Celebremos la llegada del año dos mil veintitrés con optimismo cortés y la mente iluminada. La vida siempre es sagrada, que el respeto y la armonía sean racimos de hidalguía dando luz a la conciencia, y se aleje la violencia de la hermosa patria mía.
Celebremos la llegada
del año dos mil veintitrés
con optimismo cortés
y la mente iluminada.
La vida siempre es sagrada,
que el respeto y la armonía
sean racimos de hidalguía
dando luz a la conciencia,
y se aleje la violencia
de la hermosa patria mía.
La utopía es la fortaleza
para tejer la esperanza,
entre los rieles avanza
el nuevo año que empieza.
La decencia es la belleza.
La honradez, el pergamino.
El futuro de los niños:
la salud y la educación.
Para la paz de la Nación,
la justicia es el camino.
Llevemos la fe en las manos
que Dios siempre nos bendice
para que seamos felices
con la humildad del cristiano.
No guardes secretos vanos
ni repitas los errores
porque marchitan las flores
en tu jardín interior;
cultiva siempre el amor
de bondades y esplendores.
Somos del tiempo el jinete,
y entre la luz y la sombra
cabalgamos en la alfombra
de nostalgias y banquetes.
La mente es un palacete:
los recuerdos son altares
de alegrías y de pesares,
de las noches y los días.
Vivamos la epifanía
de la vida y sus cantares.
Por José Atuesta Mindiola
Celebremos la llegada del año dos mil veintitrés con optimismo cortés y la mente iluminada. La vida siempre es sagrada, que el respeto y la armonía sean racimos de hidalguía dando luz a la conciencia, y se aleje la violencia de la hermosa patria mía.
Celebremos la llegada
del año dos mil veintitrés
con optimismo cortés
y la mente iluminada.
La vida siempre es sagrada,
que el respeto y la armonía
sean racimos de hidalguía
dando luz a la conciencia,
y se aleje la violencia
de la hermosa patria mía.
La utopía es la fortaleza
para tejer la esperanza,
entre los rieles avanza
el nuevo año que empieza.
La decencia es la belleza.
La honradez, el pergamino.
El futuro de los niños:
la salud y la educación.
Para la paz de la Nación,
la justicia es el camino.
Llevemos la fe en las manos
que Dios siempre nos bendice
para que seamos felices
con la humildad del cristiano.
No guardes secretos vanos
ni repitas los errores
porque marchitan las flores
en tu jardín interior;
cultiva siempre el amor
de bondades y esplendores.
Somos del tiempo el jinete,
y entre la luz y la sombra
cabalgamos en la alfombra
de nostalgias y banquetes.
La mente es un palacete:
los recuerdos son altares
de alegrías y de pesares,
de las noches y los días.
Vivamos la epifanía
de la vida y sus cantares.
Por José Atuesta Mindiola