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Editorial - 21 diciembre, 2018

Cesar, tierra bendita

En 22.905 kilómetros cuadrados, con una población de 1.041.203 habitantes, el departamento del Cesar es uno de los territorios con mayor riqueza en Colombia. Somos ricos en gente, con mestizos y blancos (82,7%), afrocolombianos y mulatos (12,1%), indígenas o amerindios (8,2%). Somos ricos en ecosistemas, solo por destacar algunos: los picos de la Sierra Nevada, […]

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En 22.905 kilómetros cuadrados, con una población de 1.041.203 habitantes, el departamento del Cesar es uno de los territorios con mayor riqueza en Colombia. Somos ricos en gente, con mestizos y blancos (82,7%), afrocolombianos y mulatos (12,1%), indígenas o amerindios (8,2%). Somos ricos en ecosistemas, solo por destacar algunos: los picos de la Sierra Nevada, el incipiente desierto en Guacoche y la majestuosa ciénaga de Zapatosa, sin entrar en detalles sobre la producción agropecuaria y las gigantescas reservas de carbón, gas y petróleo.

Somos ricos en cultura, gracias al vallenato- el género declarado por la Unesco Patrimonio Inmaterial de la Humanidad-, gracias a la música de tamboras y otras expresiones artísticas que van desde Valledupar en el extremo norte, hasta San Alberto en el extremo sur.

Hoy más que nunca nos sentimos orgullosos de este territorio y agradecemos a los valientes que promovieron la creación del Cesar como departamento, el cual se fundó un día como hoy hace 51 años, el 21 de diciembre de 1967. Desde entonces, tras el paso de 35 gobernadores, uno buenos y otros malos, con diferente carácter y distintas formas de hacer política. Hoy se evidencia un indudable desarrollo, con sus bemoles y sostenidos, pero ahora lo que más importa es lo que harán los próximos mandatarios.

Necesitamos de más valientes que se independicen de la corrupción que tanta recursos le resta a la inversión. Un resultado evidente de la creación del departamento del Cesar fue el incremento del presupuesto de inversión. El monto invertido por el primer gobierno departamental, en cabeza de Alfonso López Michelsen, pasó de $8,9 millones en 1968 a $33,3 millones en 1970, con inversiones importantes en vías, acueductos, alcantarillados, plantas de tratamiento de agua y electrificación. Sin embargo, luego de medio siglo hay mucha pobreza debido a las necesidades básicas insatisfechas porque no se prioriza.
Somos ricos porque tuvimos oro blanco, ahora tenemos oro negro y se vislumbra oro naranja con el fortalecimiento de la economía creativa. Según el estudio ‘Cincuenta años de la economía del Cesar: De la agroindustria del algodón a la extracción del Carbón’, elaborado por el economista cesarense Jaime Bonet Morón (gerente del Banco de la República en Cartagena) y María Aguilera Díaz la historia económica cesarense ha estado basada en tres etapas de su desarrollo: (i) los primeros 12 años correspondieron a una bonanza económica generada por la agroindustria del algodón, donde tuvo un alto crecimiento económico y alcanzó uno de los mayores ingresos per cápita del país; (ii) luego, entró durante dos décadas en una etapa de estancamiento, por la crisis algodonera que afectó otras actividades como la ganadería y, además, fue un periodo de inseguridad en el campo por las acciones de grupos al margen de la ley; y (iii) en las últimas dos décadas la minería de carbón se convirtió en la actividad que genera el mayor porcentaje de su producto interno bruto. Sin embargo, se sabe que este último renglón económico tiene sus días contados, aunque sería más preciso y prudente hablar de años, mientras se da la transición a otras fuentes.

Afortunadamente, en la actualidad se desarrollan prometedores proyectos de energías renovables y se impulsa la tan de moda economía naranja. Es necesario el acompañamiento de la institucionalidad, asesorando e impulsando esa prometedora industria que puede llegar a ser la más sostenible en el tiempo. La historia nos ha demostrado que esta tierra es bendita y ha parido a los más ingeniosos personajes, al punto que podríamos afirmar que hay una mina de oro en la cabeza de cada creativo cesarense.

