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Columnista - 14 enero, 2022

“O cambiamos o nos cambian”

La presa más apetecida es el Congreso, la entidad más desprestigiada que hay en Colombia y a ese es el primero que le meterán el mordisco.

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Por descuido y por el malparido Covid – 19, que se dio gusto en la familia y nuevamente me visitó y acabó con las festividades de fin de año, no renové el soat del pichirilo que desde hace 14 años me acompaña y fue lo primero que hice en el 2022, casi 600.000 rúcanos, aumentó el dulce 10% que tanto les gusta a los desalmados agiotistas y me pregunto: ¿de quién es ese negocio, quién autoriza ese desmedido aumento que duplica la inflación? Yo creo que es del Estado y es el mismo Estado el que decreta sus aumentos anuales y pienso: ¿qué hacen los Congresistas al respecto?, nada, qué van a hacer, si a ellos eso no les importa, que haya que pagarlo de estricto contado, que su precio sea inequitativo y para los pobres sea más caro que para los ricos; a ellos eso les importa un pito, un carajo o un comino al igual que la también costosa revisión técnico mecánica, la gasolina, el chofer y ayudante, pues esos rubros no están dentro de su presupuesto, ya que el Estado les da dos costosas camionetas blindadas, Toyota Prado con todos esos merequetengues, una en Bogotá y otra en la localidad donde residen.

Hasta cuándo irán a seguir evadiendo sus responsabilidades y a favorecer a este pueblo que, ciego cada 4 años sale, sale a votar por los mismos, no se dan cuenta señores parlamentarios que la insatisfacción y la desigualdad cada día está creciendo y le están pisando los talones, acuérdense de la famosa frase del doctor Fabio Valencia Cossío, cuando hace más de 20 años como Presidente del Congreso dijo: “o cambiamos o nos cambian”. 

Sí señores Congresistas, esto tiene que cambiar y no lo duden que cuando comiencen a hacerlo, la presa más apetecida es el Congreso, la entidad más desprestigiada que hay en Colombia y a ese es el primero que le meterán el mordisco.

Así como el soat y con seguridad la revisión técnico mecánica, todos los precios se han desbordado sin que haya una oficina que los controle y regule: la leche Cicolac la paga a $1.700 y en las tiendas vale $4.000 y no la hay, ni la habrá porque los ganaderos están cambiando el hato lechero por el de carne, esta hay que dejarla de comer, está a precio de oro, el pescado, ni por el putas lo mismo, el chivo o cerdo igual, nos queda el pollo que ya también está caro dice mi transcriptora, terminaremos poniendo huevos y cacareando y hablando de huevos, esos están por las nubes.

Miren, un pastel urumitero plebeyo costaba $7.000, subió a $10.000 y un aristocrático hecho por doña Beatriz de Hernández, la conocida, querida y bella Cacha Aponte, ya cuesta $15.000, pero no obsta para que don Uldarico Serrano los compre por docenas para mandarlos a Neiva. Y así anda todo y la gente con las manos en la cabeza se pregunta ¿qué vamos a hacer? O cambiamos o nos cambian como dijo Valencia Cossío.

Por José Manuel Aponte Martínez

Columnista
14 enero, 2022

“O cambiamos o nos cambian”

Feel the sand on your feet, not your wardrobe weight.
José M. Aponte Martínez

La presa más apetecida es el Congreso, la entidad más desprestigiada que hay en Colombia y a ese es el primero que le meterán el mordisco.


Por descuido y por el malparido Covid – 19, que se dio gusto en la familia y nuevamente me visitó y acabó con las festividades de fin de año, no renové el soat del pichirilo que desde hace 14 años me acompaña y fue lo primero que hice en el 2022, casi 600.000 rúcanos, aumentó el dulce 10% que tanto les gusta a los desalmados agiotistas y me pregunto: ¿de quién es ese negocio, quién autoriza ese desmedido aumento que duplica la inflación? Yo creo que es del Estado y es el mismo Estado el que decreta sus aumentos anuales y pienso: ¿qué hacen los Congresistas al respecto?, nada, qué van a hacer, si a ellos eso no les importa, que haya que pagarlo de estricto contado, que su precio sea inequitativo y para los pobres sea más caro que para los ricos; a ellos eso les importa un pito, un carajo o un comino al igual que la también costosa revisión técnico mecánica, la gasolina, el chofer y ayudante, pues esos rubros no están dentro de su presupuesto, ya que el Estado les da dos costosas camionetas blindadas, Toyota Prado con todos esos merequetengues, una en Bogotá y otra en la localidad donde residen.

Hasta cuándo irán a seguir evadiendo sus responsabilidades y a favorecer a este pueblo que, ciego cada 4 años sale, sale a votar por los mismos, no se dan cuenta señores parlamentarios que la insatisfacción y la desigualdad cada día está creciendo y le están pisando los talones, acuérdense de la famosa frase del doctor Fabio Valencia Cossío, cuando hace más de 20 años como Presidente del Congreso dijo: “o cambiamos o nos cambian”. 

Sí señores Congresistas, esto tiene que cambiar y no lo duden que cuando comiencen a hacerlo, la presa más apetecida es el Congreso, la entidad más desprestigiada que hay en Colombia y a ese es el primero que le meterán el mordisco.

Así como el soat y con seguridad la revisión técnico mecánica, todos los precios se han desbordado sin que haya una oficina que los controle y regule: la leche Cicolac la paga a $1.700 y en las tiendas vale $4.000 y no la hay, ni la habrá porque los ganaderos están cambiando el hato lechero por el de carne, esta hay que dejarla de comer, está a precio de oro, el pescado, ni por el putas lo mismo, el chivo o cerdo igual, nos queda el pollo que ya también está caro dice mi transcriptora, terminaremos poniendo huevos y cacareando y hablando de huevos, esos están por las nubes.

Miren, un pastel urumitero plebeyo costaba $7.000, subió a $10.000 y un aristocrático hecho por doña Beatriz de Hernández, la conocida, querida y bella Cacha Aponte, ya cuesta $15.000, pero no obsta para que don Uldarico Serrano los compre por docenas para mandarlos a Neiva. Y así anda todo y la gente con las manos en la cabeza se pregunta ¿qué vamos a hacer? O cambiamos o nos cambian como dijo Valencia Cossío.

Por José Manuel Aponte Martínez