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Columnista - 26 octubre, 2021

Teoría sobre las obsesiones

Cuando escribo sobre algo me baso, antes que todo, en los conceptos matemáticos como base de una buena filosofía argumental, por ello comienzo expresando que el término obsesión es la suma de los pensamientos e intenciones negativas que tiene una persona, y la suma de sensaciones e ideas negativas nunca darán hechos positivos. Desde el […]

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Cuando escribo sobre algo me baso, antes que todo, en los conceptos matemáticos como base de una buena filosofía argumental, por ello comienzo expresando que el término obsesión es la suma de los pensamientos e intenciones negativas que tiene una persona, y la suma de sensaciones e ideas negativas nunca darán hechos positivos.

Desde el punto de vista sociológico son las ideas y pensamientos permanentes negativos, que generan conductas negativas o contrarias a la buena práctica de los procesos éticos y morales, pues terminan produciendo ansiedades, que en formas repetitivas se adueñan de la mente y atacan sin piedad, muchas veces, a todo lo que se atraviesa en su camino, sea bueno o sea malo;  en su mayoría en desacuerdo con la conciencia de la persona, pero persisten, pues casi siempre están alimentadas por resentimientos, envidias e incompetencias en alguna actividad que se ha pretendido.

Es común dentro de las diferentes clases de obsesiones la de tipo político, en donde se persiguen situaciones que, guiadas por pasiones extremas, se busca el empoderamiento de actividades, posiciones, honores y sobre todo instituciones relevantes, no importa que sean públicas o privadas, cuando no se tiene ninguna clase de méritos para ello, pero siempre acompañadas de un sentimiento de ansiedad que conlleva, como casi siempre ocurre, a terminar mal en el desarrollo de tal actividad.

Los obsesivos en la política han acabado con medio país, practicando la destrucción de instituciones firmes, muchas veces edificadas por el esfuerzo permanente de grupos regionales que se han preocupado toda una vida por el progreso de una comunidad, pero el deseo del poder saca del medio a todo lo que ve que signifique bienestar.

No podemos confundir capricho con obsesión a pesar de que coinciden con algunas características, pero siendo aquel efímero, pasajero, aunque algunas veces repetitivo y es aquí en donde se confunde con obsesión.

Las obsesiones en el amor se acomodan con el pasar del tiempo buscando estabilidad, aunque cuando a un amor se le reconstruye es muy difícil sellar las cicatrices, pero normalmente se curan con otro amor, a diferencia de las políticas, que hacen daño, enferman y destruyen por doquier, sino, analicen las situaciones de cada una de nuestras regiones colombianas donde las mentes obsesas se interponen siempre al desarrollo, pues irrespetan la libertad y el orden.

Tampoco debe confundirse la obsesión con fanatismo o sectarismo, pero estas dos mezcladas se convierten en poderosa bomba como otrora la practicaron y se probaron entre nuestros partidos tradicionales: liberales y conservadores, donde los resentimientos, por las falsas interpretaciones de sus principios básicos, aún tienen raíces sembradas, pues la educación sigue permaneciendo estancada y esto ha generado segregaciones que siguen propagando divisiones eternas como las llamadas hoy izquierdas y derechas obsesivas, que si no las frenamos a tiempo terminaremos en guerras civiles incontrolables.

Si luchamos cada día por nuestra región estaremos formando una patria grande, donde solo reine la lealtad y el bien común, que son las bases de las riquezas sanas.

La imaginación, cuando practicamos ejercicios políticos, hay que cuidarla mucho para encausarla por los caminos debidos y evitar que nos atropellen los actos obsesivos, que son los que limitan la libertad y nos quitan la felicidad, haciéndonos seres indefensos que no nos permiten huir de los sitios en donde nos ponen un precio, rechazando los lugares en donde nos reconocen los valores.

El obsesivo nunca producirá nada bueno, pues la desesperación lo obnubila y el espacio para las buenas ideas se pierde.

