Petro, para muchos, representaba una ilusión. Era una promesa que se asomó, pero se alejó.
Petro, para muchos, representaba una ilusión. Era una promesa que se asomó, pero se alejó.
Esperando a Godot es una obra de Samuel Beckett y es la historia de una esperanza que tiene nombre propio: Godot. En Godot estaban cifradas las ilusiones pero él, nunca aparece. “Mañana todo irá mejor, Godot llegará mañana” pero jamás llega.
Es también, la historia de una espera que termina defraudando y decepcionando. Trata del anhelo pero también de la frustración y del tiempo perdido. El tiempo transcurre -ya va un año de gobierno- pero no ven a Godot. Colombia tiene su Godot.
Pero como Godot no llega, sus electores transitan de la esperanza a la desilusión y por ahí, a la retirada. Ya se cuentan por montones, comenzando por columnistas y siguiendo con votantes y por ello, en las elecciones de octubre, las mayorías estarán en otro lado.
Ese es el primer año de Petro con sus huestes.
En ese año, pareciese, para muchos, que las cosas se salieron de control y que no hubo, como Alejandro Gaviria lo anotó, una explosión controlada sino una descontrolada. Su hijo Nicolás Petro, su exnuera y la coalición de gobierno están fuera de control y el frenazo a la economía, la inseguridad, su popularidad, gobernabilidad y la baja ejecución presupuestal, van por el mismo camino, se están saliendo de control.
Pero faltan tres años. ¿Qué hacer?
Lo primero que tiene que hacer el gobierno es reconocer sus equivocaciones, pero ello no es fácil porque vivimos en una cultura que desprecia el error; sin embargo, de no hacerlo, quedarán estancados en el error y sin ninguna salida posible; por ejemplo, el de las reformas sociales planteadas tal cual como las quiere el gobierno o, continuar con una reforma agraria retrógrada, concentrada en la entrega de la propiedad predial que tiene el sino trágico de no producir resultados: ni en la entrega de tierras –sus funcionarios mienten y meten gato por liebre en las cifras-, ni el crecimiento del sector –el pib agropecuario se contrajo un -1.4% en el segundo trimestre- ni en la disminución sustancial de la inflación de los alimentos, hay logros. Reconocer el error, permite el cambio real.
Y ello implica desideologizar las políticas públicas porque entre más se impliquen las personas con una creencia, más difícil será liberarse de ella. Pero eso solo no basta.
Es necesario menos relatos y más hechos; menos ideas y más políticas públicas; menos activismo y más gobierno; menos romanticismo y grandilocuencia y más tecnocracia y proyectos; menos bla, bla, bla y más método; menos dogmatismo y más pragmatismo; menos sobre simplificación y más complejidad; menos populismo y soluciones fáciles a problemas complejos y más estudios técnicos, experiencia y conocimiento de los funcionarios; menos cosas imposibles y más posibles; menos… y más…
En resumen, este gobierno necesita dos cosas. La primera es cambiar y la segunda, entender que menos es más. Menos relatos, discursos y twitter y más resultados y soluciones concretas.
Por Enrique Herrera.
Petro, para muchos, representaba una ilusión. Era una promesa que se asomó, pero se alejó.
Petro, para muchos, representaba una ilusión. Era una promesa que se asomó, pero se alejó.
Esperando a Godot es una obra de Samuel Beckett y es la historia de una esperanza que tiene nombre propio: Godot. En Godot estaban cifradas las ilusiones pero él, nunca aparece. “Mañana todo irá mejor, Godot llegará mañana” pero jamás llega.
Es también, la historia de una espera que termina defraudando y decepcionando. Trata del anhelo pero también de la frustración y del tiempo perdido. El tiempo transcurre -ya va un año de gobierno- pero no ven a Godot. Colombia tiene su Godot.
Pero como Godot no llega, sus electores transitan de la esperanza a la desilusión y por ahí, a la retirada. Ya se cuentan por montones, comenzando por columnistas y siguiendo con votantes y por ello, en las elecciones de octubre, las mayorías estarán en otro lado.
Ese es el primer año de Petro con sus huestes.
En ese año, pareciese, para muchos, que las cosas se salieron de control y que no hubo, como Alejandro Gaviria lo anotó, una explosión controlada sino una descontrolada. Su hijo Nicolás Petro, su exnuera y la coalición de gobierno están fuera de control y el frenazo a la economía, la inseguridad, su popularidad, gobernabilidad y la baja ejecución presupuestal, van por el mismo camino, se están saliendo de control.
Pero faltan tres años. ¿Qué hacer?
Lo primero que tiene que hacer el gobierno es reconocer sus equivocaciones, pero ello no es fácil porque vivimos en una cultura que desprecia el error; sin embargo, de no hacerlo, quedarán estancados en el error y sin ninguna salida posible; por ejemplo, el de las reformas sociales planteadas tal cual como las quiere el gobierno o, continuar con una reforma agraria retrógrada, concentrada en la entrega de la propiedad predial que tiene el sino trágico de no producir resultados: ni en la entrega de tierras –sus funcionarios mienten y meten gato por liebre en las cifras-, ni el crecimiento del sector –el pib agropecuario se contrajo un -1.4% en el segundo trimestre- ni en la disminución sustancial de la inflación de los alimentos, hay logros. Reconocer el error, permite el cambio real.
Y ello implica desideologizar las políticas públicas porque entre más se impliquen las personas con una creencia, más difícil será liberarse de ella. Pero eso solo no basta.
Es necesario menos relatos y más hechos; menos ideas y más políticas públicas; menos activismo y más gobierno; menos romanticismo y grandilocuencia y más tecnocracia y proyectos; menos bla, bla, bla y más método; menos dogmatismo y más pragmatismo; menos sobre simplificación y más complejidad; menos populismo y soluciones fáciles a problemas complejos y más estudios técnicos, experiencia y conocimiento de los funcionarios; menos cosas imposibles y más posibles; menos… y más…
En resumen, este gobierno necesita dos cosas. La primera es cambiar y la segunda, entender que menos es más. Menos relatos, discursos y twitter y más resultados y soluciones concretas.
Por Enrique Herrera.