como médico con cierto reconocimiento en la ciudad puedo socorrerlos. A pesar de que los amparo, lo único que hago es ir al centro de salud donde están solicitando atención o se encuentran hospitalizados, con el fin de darles aliento con mi presencia y buscar los médicos amigos para que los atiendan en medio de las miles dificultades que padecen los hospitales públicos y también las clínicas privadas, que algunas están al borde de cerrar sus puertas por quiebra.
Las IPS no pagan a tiempo los salarios de sus empleados ni las obligaciones de sus acreedores porque las EPS demoran demasiado tan siquiera en abonarles parte de sus facturaciones mensuales, adeudándoles sumas equivalentes a miles de millones de peso; en verdad, bajo estas condiciones es muy difícil brindar buenos servicios de salud.
Lo lamentable es que mientras llegue un gobierno que decida cambiar el sistema de salud, será mucha la gente que morirá por causas evitables. Ahora toca encomendarse a Dios.
Algo sobre Por: José Romero Churio La prestación de servicios de salud a la gente común y corriente, y en especial a la población pobre que generalmente no tiene quien interceda por ella, en Valledupar y todo el departamento del Cesar, pareciera que su atención es más deficiente que en cualquier otra región del país. […]
Algo sobre
Por: José Romero Churio
La prestación de servicios de salud a la gente común y corriente, y en especial a la población pobre que generalmente no tiene quien interceda por ella, en Valledupar y todo el departamento del Cesar, pareciera que su atención es más deficiente que en cualquier otra región del país.
Definitivamente, ante la falta de gestión de nuestra dirigencia local y regional, las entidades o EPS encargadas de manejar los planes obligatorios de salud (es decir, el Plan Obligatorio de Salud, POS, del Sistema Nacional de Salud, tanto del régimen contributivo como el subsidiado), tratan a los residentes en el departamento del Cesar como si fueran personas de quinta categoría.
Lo que sucede en Valledupar ya es insoportable, pues tanto los hospitales públicos como las clínicas privadas no disponen de suficientes camillas ni camas para atender a la gran cantidad de enfermos que diariamente solicitan atención médica de manera urgente. Las largas esperas y las incomodidades de los pacientes y sus familiares, de veras son peligrosas, debido a que llevan a reclamos airados y agresiones físicas al personal asistencial, incluso a la destrucción de las instalaciones de las instituciones prestadoras de salud.
En realidad, esta caótica situación se debe más que todo a la escasez del flujo monetario; hablando claro, el problema es económico, porque por una parte las necesidades de los enfermos superan el costo de su atención y, por otra, los presupuestos, son objetivos de la corrupción en todas las esferas donde se preste servicios de salud; es decir, todos los actores del Sistema de Salud quieren sacarle provecho económico, desde los usuarios simuladores que reciben numerosas fórmulas, cuyos medicamentos venden a bajos precios, pasando por mandos medios como algunos auditores médicos o de cuentas que reciben coimas por aceptar el pago con mínimas glosas, hasta los directivos más encopetados expertos en sacar tajadas pecuniarias a todos los contratos relacionados con sus administraciones.
Lo peor es que el gobierno se hace el de la vista gorda, obviamente, porque en los grandes desfalcos del erario para la prestación de servicios de salud, están involucrados altos funcionarios, cuotas políticas de los politiqueros leales a los mandatarios de turno, que se enriquecen a costa de las prebendas que le sacan a los presupuestos de la salud, especialmente al del régimen subsidiado, desmejorando los servicios de salud a muchos pobres y, lo más grave, quitándoles la atención médica oportuna.
Me toca ver tan triste vivencia, cuando mis paisanos guacocheros pobres acuden a mí para que los ayude en la solución de sus males de salud, ellos creen que yo como médico con cierto reconocimiento en la ciudad puedo socorrerlos. A pesar de que los amparo, lo único que hago es ir al centro de salud donde están solicitando atención o se encuentran hospitalizados, con el fin de darles aliento con mi presencia y buscar los médicos amigos para que los atiendan en medio de las miles dificultades que padecen los hospitales públicos y también las clínicas privadas, que algunas están al borde de cerrar sus puertas por quiebra.
Las IPS no pagan a tiempo los salarios de sus empleados ni las obligaciones de sus acreedores porque las EPS demoran demasiado tan siquiera en abonarles parte de sus facturaciones mensuales, adeudándoles sumas equivalentes a miles de millones de peso; en verdad, bajo estas condiciones es muy difícil brindar buenos servicios de salud.
Lo lamentable es que mientras llegue un gobierno que decida cambiar el sistema de salud, será mucha la gente que morirá por causas evitables. Ahora toca encomendarse a Dios.