Hay candidatos para las presidenciales del 2022 que tienen el carácter indomado, impulsivo y variable. No maduraron el carácter. Y ello es grave en un gobernante porque en esos cargos, la pasión no puede atropellar a la razón. Ello sucede y es muy propio de la juventud adolescente y extrema.
Al mundo lo cambian las ideas, el carácter y el talante.
Hay candidatos para las presidenciales del 2022 que tienen el carácter indomado, impulsivo y variable. No maduraron el carácter. Y ello es grave en un gobernante porque en esos cargos, la pasión no puede atropellar a la razón. Ello sucede y es muy propio de la juventud adolescente y extrema.
Lo preocupante es tener un talante mesiánico y autocrático y unas ideas extremas porque esos candidatos siempre creen tener la razón y de la razón absolutista a la irracionalidad descabellada solo hay un paso. La gente es lo que tiene en la cabeza y en la psiquis. Y en ella anidan egos, taras, telarañas, miedos. Es su parte oscura. En la otra parte está lo opuesto, las ideas, la imaginación y los sueños.
Ojo pues con el talante en las elecciones presidenciales de este año porque hay candidatos con predisposición autoritaria. Karen Stenner acuñó el término predisposición autoritaria como una tendencia a favor de la homogeneidad y el orden pero que no se nota ni se manifiesta en la persona, ni en su carácter; se enmascara. La personalidad autoritaria, es distinta, esa sí se nota en el comportamiento y en la actitud de un individuo. El autoritario no tolera la complejidad, es antipluralista, se rodea de gente igual, estigmatiza al contrario y recela de las personas con ideas distintas.
Pilas con el talento en estas elecciones porque si es afín al autoritarismo no es que el candidato tenga mente estrecha, como anota Stenner, sino que presenta propuestas simples porque, con frecuencia, las personas no se sienten cómodas entendiendo la complejidad ni la diversidad de opiniones dado que buscan sentirse más seguras y protegidas aunque las ideas tengan tintes autoritarios. Buscan, a fin de cuentas, entender el mensaje sin tantas elucubraciones mentales. Ante la complejidad, el grueso del electorado cambia de canal y se sintoniza con otro candidato sin importarle tanto si es populista o autoritario.
Y es ahí cuando, tal y como lo afirma Innerarity, la democracia en Latinoamérica debe temerle a los que se disfrazan de demócratas y que por su talante, carácter e historia no lo son. Hay decisiones que desde antes de tomarlas ya están tomadas, las toma – sin darnos cuenta- el talante y el carácter. Y si el talante es autocrático escucharemos con frecuencia frases parecidas -y hasta peores- a “venda el carro” sino le gusta el pico y placa extendido en Bogotá.
Un presidente debe tener un talante firme y ser un moderado radical porque la moderación permite, tal y como lo escribí en una anterior columna, construir en colectivo, ser incluyente, generar consensos y mayorías y colocar al diálogo y a la escucha como valores importantes para la democracia. Y las personas moderadamente radicales son lo contrario a las arrogantes, populistas y prepotentes y son, por demás, las mejores para entender los problemas, interpretarlos y representarlos.
Por Enrique Herrera
Hay candidatos para las presidenciales del 2022 que tienen el carácter indomado, impulsivo y variable. No maduraron el carácter. Y ello es grave en un gobernante porque en esos cargos, la pasión no puede atropellar a la razón. Ello sucede y es muy propio de la juventud adolescente y extrema.
Al mundo lo cambian las ideas, el carácter y el talante.
Hay candidatos para las presidenciales del 2022 que tienen el carácter indomado, impulsivo y variable. No maduraron el carácter. Y ello es grave en un gobernante porque en esos cargos, la pasión no puede atropellar a la razón. Ello sucede y es muy propio de la juventud adolescente y extrema.
Lo preocupante es tener un talante mesiánico y autocrático y unas ideas extremas porque esos candidatos siempre creen tener la razón y de la razón absolutista a la irracionalidad descabellada solo hay un paso. La gente es lo que tiene en la cabeza y en la psiquis. Y en ella anidan egos, taras, telarañas, miedos. Es su parte oscura. En la otra parte está lo opuesto, las ideas, la imaginación y los sueños.
Ojo pues con el talante en las elecciones presidenciales de este año porque hay candidatos con predisposición autoritaria. Karen Stenner acuñó el término predisposición autoritaria como una tendencia a favor de la homogeneidad y el orden pero que no se nota ni se manifiesta en la persona, ni en su carácter; se enmascara. La personalidad autoritaria, es distinta, esa sí se nota en el comportamiento y en la actitud de un individuo. El autoritario no tolera la complejidad, es antipluralista, se rodea de gente igual, estigmatiza al contrario y recela de las personas con ideas distintas.
Pilas con el talento en estas elecciones porque si es afín al autoritarismo no es que el candidato tenga mente estrecha, como anota Stenner, sino que presenta propuestas simples porque, con frecuencia, las personas no se sienten cómodas entendiendo la complejidad ni la diversidad de opiniones dado que buscan sentirse más seguras y protegidas aunque las ideas tengan tintes autoritarios. Buscan, a fin de cuentas, entender el mensaje sin tantas elucubraciones mentales. Ante la complejidad, el grueso del electorado cambia de canal y se sintoniza con otro candidato sin importarle tanto si es populista o autoritario.
Y es ahí cuando, tal y como lo afirma Innerarity, la democracia en Latinoamérica debe temerle a los que se disfrazan de demócratas y que por su talante, carácter e historia no lo son. Hay decisiones que desde antes de tomarlas ya están tomadas, las toma – sin darnos cuenta- el talante y el carácter. Y si el talante es autocrático escucharemos con frecuencia frases parecidas -y hasta peores- a “venda el carro” sino le gusta el pico y placa extendido en Bogotá.
Un presidente debe tener un talante firme y ser un moderado radical porque la moderación permite, tal y como lo escribí en una anterior columna, construir en colectivo, ser incluyente, generar consensos y mayorías y colocar al diálogo y a la escucha como valores importantes para la democracia. Y las personas moderadamente radicales son lo contrario a las arrogantes, populistas y prepotentes y son, por demás, las mejores para entender los problemas, interpretarlos y representarlos.
Por Enrique Herrera