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Columnista - 27 agosto, 2024

La libertad (VIII), en el filósofo Aristóteles

Esta es teleológica, es decir, su contenido tiene una finalidad determinada, el logro de la felicidad del hombre...

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El estagirita no niega ni afirma la libertad como lo hacen, respectivamente, los otros filósofos mencionados en mis columnas precedentes, por lo que hay que concluir que la presupone y que sobre ella construye su importante teoría ética.

Esta es teleológica, es decir, su contenido tiene una finalidad determinada, el logro de la felicidad del hombre. La llama eudemonismo, vocablo derivado del idioma griego. Y ¿cómo se puede
lograr ese estado de felicidad? La respuesta es: desarrollando la esencia del ser humano, cuya más alta elevación es pensar y el mayor pensamiento es lograr la vida contemplativa (en términos filosóficos, no religioso), sobre lo más abstracto posible, es decir, el conocimiento de los seres y del Primer Motor Inmóvil, esto es, Dios o Naturaleza. Por tanto, filosofar es lo que, en definitiva, hace feliz al ser humano.

Al pensar de esta manera, el hombre desarrolla las virtudes dianoéticas, que son las que tienen que ver con el entendimiento, la sabiduría, la reflexión, la comprensión, la argumentación, en una palabra, las que se relacionan con las facultades intelectuales. Sin embargo, es imposible estar solo pensando permanentemente, pues el hombre tiene necesidades corporales y sociales que satisfacer, por lo tanto, nunca podrá ser plenamente feliz. Sólo podrá serlo aquel que no tenga tales necesidades, esto es, el Primer Motor Inmóvil, ya que este, todo el tiempo, no hace más que pensarse asimismo. En cambio, el ser humano, que tiene toda clase de necesidades corporales y sociales, debe además, desarrollar otras virtudes, estas prácticas, que reciben el nombre de ética, las cuales le permiten organizar su vida diaria de tal manera que le faciliten, precisamente, disfrutar de las virtudes dianoéticas.

La ética está presente en la política, en los negocios, ¿en qué actividades humanas no lo está? En todas. ¡Ay de una sociedad no ética! Más le valiera no haber existido. Los hombres éticos se confían recíprocamente. Es un principio de seguridad recíproca que funciona en todas las actividades humanas.

Ahora bien, conocida la estructura intelectiva tanto de las virtudes dianoéticas como de las éticas, aún faltaría un paso fundamental en esta enseñanza referido a la práctica concreta de la ética aristotélica, el día del comportamiento humano, el llamado término medio, el cual consiste en colocar determinada situación entre dos extremos, para evitar por una parte el exceso en el obrar, o, por la otra, obrar por defecto; término medio que siempre será personal, esto es, de acuerdo a las condiciones y circunstancias de cada individuo. En una palabra, que el obrar no sea excesivo, pero tampoco escaso; y el hábito de obrar de esta manera se logra con la observancia de otra virtud que llamamos prudencia, que es la reina de todas las virtudes. El broche de oro de las demás.

Rodrigo López Barros / [email protected]

Columnista
27 agosto, 2024

La libertad (VIII), en el filósofo Aristóteles

Feel the sand on your feet, not your wardrobe weight.
Rodrigo López Barros

Esta es teleológica, es decir, su contenido tiene una finalidad determinada, el logro de la felicidad del hombre...


El estagirita no niega ni afirma la libertad como lo hacen, respectivamente, los otros filósofos mencionados en mis columnas precedentes, por lo que hay que concluir que la presupone y que sobre ella construye su importante teoría ética.

Esta es teleológica, es decir, su contenido tiene una finalidad determinada, el logro de la felicidad del hombre. La llama eudemonismo, vocablo derivado del idioma griego. Y ¿cómo se puede
lograr ese estado de felicidad? La respuesta es: desarrollando la esencia del ser humano, cuya más alta elevación es pensar y el mayor pensamiento es lograr la vida contemplativa (en términos filosóficos, no religioso), sobre lo más abstracto posible, es decir, el conocimiento de los seres y del Primer Motor Inmóvil, esto es, Dios o Naturaleza. Por tanto, filosofar es lo que, en definitiva, hace feliz al ser humano.

Al pensar de esta manera, el hombre desarrolla las virtudes dianoéticas, que son las que tienen que ver con el entendimiento, la sabiduría, la reflexión, la comprensión, la argumentación, en una palabra, las que se relacionan con las facultades intelectuales. Sin embargo, es imposible estar solo pensando permanentemente, pues el hombre tiene necesidades corporales y sociales que satisfacer, por lo tanto, nunca podrá ser plenamente feliz. Sólo podrá serlo aquel que no tenga tales necesidades, esto es, el Primer Motor Inmóvil, ya que este, todo el tiempo, no hace más que pensarse asimismo. En cambio, el ser humano, que tiene toda clase de necesidades corporales y sociales, debe además, desarrollar otras virtudes, estas prácticas, que reciben el nombre de ética, las cuales le permiten organizar su vida diaria de tal manera que le faciliten, precisamente, disfrutar de las virtudes dianoéticas.

La ética está presente en la política, en los negocios, ¿en qué actividades humanas no lo está? En todas. ¡Ay de una sociedad no ética! Más le valiera no haber existido. Los hombres éticos se confían recíprocamente. Es un principio de seguridad recíproca que funciona en todas las actividades humanas.

Ahora bien, conocida la estructura intelectiva tanto de las virtudes dianoéticas como de las éticas, aún faltaría un paso fundamental en esta enseñanza referido a la práctica concreta de la ética aristotélica, el día del comportamiento humano, el llamado término medio, el cual consiste en colocar determinada situación entre dos extremos, para evitar por una parte el exceso en el obrar, o, por la otra, obrar por defecto; término medio que siempre será personal, esto es, de acuerdo a las condiciones y circunstancias de cada individuo. En una palabra, que el obrar no sea excesivo, pero tampoco escaso; y el hábito de obrar de esta manera se logra con la observancia de otra virtud que llamamos prudencia, que es la reina de todas las virtudes. El broche de oro de las demás.

Rodrigo López Barros / [email protected]