Editorial
21 diciembre, 2018

Cesar, tierra bendita

En 22.905 kilómetros cuadrados, con una población de 1.041.203 habitantes, el departamento del Cesar es uno de los territorios con mayor riqueza en Colombia. Somos ricos en gente, con mestizos y blancos (82,7%), afrocolombianos y mulatos (12,1%), indígenas o amerindios (8,2%). Somos ricos en ecosistemas, solo por destacar algunos: los picos de la Sierra Nevada, […]


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En 22.905 kilómetros cuadrados, con una población de 1.041.203 habitantes, el departamento del Cesar es uno de los territorios con mayor riqueza en Colombia. Somos ricos en gente, con mestizos y blancos (82,7%), afrocolombianos y mulatos (12,1%), indígenas o amerindios (8,2%). Somos ricos en ecosistemas, solo por destacar algunos: los picos de la Sierra Nevada, el incipiente desierto en Guacoche y la majestuosa ciénaga de Zapatosa, sin entrar en detalles sobre la producción agropecuaria y las gigantescas reservas de carbón, gas y petróleo.

Somos ricos en cultura, gracias al vallenato- el género declarado por la Unesco Patrimonio Inmaterial de la Humanidad-, gracias a la música de tamboras y otras expresiones artísticas que van desde Valledupar en el extremo norte, hasta San Alberto en el extremo sur.

Hoy más que nunca nos sentimos orgullosos de este territorio y agradecemos a los valientes que promovieron la creación del Cesar como departamento, el cual se fundó un día como hoy hace 51 años, el 21 de diciembre de 1967. Desde entonces, tras el paso de 35 gobernadores, uno buenos y otros malos, con diferente carácter y distintas formas de hacer política. Hoy se evidencia un indudable desarrollo, con sus bemoles y sostenidos, pero ahora lo que más importa es lo que harán los próximos mandatarios.

Necesitamos de más valientes que se independicen de la corrupción que tanta recursos le resta a la inversión. Un resultado evidente de la creación del departamento del Cesar fue el incremento del presupuesto de inversión. El monto invertido por el primer gobierno departamental, en cabeza de Alfonso López Michelsen, pasó de $8,9 millones en 1968 a $33,3 millones en 1970, con inversiones importantes en vías, acueductos, alcantarillados, plantas de tratamiento de agua y electrificación. Sin embargo, luego de medio siglo hay mucha pobreza debido a las necesidades básicas insatisfechas porque no se prioriza.
Somos ricos porque tuvimos oro blanco, ahora tenemos oro negro y se vislumbra oro naranja con el fortalecimiento de la economía creativa. Según el estudio ‘Cincuenta años de la economía del Cesar: De la agroindustria del algodón a la extracción del Carbón’, elaborado por el economista cesarense Jaime Bonet Morón (gerente del Banco de la República en Cartagena) y María Aguilera Díaz la historia económica cesarense ha estado basada en tres etapas de su desarrollo: (i) los primeros 12 años correspondieron a una bonanza económica generada por la agroindustria del algodón, donde tuvo un alto crecimiento económico y alcanzó uno de los mayores ingresos per cápita del país; (ii) luego, entró durante dos décadas en una etapa de estancamiento, por la crisis algodonera que afectó otras actividades como la ganadería y, además, fue un periodo de inseguridad en el campo por las acciones de grupos al margen de la ley; y (iii) en las últimas dos décadas la minería de carbón se convirtió en la actividad que genera el mayor porcentaje de su producto interno bruto. Sin embargo, se sabe que este último renglón económico tiene sus días contados, aunque sería más preciso y prudente hablar de años, mientras se da la transición a otras fuentes.

Afortunadamente, en la actualidad se desarrollan prometedores proyectos de energías renovables y se impulsa la tan de moda economía naranja. Es necesario el acompañamiento de la institucionalidad, asesorando e impulsando esa prometedora industria que puede llegar a ser la más sostenible en el tiempo. La historia nos ha demostrado que esta tierra es bendita y ha parido a los más ingeniosos personajes, al punto que podríamos afirmar que hay una mina de oro en la cabeza de cada creativo cesarense.