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La importancia de conocer al ser humano

El ser humano constituye el fundamento y el principal actor del proceso de conocimiento. Este, en su esencia, es infinito, y de su estudio se encargan las diversas disciplinas científicas, humanísticas y artísticas, cada una de las cuales se orienta a comprender al ser humano en la totalidad de sus dimensiones.

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El ser humano constituye el fundamento y el principal actor del proceso de conocimiento. Este, en su esencia, es infinito, y de su estudio se encargan las diversas disciplinas científicas, humanísticas y artísticas, cada una de las cuales se orienta a comprender al ser humano en la totalidad de sus dimensiones.

El conocimiento que adquiere la persona incide de manera ostensible en su itinerario vital: en algunos casos se orienta hacia el bien y, en otros, hacia el mal. Ello resulta comprensible, en la medida en que el antagonismo está presente en todos los actos humanos, como expresión de las leyes naturales que rigen el universo.

El conocimiento es producto del proceso investigativo y se adquiere principalmente a través del sistema sensorial, que permite la aprehensión del mundo externo y de la realidad interna del individuo. En este sentido, la práctica reiterada y constante de la actividad humana exige la adquisición de conocimientos en cualquier ámbito, pues no basta con el saber teórico: es indispensable complementarlo con el conocimiento práctico.

El planteamiento de preguntas genera múltiples respuestas y, a su vez, estas dan lugar a nuevos interrogantes. Aquí cobra especial relevancia el método mayéutico, legado de Sócrates, como herramienta esencial en todo proceso investigativo y en la adquisición del conocimiento.

A través del sistema sensorial, del pensamiento y de su relación con el ser, se infiere el vínculo entre el sujeto y el objeto, temática que constituye uno de los ejes centrales de la filosofía, disciplina que tiene como principal objeto de estudio la reflexión sobre el conocimiento y la existencia.

La complejidad natural del ser humano nos obliga a intentar comprendernos a nosotros mismos, aun cuando, paradójicamente, no siempre logramos hacerlo. Prueba de ello es la expresión recurrente “Te conozco como la palma de mi mano”, cuando en realidad desconocemos incluso la fisiología de nuestras propias manos. De allí la necesidad de realizar un análisis introspectivo individual, pues el comportamiento humano es diverso y está determinado por factores internos y externos.

En la actualidad se habla de neuropsicología, neuroeducación, neuropedagogía, entre otras disciplinas, que se ocupan del estudio del comportamiento humano y, en efecto, de la salud mental. Existen trastornos mentales que, en ocasiones, se manifiestan a través de conductas ilegales, como la megalomanía, la mitomanía, la misoginia o la cleptomanía, entre otros. Estas condiciones deben ser tratadas por profesionales de la psicología y la salud mental, y no abordadas exclusivamente desde el ámbito jurídico, pues el Derecho Penal opera como ultima ratio, es decir, como un recurso extremo.

El análisis introspectivo se relaciona estrechamente con un valor que hoy se encuentra en crisis: la honestidad. Ser honesto no solo implica respetar los bienes o el patrimonio ajeno, sino también reconocer nuestros defectos y errores. Cuando aceptamos nuestras falencias, iniciamos un proceso de mejora y corrección personal. Sin embargo, con frecuencia, ante los errores cometidos por acción u omisión, tendemos a atribuir la culpa a otros y evitamos asumir nuestra responsabilidad.

A lo anterior se suma la necesidad de fortalecer la dimensión espiritual del ser humano, la cual, desde una perspectiva holística, influye de manera significativa y complementaria en nuestro comportamiento. Durante mis años de bachillerato tuve la oportunidad de leer una de las obras más representativas de la filosofía política, Materialismo y empiriocriticismo, de Vladimir Ilich Lenin, cuyo mensaje central gira en torno al análisis y la confrontación entre el idealismo y el materialismo. Aun cuando el autor se identifica plenamente con la corriente materialista, reconoce la existencia de una dimensión intangible del ser humano: el espíritu.

Recientemente, en este mismo diario, el doctor Fausto Cotes Núñez publicó un artículo sobre el perdón, el cual considero excelente y oportuno, pues refleja de manera significativa el componente emocional del ser humano. La dimensión emocional constituye la esencia del ser y explica, en gran medida, su complejidad. Por ello, resulta imperativo iniciar un verdadero proceso de autoconocimiento, aceptar a las personas con sus virtudes y defectos y evitar que las ideologías religiosas o políticas se conviertan en motivos de división.

En la medida en que avancemos por este camino, estaremos trazando una ruta que nos conduzca hacia la anhelada paz y la justicia social.

Por: Edgardo José Maestre Sánchez.

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