Columnista
26 octubre, 2021

Teoría sobre las obsesiones

Feel the sand on your feet, not your wardrobe weight.
Fausto Cotes

Cuando escribo sobre algo me baso, antes que todo, en los conceptos matemáticos como base de una buena filosofía argumental, por ello comienzo expresando que el término obsesión es la suma de los pensamientos e intenciones negativas que tiene una persona, y la suma de sensaciones e ideas negativas nunca darán hechos positivos. Desde el […]


Cuando escribo sobre algo me baso, antes que todo, en los conceptos matemáticos como base de una buena filosofía argumental, por ello comienzo expresando que el término obsesión es la suma de los pensamientos e intenciones negativas que tiene una persona, y la suma de sensaciones e ideas negativas nunca darán hechos positivos.

Desde el punto de vista sociológico son las ideas y pensamientos permanentes negativos, que generan conductas negativas o contrarias a la buena práctica de los procesos éticos y morales, pues terminan produciendo ansiedades, que en formas repetitivas se adueñan de la mente y atacan sin piedad, muchas veces, a todo lo que se atraviesa en su camino, sea bueno o sea malo;  en su mayoría en desacuerdo con la conciencia de la persona, pero persisten, pues casi siempre están alimentadas por resentimientos, envidias e incompetencias en alguna actividad que se ha pretendido.

Es común dentro de las diferentes clases de obsesiones la de tipo político, en donde se persiguen situaciones que, guiadas por pasiones extremas, se busca el empoderamiento de actividades, posiciones, honores y sobre todo instituciones relevantes, no importa que sean públicas o privadas, cuando no se tiene ninguna clase de méritos para ello, pero siempre acompañadas de un sentimiento de ansiedad que conlleva, como casi siempre ocurre, a terminar mal en el desarrollo de tal actividad.

Los obsesivos en la política han acabado con medio país, practicando la destrucción de instituciones firmes, muchas veces edificadas por el esfuerzo permanente de grupos regionales que se han preocupado toda una vida por el progreso de una comunidad, pero el deseo del poder saca del medio a todo lo que ve que signifique bienestar.

No podemos confundir capricho con obsesión a pesar de que coinciden con algunas características, pero siendo aquel efímero, pasajero, aunque algunas veces repetitivo y es aquí en donde se confunde con obsesión.

Las obsesiones en el amor se acomodan con el pasar del tiempo buscando estabilidad, aunque cuando a un amor se le reconstruye es muy difícil sellar las cicatrices, pero normalmente se curan con otro amor, a diferencia de las políticas, que hacen daño, enferman y destruyen por doquier, sino, analicen las situaciones de cada una de nuestras regiones colombianas donde las mentes obsesas se interponen siempre al desarrollo, pues irrespetan la libertad y el orden.

Tampoco debe confundirse la obsesión con fanatismo o sectarismo, pero estas dos mezcladas se convierten en poderosa bomba como otrora la practicaron y se probaron entre nuestros partidos tradicionales: liberales y conservadores, donde los resentimientos, por las falsas interpretaciones de sus principios básicos, aún tienen raíces sembradas, pues la educación sigue permaneciendo estancada y esto ha generado segregaciones que siguen propagando divisiones eternas como las llamadas hoy izquierdas y derechas obsesivas, que si no las frenamos a tiempo terminaremos en guerras civiles incontrolables.

Si luchamos cada día por nuestra región estaremos formando una patria grande, donde solo reine la lealtad y el bien común, que son las bases de las riquezas sanas.

La imaginación, cuando practicamos ejercicios políticos, hay que cuidarla mucho para encausarla por los caminos debidos y evitar que nos atropellen los actos obsesivos, que son los que limitan la libertad y nos quitan la felicidad, haciéndonos seres indefensos que no nos permiten huir de los sitios en donde nos ponen un precio, rechazando los lugares en donde nos reconocen los valores.

El obsesivo nunca producirá nada bueno, pues la desesperación lo obnubila y el espacio para las buenas ideas se pierde.