Si no hay timonazo no hay cambio de rumbo y más perderá Petro y la izquierda que el país.
Si Petro no quiere pasar a la historia como una decepción anunciada debe desanclarse de su dogmatismo; ser pragmático; construir puentes y no muros; concentrarse en la acción; desplazarse al centro político y cambiar de equipo. Nombrar uno avezado en el hacer más que en el decir.
Ya lo escribió Jorge Iván González cuando afirmó: “La absolutización de la bondad del discurso llevó a desconocer la complejidad de su realización práctica” y renunció al DNP y también Carlos Granés cuando anotó que el gobierno tiene “una nula capacidad para gestionar lo real y concreto”. Esto es ya, un lugar común, un sentir ciudadano.
El gobierno lanza casi todos los días ideas y palabras ¡sin hechos! y el exceso de ideas y narrativas desvaloriza a las dos, crea desconfianza en el relato y en los narradores y, además, genera incredulidad.
Pareciese que el gobierno se ocupa mucho de la ideología, de sus creencias pero no de las acciones que debe ejecutar y así, entonces, hay un gobierno teórico e idealista imaginario que dista de ser práctico y realista. Esa es su tragedia y frustración y es el estado de ánimo de sus seguidores.
La pregunta ahora es, ¿el gobierno va a seguir en esa línea hasta que termine su mandato?
Si la respuesta es sí, el camino será largo y culebrero porque como menciona -para el caso de Chile- el artículo de The Economist: “Si no hay flexibilidad y pragmatismo para alcanzar las soluciones, Chile podría quedar atrapado en un nuevo ciclo de frustración“.
Para tener mejor suerte el gobierno debe ser pragmático y deliberativo. Pero no es lo uno ni lo otro porque las reformas sociales y sus políticas públicas (por ejemplo, la no exploración de petróleo y gas o la rural enfocada en la entrega de propiedad de la tierra) no admiten puntos intermedios porque tienen altas dosis de dogmatismo y el equipo de gobierno no tiene licencia para contraargumentar, solo para obedecer.
Por ejemplo, las reformas a la salud y la laboral han continuado su trámite pero sin deliberación. Deliberar implica en disponerse a dar razones, entender las ajenas y tomar las que, luego de un examen de evidencias, resulten ser mejores.
Y entonces, por ello, otra fatalidad del gobierno es su dificultad de encontrar puntos medios. Me explico: supongamos que la solución -a las reformas sociales y a las políticas- puede situarse en una única línea (utilidad) en los puntos señalados como A y B: A — x — B
Siendo el punto x una solución potencial al conflicto. Si A y B se encuentran suficientemente alejados entre sí en la escala de la utilidad -y lo están- el conflicto puede no tener solución. Y no la tendrá por la carga ideológica del gobierno y las movilizaciones que, con poca gente, en vez de promover el encuentro hacen lo contrario.
Si no hay timonazo no hay cambio de rumbo y más perderá Petro y la izquierda que el país.
Por Enrique Herrera
@enriqueha
Si no hay timonazo no hay cambio de rumbo y más perderá Petro y la izquierda que el país.
Si Petro no quiere pasar a la historia como una decepción anunciada debe desanclarse de su dogmatismo; ser pragmático; construir puentes y no muros; concentrarse en la acción; desplazarse al centro político y cambiar de equipo. Nombrar uno avezado en el hacer más que en el decir.
Ya lo escribió Jorge Iván González cuando afirmó: “La absolutización de la bondad del discurso llevó a desconocer la complejidad de su realización práctica” y renunció al DNP y también Carlos Granés cuando anotó que el gobierno tiene “una nula capacidad para gestionar lo real y concreto”. Esto es ya, un lugar común, un sentir ciudadano.
El gobierno lanza casi todos los días ideas y palabras ¡sin hechos! y el exceso de ideas y narrativas desvaloriza a las dos, crea desconfianza en el relato y en los narradores y, además, genera incredulidad.
Pareciese que el gobierno se ocupa mucho de la ideología, de sus creencias pero no de las acciones que debe ejecutar y así, entonces, hay un gobierno teórico e idealista imaginario que dista de ser práctico y realista. Esa es su tragedia y frustración y es el estado de ánimo de sus seguidores.
La pregunta ahora es, ¿el gobierno va a seguir en esa línea hasta que termine su mandato?
Si la respuesta es sí, el camino será largo y culebrero porque como menciona -para el caso de Chile- el artículo de The Economist: “Si no hay flexibilidad y pragmatismo para alcanzar las soluciones, Chile podría quedar atrapado en un nuevo ciclo de frustración“.
Para tener mejor suerte el gobierno debe ser pragmático y deliberativo. Pero no es lo uno ni lo otro porque las reformas sociales y sus políticas públicas (por ejemplo, la no exploración de petróleo y gas o la rural enfocada en la entrega de propiedad de la tierra) no admiten puntos intermedios porque tienen altas dosis de dogmatismo y el equipo de gobierno no tiene licencia para contraargumentar, solo para obedecer.
Por ejemplo, las reformas a la salud y la laboral han continuado su trámite pero sin deliberación. Deliberar implica en disponerse a dar razones, entender las ajenas y tomar las que, luego de un examen de evidencias, resulten ser mejores.
Y entonces, por ello, otra fatalidad del gobierno es su dificultad de encontrar puntos medios. Me explico: supongamos que la solución -a las reformas sociales y a las políticas- puede situarse en una única línea (utilidad) en los puntos señalados como A y B: A — x — B
Siendo el punto x una solución potencial al conflicto. Si A y B se encuentran suficientemente alejados entre sí en la escala de la utilidad -y lo están- el conflicto puede no tener solución. Y no la tendrá por la carga ideológica del gobierno y las movilizaciones que, con poca gente, en vez de promover el encuentro hacen lo contrario.
Si no hay timonazo no hay cambio de rumbo y más perderá Petro y la izquierda que el país.
Por Enrique Herrera
@enriqueha