Si en el mundo productivo existe una actividad que pueda tener un carácter sostenible, ésta es sin duda el sector forestal. En el nivel mundial se ha iniciado una línea de certificación como instrumento para la gestión sostenible de los bosques que constituye una respuesta a la reducción y a la pérdida de calidad de […]
Si en el mundo productivo existe una actividad que pueda tener un carácter sostenible, ésta es sin duda el sector forestal.
En el nivel mundial se ha iniciado una línea de certificación como instrumento para la gestión sostenible de los bosques que constituye una respuesta a la reducción y a la pérdida de calidad de los bosques a escala planetaria. La certificación de los productos forestales (FSC) se propone mejorar la gestión forestal y obtener un mejor acceso al mercado de los productos procedentes de un bosque manejado sosteniblemente, puesto que supone un valor añadido de competitividad y calidad para estos.
En Europa, los problemas forestales varían entre las regiones como consecuencias de la influencia de las variables de la idiosincrasia y realidad social local. No obstante, la problemática global del sector es la misma, y se caracteriza por tener una economía interna en grave crisis, inmersa en un proceso de internalización que tiene dificultades para conseguir que el precio del producto refleje su valor real.
El reto del futuro para el sector es encontrar la manera de evaluar las economías externas a partir de las ventajas sociales que reportan los bosques a la sociedad de principios de milenio, ventajas numerosas y no valoradas. En otras palabras, es necesario hallar la forma de valorar las externalidades positivas del bosque para así conseguir su correcta valorización.
No insistiremos sobre la multifuncionalidad del bosque, pero si haremos sobre algunas de sus externalidades, que forman parte de su valor completo pero se encuentran tergiversadas y minusvaloradas socialmente.
La primera es la pura y simple existencia de las masas forestales, con un estado, distribución y ubicación directamente relacionados con los sistemas de explotación a los que han sido sometidas. En Europa las masas forestales están situadas principalmente en áreas de difícil acceso; por lo tanto, son las condiciones del relieve las que han dificultado su explotación o eliminación o una y otra. Los mejores bosques se encuentran en áreas de montaña cuyas prácticas históricas de gestión hoy serían calificadas de sostenibles. Su buen estado hoy las ha hecho a menudo objeto de protección.
En segundo lugar, según Badia, Estrada y Vilanova (1978), la producción de oxigeno de un bosque europeo medio se estima que puede variar entre 12 y 20 toneladas/ hectáreas / año; la misma superficie, en el mismo lapso, puede fijar de 8 a 10 toneladas de carbono, incorporado en forma de dióxido de carbono.
En tercer lugar, nuestros árboles permiten que el agua circule entre el suelo y el aire. Y aún más: las masas forestales regulan la humedad y la temperatura, mantienen en funcionamiento el ciclo del agua, purifican el aire, mantienen el grado de humedad suficiente en el suelo, favorecen la formación de hierbas y protegen de la erosión.
Finalmente el bosque mantiene de manera excepcional la biodiversidad, un valor ambiental regresivo. Cada vez se reduce más el número de especies distintas particularmente animales que viven en los bosques.
Si en el mundo productivo existe una actividad que pueda tener un carácter sostenible, ésta es sin duda el sector forestal. En el nivel mundial se ha iniciado una línea de certificación como instrumento para la gestión sostenible de los bosques que constituye una respuesta a la reducción y a la pérdida de calidad de […]
Si en el mundo productivo existe una actividad que pueda tener un carácter sostenible, ésta es sin duda el sector forestal.
En el nivel mundial se ha iniciado una línea de certificación como instrumento para la gestión sostenible de los bosques que constituye una respuesta a la reducción y a la pérdida de calidad de los bosques a escala planetaria. La certificación de los productos forestales (FSC) se propone mejorar la gestión forestal y obtener un mejor acceso al mercado de los productos procedentes de un bosque manejado sosteniblemente, puesto que supone un valor añadido de competitividad y calidad para estos.
En Europa, los problemas forestales varían entre las regiones como consecuencias de la influencia de las variables de la idiosincrasia y realidad social local. No obstante, la problemática global del sector es la misma, y se caracteriza por tener una economía interna en grave crisis, inmersa en un proceso de internalización que tiene dificultades para conseguir que el precio del producto refleje su valor real.
El reto del futuro para el sector es encontrar la manera de evaluar las economías externas a partir de las ventajas sociales que reportan los bosques a la sociedad de principios de milenio, ventajas numerosas y no valoradas. En otras palabras, es necesario hallar la forma de valorar las externalidades positivas del bosque para así conseguir su correcta valorización.
No insistiremos sobre la multifuncionalidad del bosque, pero si haremos sobre algunas de sus externalidades, que forman parte de su valor completo pero se encuentran tergiversadas y minusvaloradas socialmente.
La primera es la pura y simple existencia de las masas forestales, con un estado, distribución y ubicación directamente relacionados con los sistemas de explotación a los que han sido sometidas. En Europa las masas forestales están situadas principalmente en áreas de difícil acceso; por lo tanto, son las condiciones del relieve las que han dificultado su explotación o eliminación o una y otra. Los mejores bosques se encuentran en áreas de montaña cuyas prácticas históricas de gestión hoy serían calificadas de sostenibles. Su buen estado hoy las ha hecho a menudo objeto de protección.
En segundo lugar, según Badia, Estrada y Vilanova (1978), la producción de oxigeno de un bosque europeo medio se estima que puede variar entre 12 y 20 toneladas/ hectáreas / año; la misma superficie, en el mismo lapso, puede fijar de 8 a 10 toneladas de carbono, incorporado en forma de dióxido de carbono.
En tercer lugar, nuestros árboles permiten que el agua circule entre el suelo y el aire. Y aún más: las masas forestales regulan la humedad y la temperatura, mantienen en funcionamiento el ciclo del agua, purifican el aire, mantienen el grado de humedad suficiente en el suelo, favorecen la formación de hierbas y protegen de la erosión.
Finalmente el bosque mantiene de manera excepcional la biodiversidad, un valor ambiental regresivo. Cada vez se reduce más el número de especies distintas particularmente animales que viven en los bosques.