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Cultura - 30 julio, 2024

Alma viajera

El recuerdo de Indira, nunca me abandonó y cualquier día me encontré la inspiración para hacerle un canto. 

Julio Oñate y Poncho Zuleta durante la pasada Felva 2024, organizada por EL PILÓN.
Julio Oñate y Poncho Zuleta durante la pasada Felva 2024, organizada por EL PILÓN.
Boton Wpp

En el año 1975, no le perdía pisada a los hermanos Zuleta que ya me habían grabado algunas canciones y pendiente de un próximo LP buscaba el chance de estar en las frecuentes parrandas donde actuaban. Fue la época en que me fui con ellos a Riohacha donde sería grande el festejo por el cumpleaños de Jorge Gómez, un reconocido comerciante, compadre de Emilianito. Después de dos días de parranda el remate fue con una fiesta bailable donde uno de los allegados al anfitrión. Allí tuve la oportunidad de departir y danzar con una preciosa jovencita de escultural cuerpo y ojos vivarachos de nombre Indira Gómez a quien dediqué unos versos en una improvisación con los Zuleta al final de la fiesta. Le prometí que volvería después a visitarla, pero el celular todavía no existía y las comunicaciones vía Telecom eran casi imposible. Tenía mi residencia en Barranquilla y no volví a saber de la joven, pero su recuerdo estaba ahí cerquita. 

Pasaron algunos meses y cualquier día llegó a mi casa Israel Romero acompañado de un joven llamado Lácides Redondo Aragón, hermano de Enrique Coronado Aragón, jefe del clan Valdeblánquez, que en la época mantenía un cruento enfrentamiento con los Cárdenas de Santa Marta, pero de origen guajiro, Lácides sencillamente quería conocerme, pues le gustaban mis canciones y él tenía algunas inquietudes para tratar de componer una obra musical.

Iniciamos una relación amistosa bastante cercana llegando a ser hasta compadres de sacramento al bautizarle el segundo de sus hijos, Eduardo David. Nos visitábamos con frecuencia y yo asistía a fiestas y parrandas que su hermano Enrique hacía con los Zuleta.

Como es natural en una guerra, los dos clanes enfrentados se hacían inteligencia en los patios de cada uno y Lácides no dejaba de advertirme: compadre, usted no puede volver a Santa Marta porque esa gente le puede hacer un daño, solo por ser mi amigo; si usted necesita ir a Riohacha de la vuelta por el Valle, me dolería mucho que algo le ocurriera solo por nuestra amistad. 

El recuerdo de Indira, nunca me abandonó y cualquier día me encontré la inspiración para hacerle un canto. 

Tenía muy claro que era muy difícil, casi imposible volver a visitarla, pero podría mandar mi alma que le cantara unos versos en su ventana. 

Ahora que me encuentro lejos de la que yo quiero tanto

No sé qué hacer, no sé qué hacer

Le he dado permiso a mi alma para que vaya volando

Y vaya a ver a esa mujer

Y que se vaya acompañada de los vientos

Para que mis sentimientos entonces puedan llegar

Y ya cruzando las alturas de la sierra

Pueda llegar a la tierra que tanto me hace soñar

Ay en la guajira arriba hay un pueblito cerquita al mar

La tierra que a mí me inspira y que bonito me hace cantar

Allá donde se encuentra mi adorada

La mujer que yo no puedo olvidar

Allá por donde está viajando mi alma

Porque yo no la puedo visitar 

Maduré el tema y lo cierto es que la canción me quedó muy bonita y con El pollo Isra le hicimos una maqueta en un casete para ser grabada. Más adelante él comenzó a ensayarla con Rafa Orozco y en uno de estos ensayos se presentó Lácides y la escuchó, le gustó el tema y se llevó el casete prestado para aprendérsela. 

Él andaba emproblemado con las autoridades porque en un tiroteo con gente de Santa Marta resultó muerto un dragoneante de la Policía y lo sindicaban a él de este hecho. Con el casete en su poder me llegó a la casa bien temprano y después de un afable y humeante café me dijo en forma vehemente: “Compadre usted sabe que a mí la ley me sindica de algo que no hice y me dan fama de delincuente y criminal, pero si esta canción la graban Los Zuleta y sale a nombre mío, ya al figurar como compositor, mi nombre e imagen serán vistos en otra forma, ya que un compositor es una persona de prestigio y respeto y esto podría ayudarme a limpiar mi nombre y a reivindicarme socialmente. Por favor ayúdeme con esto, hágalo por sus hijos que yo se lo agradeceré eternamente”. 

