Ciertamente, hay un hondo clamor, en lo profundo del corazón de cada persona por lograr una conexión íntima con Dios.
“Está mi alma apegada a ti; tu diestra me ha sostenido”. Salmos 63,8. Blas Pascal, físico y matemático francés, decía que en el corazón de toda persona existe un vacío que tiene la figura de Dios, no puede ser llenado con nada ni con nadie, solamente con la persona de Jesús.
Ciertamente, hay un hondo clamor, en lo profundo del corazón de cada persona por lograr una conexión íntima con Dios. A fin de cuentas, fuimos creados para conocer a Dios y permanecer en Él.
¿Qué significa estar unidos a Dios por medio de Cristo? La palabra “unido” puede tener una cantidad de matices semánticos. Me encanta la acepción que se encuentra en el texto del epígrafe: Apegada, aferrada, dando la idea de perseguir con la intención de alcanzar; y cuando lo haga, me aferraré a él, de tal manera que nunca más le dejaré ir.
Estar unido a Dios por medio de Cristo es buscarlo con intencionalidad e intensidad, perseguirlo con el objetivo de aferrarme a él.
Cuando pienso en estar unido con Cristo y cómo ilustrar esa verdad, recuerdo el caso de la mujer samaritana: Cuando Jesús habló con ella en el pozo de Jacob y ella presentó su primera pregunta acerca del lugar correcto de adoración: Jerusalén o Gerisim. Lo que realmente preguntaba era: ¿Cuál es la forma correcta de conectarme con Dios? La respuesta de Jesús, debe haber sido asombrosa para ella, aprendió que, más allá del lugar, Dios estaba interesado en encontrar a aquellos que quisieran unirse a él en espíritu y verdad. ¡Dios sopló en el alma humana un deseo profundo de unión con él!
También pienso en el caso de María, la Magdalena. Representando a la iglesia de estos tiempos finales. Ella persiguió a Cristo con el deseo de estar unida a él. Ese amor se evidenció en que fue la primera en buscarlo la mañana de la resurrección. Habiendo sufrido anímicamente por la persecución, cuando Jesús se reveló a ella, instantáneamente echó sus brazos alrededor de sus pies porque su corazón ansiaba la unión con Cristo.
Amados amigos: Igual que María, debemos esperar con ansias la aparición de nuestro Señor. Así como ella, en la tumba, estamos esperando, llorando, anhelando, añorando, vigilando su regreso. ¡Sin duda que él regresará para revelarse primero a su iglesia que lo anhela! Cuando regrese esta segunda vez, con poder y gloria, nuestra búsqueda estará terminada porque habremos alcanzado a aquel a quien espera nuestra alma y nos aferraremos a él y nunca más lo dejaremos ir.
La humanidad caída ha sido elevada a una unidad con la deidad, esta realidad va más allá de nuestra comprensión. ¡Somos uno en espíritu con Dios! ¡Permanezcamos unidos a Cristo!
Mi invitación hoy es a que le busquemos intensamente, con el deseo de unirnos a él, porque tales adoradores, el Padre busca que lo adoren. Oremos con San Agustín: “Nos creaste para ti, oh Dios, y nuestro corazón andará en desasosiego, hasta que descanse en ti”. Permanezcamos unidos a él, disfrutando de esa maravillosa y secreta relación de pacto. Un abrazo cariñoso en Cristo.
Ciertamente, hay un hondo clamor, en lo profundo del corazón de cada persona por lograr una conexión íntima con Dios.
“Está mi alma apegada a ti; tu diestra me ha sostenido”. Salmos 63,8. Blas Pascal, físico y matemático francés, decía que en el corazón de toda persona existe un vacío que tiene la figura de Dios, no puede ser llenado con nada ni con nadie, solamente con la persona de Jesús.
Ciertamente, hay un hondo clamor, en lo profundo del corazón de cada persona por lograr una conexión íntima con Dios. A fin de cuentas, fuimos creados para conocer a Dios y permanecer en Él.
¿Qué significa estar unidos a Dios por medio de Cristo? La palabra “unido” puede tener una cantidad de matices semánticos. Me encanta la acepción que se encuentra en el texto del epígrafe: Apegada, aferrada, dando la idea de perseguir con la intención de alcanzar; y cuando lo haga, me aferraré a él, de tal manera que nunca más le dejaré ir.
Estar unido a Dios por medio de Cristo es buscarlo con intencionalidad e intensidad, perseguirlo con el objetivo de aferrarme a él.
Cuando pienso en estar unido con Cristo y cómo ilustrar esa verdad, recuerdo el caso de la mujer samaritana: Cuando Jesús habló con ella en el pozo de Jacob y ella presentó su primera pregunta acerca del lugar correcto de adoración: Jerusalén o Gerisim. Lo que realmente preguntaba era: ¿Cuál es la forma correcta de conectarme con Dios? La respuesta de Jesús, debe haber sido asombrosa para ella, aprendió que, más allá del lugar, Dios estaba interesado en encontrar a aquellos que quisieran unirse a él en espíritu y verdad. ¡Dios sopló en el alma humana un deseo profundo de unión con él!
También pienso en el caso de María, la Magdalena. Representando a la iglesia de estos tiempos finales. Ella persiguió a Cristo con el deseo de estar unida a él. Ese amor se evidenció en que fue la primera en buscarlo la mañana de la resurrección. Habiendo sufrido anímicamente por la persecución, cuando Jesús se reveló a ella, instantáneamente echó sus brazos alrededor de sus pies porque su corazón ansiaba la unión con Cristo.
Amados amigos: Igual que María, debemos esperar con ansias la aparición de nuestro Señor. Así como ella, en la tumba, estamos esperando, llorando, anhelando, añorando, vigilando su regreso. ¡Sin duda que él regresará para revelarse primero a su iglesia que lo anhela! Cuando regrese esta segunda vez, con poder y gloria, nuestra búsqueda estará terminada porque habremos alcanzado a aquel a quien espera nuestra alma y nos aferraremos a él y nunca más lo dejaremos ir.
La humanidad caída ha sido elevada a una unidad con la deidad, esta realidad va más allá de nuestra comprensión. ¡Somos uno en espíritu con Dios! ¡Permanezcamos unidos a Cristo!
Mi invitación hoy es a que le busquemos intensamente, con el deseo de unirnos a él, porque tales adoradores, el Padre busca que lo adoren. Oremos con San Agustín: “Nos creaste para ti, oh Dios, y nuestro corazón andará en desasosiego, hasta que descanse en ti”. Permanezcamos unidos a él, disfrutando de esa maravillosa y secreta relación de pacto. Un abrazo cariñoso en Cristo.