Hijo estoy pensando cuando llegue el momento de llevarte a las fiestas de disfraces.
Una joven mujer católica, convencida de que Dios es fuente suprema de vida, da gracias a Él por el infinito don de ser madre. Eleva plegarias por su hijo recién nacido y piensa en voz alta en estas reflexiones: Presiento mis amaneceres viéndote crecer. Deseo siempre que abras en silencio tus oídos para que escuches al Eterno Redentor, su palabra es bálsamo de vida y esperanza. Hijo estoy pensando cuando llegue el momento de llevarte a las fiestas de disfraces. El primer disfraz será de ángel, para que
descubras el Ángel de tu Guarda y aprendas la gratitud de amar y glorificar a Dios.
El segundo disfraz será de médico para que empieces a conocer la importancia de los alimentos y la higiene de la vida. El tercero será de payaso alegre para que valores la terapia del humor y la risa. El cuarto, de deportistas para que entiendas qué tan necesario es el ejercicio para la vitalidad
del cuerpo. El quinto, de profesor para que descubras la ruta venerable del saber donde la luz aviva la conciencia. El sexto, de bailador para disfrute la belleza de la música en la armonía del cuerpo. El séptimo, de poeta para que reveles los colores del sonido, las voces de los árboles y los secretos
en los labios del amor. Y los siguientes disfraces serán de ingeniero, pintor, piloto; pero jamás de torero ni cazador. No quiero que tus sueños ni tus manos se manchen con la sangre de la muerte, y la multitud en triste paradoja festeje la arrogancia victimaria. Alabo a Dios y le pido que te proteja te haga fuerte frente a las tentaciones que envilecen la condición humana.
Estos disfraces serán recreaciones para descubrir tu vocación. Enamórate de las cosas buenas que brotan de tu alma y sabrás lo que es talento. Aprenderás que cuando te dedicas largas horas a dialogar con los libros el tiempo pasa sin fatigarte. Celebrarás la invención de las letras, la musicalidad de los versos y la belleza del paisaje. Quiero que creas en ti. Que cultives las semillas de la gratitud y el respeto. Todos esos dones tú los tienes. No quedes en deuda con tu tiempo. Aprende a vivir con prudencia, sin los afanes
desmedido de querer ser siempre el primero, sin reconocer los méritos a los demás. La derrota es la madre de la victoria, no pregones el conformismo de conseguir las cosas fáciles. Todos tenemos el derecho de ser progresivamente más digno y mejores.
Tampoco quiero que uses el disfraz de guerrero para que la violencia y la venganza no sean motivos en tu corazón. El guerrero es un prisionero de su invento, reduce su territorio al tamaño de los pies. El guerrero cabalga en el lomo de la creciente y se siente como el río que ya no puede regresar. La soberbia del guerrero aniquila el perdón, en su alma el amor es casa deshabitada, ceniza calcinada.
Por: José Atuesta Mindiola
Hijo estoy pensando cuando llegue el momento de llevarte a las fiestas de disfraces.
Una joven mujer católica, convencida de que Dios es fuente suprema de vida, da gracias a Él por el infinito don de ser madre. Eleva plegarias por su hijo recién nacido y piensa en voz alta en estas reflexiones: Presiento mis amaneceres viéndote crecer. Deseo siempre que abras en silencio tus oídos para que escuches al Eterno Redentor, su palabra es bálsamo de vida y esperanza. Hijo estoy pensando cuando llegue el momento de llevarte a las fiestas de disfraces. El primer disfraz será de ángel, para que
descubras el Ángel de tu Guarda y aprendas la gratitud de amar y glorificar a Dios.
El segundo disfraz será de médico para que empieces a conocer la importancia de los alimentos y la higiene de la vida. El tercero será de payaso alegre para que valores la terapia del humor y la risa. El cuarto, de deportistas para que entiendas qué tan necesario es el ejercicio para la vitalidad
del cuerpo. El quinto, de profesor para que descubras la ruta venerable del saber donde la luz aviva la conciencia. El sexto, de bailador para disfrute la belleza de la música en la armonía del cuerpo. El séptimo, de poeta para que reveles los colores del sonido, las voces de los árboles y los secretos
en los labios del amor. Y los siguientes disfraces serán de ingeniero, pintor, piloto; pero jamás de torero ni cazador. No quiero que tus sueños ni tus manos se manchen con la sangre de la muerte, y la multitud en triste paradoja festeje la arrogancia victimaria. Alabo a Dios y le pido que te proteja te haga fuerte frente a las tentaciones que envilecen la condición humana.
Estos disfraces serán recreaciones para descubrir tu vocación. Enamórate de las cosas buenas que brotan de tu alma y sabrás lo que es talento. Aprenderás que cuando te dedicas largas horas a dialogar con los libros el tiempo pasa sin fatigarte. Celebrarás la invención de las letras, la musicalidad de los versos y la belleza del paisaje. Quiero que creas en ti. Que cultives las semillas de la gratitud y el respeto. Todos esos dones tú los tienes. No quedes en deuda con tu tiempo. Aprende a vivir con prudencia, sin los afanes
desmedido de querer ser siempre el primero, sin reconocer los méritos a los demás. La derrota es la madre de la victoria, no pregones el conformismo de conseguir las cosas fáciles. Todos tenemos el derecho de ser progresivamente más digno y mejores.
Tampoco quiero que uses el disfraz de guerrero para que la violencia y la venganza no sean motivos en tu corazón. El guerrero es un prisionero de su invento, reduce su territorio al tamaño de los pies. El guerrero cabalga en el lomo de la creciente y se siente como el río que ya no puede regresar. La soberbia del guerrero aniquila el perdón, en su alma el amor es casa deshabitada, ceniza calcinada.
Por: José Atuesta Mindiola