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Columnista - 28 abril, 2021

La humanidad de Jesucristo

La teología tradicional había hecho mucho hincapié en  la divinidad de Jesucristo. Pero en  los últimos tiempos, teólogos católicos y luteranos han enfatizado en su humanidad.   A mi entender, aquellas interpretaciones  docetistas, sin duda, formuladas con las mejores intenciones, han impedido el acceso y la aceptación por parte de muchas personas al hijo unigénito […]

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La teología tradicional había hecho mucho hincapié en  la divinidad de Jesucristo. Pero en  los últimos tiempos, teólogos católicos y luteranos han enfatizado en su humanidad.   A mi entender, aquellas interpretaciones  docetistas, sin duda, formuladas con las mejores intenciones, han impedido el acceso y la aceptación por parte de muchas personas al hijo unigénito de Dios, conforme a la cristología. 

Por estos días nos encontramos en el tiempo pascual. El mundo ha asistido a un hecho maravilloso: la conmemoración de la  exaltación de Cristo, a la diestra de  Dios. Tal hecho no ha tenido otro parangón en la historia, el cual se ha constituido en un parte aguas: creyentes y no creyentes se refieren  a nuestra época con un antes o un después de Él. Algunos remisos, para no mencionar su nombre, también suelen decir: antes o después de nuestra era o antes o después del cómputo común.

 ¿De quién se trata?  Hacia mediados de la época cultural conocida con el nombre de helenismo y en el enclave político de la dominación romana sobre el reinado del pueblo de Israel, nace Jesús de Nazaret,  al norte de la provincia de la Baja Galilea, tierra fértil y ondulada, torbellino de  etnias: galileos, fenicios, tirios, sidonios, samarios, jordanos, griegos, etc.

 Los evangelistas Mateo y Lucas  sitúan el nacimiento de Jesús en  Belén de Judá,  coincidiendo con el oráculo profético, la tierra del rey David. Sin embargo, el futuro apóstol Natanael pregunta al otro futuro apóstol Felipe, ante la invitación de este para ir a conocer a Jesús: ¿de Nazaret podría nacer algo de bueno?

Justamente, de Nazaret  vino a la humanidad el hombre más importante del mundo, Jesús (Salvador),  el líder histórico  por excelencia, quien hubo de contrastar con las culturas política y sobre todo religiosa,  y especialmente con los dirigentes religiosos, de aquella época, los fariseos y los saduceos.

 A los primeros los caracterizaba su interpretación literal y fría de la ley; a los segundos, su incredulidad en la resurrección de los muertos a la vida eterna; a unos y otros les hacía caer en cuenta de su error; a aquellos, tratando de que razonaran, les decía: “Es mejor curar el sábado para hacer el bien que dejar de hacerlo”; a los segundos, afirmándoles, con autoridad , la verdad de la resurrección de los muertos,  primero, y luego demostrándolo con su propia resurrección o exaltación a los cielos. 

 Jesús  es el más auténtico varón espiritual y moral que el mundo ha tenido, por su propia santidad y por la gracia de su Padre. Esto es lo que celebramos los creyentes, el paso del Señor a nuestro lado: su pasión, muerte y resurrección o exaltación. Bajo su inspiración los hombres tenemos la oportunidad de semejarnos a Él, de santificarnos por  su amor,  servir a nuestros semejantes  y  santificar  todas las actividades honestas de la vida, y, finalmente, partir hacia su encuentro eterno. Esta es la fe que confieso. Desde los montes de Pueblo Bello.

Columnista
28 abril, 2021

La humanidad de Jesucristo

Feel the sand on your feet, not your wardrobe weight.
Rodrigo López Barros

La teología tradicional había hecho mucho hincapié en  la divinidad de Jesucristo. Pero en  los últimos tiempos, teólogos católicos y luteranos han enfatizado en su humanidad.   A mi entender, aquellas interpretaciones  docetistas, sin duda, formuladas con las mejores intenciones, han impedido el acceso y la aceptación por parte de muchas personas al hijo unigénito […]


La teología tradicional había hecho mucho hincapié en  la divinidad de Jesucristo. Pero en  los últimos tiempos, teólogos católicos y luteranos han enfatizado en su humanidad.   A mi entender, aquellas interpretaciones  docetistas, sin duda, formuladas con las mejores intenciones, han impedido el acceso y la aceptación por parte de muchas personas al hijo unigénito de Dios, conforme a la cristología. 

Por estos días nos encontramos en el tiempo pascual. El mundo ha asistido a un hecho maravilloso: la conmemoración de la  exaltación de Cristo, a la diestra de  Dios. Tal hecho no ha tenido otro parangón en la historia, el cual se ha constituido en un parte aguas: creyentes y no creyentes se refieren  a nuestra época con un antes o un después de Él. Algunos remisos, para no mencionar su nombre, también suelen decir: antes o después de nuestra era o antes o después del cómputo común.

 ¿De quién se trata?  Hacia mediados de la época cultural conocida con el nombre de helenismo y en el enclave político de la dominación romana sobre el reinado del pueblo de Israel, nace Jesús de Nazaret,  al norte de la provincia de la Baja Galilea, tierra fértil y ondulada, torbellino de  etnias: galileos, fenicios, tirios, sidonios, samarios, jordanos, griegos, etc.

 Los evangelistas Mateo y Lucas  sitúan el nacimiento de Jesús en  Belén de Judá,  coincidiendo con el oráculo profético, la tierra del rey David. Sin embargo, el futuro apóstol Natanael pregunta al otro futuro apóstol Felipe, ante la invitación de este para ir a conocer a Jesús: ¿de Nazaret podría nacer algo de bueno?

Justamente, de Nazaret  vino a la humanidad el hombre más importante del mundo, Jesús (Salvador),  el líder histórico  por excelencia, quien hubo de contrastar con las culturas política y sobre todo religiosa,  y especialmente con los dirigentes religiosos, de aquella época, los fariseos y los saduceos.

 A los primeros los caracterizaba su interpretación literal y fría de la ley; a los segundos, su incredulidad en la resurrección de los muertos a la vida eterna; a unos y otros les hacía caer en cuenta de su error; a aquellos, tratando de que razonaran, les decía: “Es mejor curar el sábado para hacer el bien que dejar de hacerlo”; a los segundos, afirmándoles, con autoridad , la verdad de la resurrección de los muertos,  primero, y luego demostrándolo con su propia resurrección o exaltación a los cielos. 

 Jesús  es el más auténtico varón espiritual y moral que el mundo ha tenido, por su propia santidad y por la gracia de su Padre. Esto es lo que celebramos los creyentes, el paso del Señor a nuestro lado: su pasión, muerte y resurrección o exaltación. Bajo su inspiración los hombres tenemos la oportunidad de semejarnos a Él, de santificarnos por  su amor,  servir a nuestros semejantes  y  santificar  todas las actividades honestas de la vida, y, finalmente, partir hacia su encuentro eterno. Esta es la fe que confieso. Desde los montes de Pueblo Bello.