Con este argumento no encontré otra salida y le di mi aprobación y que echara pa lante. Así se hizo; causándole un disgusto a Rafa Orozco ya que primeramente la canción la tuvo él, pero la amistad cuando es sincera puede estar por encima de nuestros intereses.  

En el ambiente farandulero y de parrandas se sabía que la canción era mía y con el tiempo se fue filtrando el runrún hasta que ya la gente y los ‘corre ve y dile’ oficializaron la real autoría, sin embargo, cada vez que me interrogan al respecto, la respuesta es igual: la canción la hicimos conjuntamente, Lácides y yo. De Indira, la musa inspiradora, nunca más volví a saber.

Por: Julio C. Oñate Martínez.

Cultura
30 julio, 2024

Alma viajera

El recuerdo de Indira, nunca me abandonó y cualquier día me encontré la inspiración para hacerle un canto. 


Julio Oñate y Poncho Zuleta durante la pasada Felva 2024, organizada por EL PILÓN.
Julio Oñate y Poncho Zuleta durante la pasada Felva 2024, organizada por EL PILÓN.
Boton Wpp

En el año 1975, no le perdía pisada a los hermanos Zuleta que ya me habían grabado algunas canciones y pendiente de un próximo LP buscaba el chance de estar en las frecuentes parrandas donde actuaban. Fue la época en que me fui con ellos a Riohacha donde sería grande el festejo por el cumpleaños de Jorge Gómez, un reconocido comerciante, compadre de Emilianito. Después de dos días de parranda el remate fue con una fiesta bailable donde uno de los allegados al anfitrión. Allí tuve la oportunidad de departir y danzar con una preciosa jovencita de escultural cuerpo y ojos vivarachos de nombre Indira Gómez a quien dediqué unos versos en una improvisación con los Zuleta al final de la fiesta. Le prometí que volvería después a visitarla, pero el celular todavía no existía y las comunicaciones vía Telecom eran casi imposible. Tenía mi residencia en Barranquilla y no volví a saber de la joven, pero su recuerdo estaba ahí cerquita. 

Pasaron algunos meses y cualquier día llegó a mi casa Israel Romero acompañado de un joven llamado Lácides Redondo Aragón, hermano de Enrique Coronado Aragón, jefe del clan Valdeblánquez, que en la época mantenía un cruento enfrentamiento con los Cárdenas de Santa Marta, pero de origen guajiro, Lácides sencillamente quería conocerme, pues le gustaban mis canciones y él tenía algunas inquietudes para tratar de componer una obra musical.

Iniciamos una relación amistosa bastante cercana llegando a ser hasta compadres de sacramento al bautizarle el segundo de sus hijos, Eduardo David. Nos visitábamos con frecuencia y yo asistía a fiestas y parrandas que su hermano Enrique hacía con los Zuleta.

Como es natural en una guerra, los dos clanes enfrentados se hacían inteligencia en los patios de cada uno y Lácides no dejaba de advertirme: compadre, usted no puede volver a Santa Marta porque esa gente le puede hacer un daño, solo por ser mi amigo; si usted necesita ir a Riohacha de la vuelta por el Valle, me dolería mucho que algo le ocurriera solo por nuestra amistad. 

El recuerdo de Indira, nunca me abandonó y cualquier día me encontré la inspiración para hacerle un canto. 

Tenía muy claro que era muy difícil, casi imposible volver a visitarla, pero podría mandar mi alma que le cantara unos versos en su ventana. 

Ahora que me encuentro lejos de la que yo quiero tanto

No sé qué hacer, no sé qué hacer

Le he dado permiso a mi alma para que vaya volando

Y vaya a ver a esa mujer

Y que se vaya acompañada de los vientos

Para que mis sentimientos entonces puedan llegar

Y ya cruzando las alturas de la sierra

Pueda llegar a la tierra que tanto me hace soñar

Ay en la guajira arriba hay un pueblito cerquita al mar

La tierra que a mí me inspira y que bonito me hace cantar

Allá donde se encuentra mi adorada

La mujer que yo no puedo olvidar

Allá por donde está viajando mi alma

Porque yo no la puedo visitar 

Maduré el tema y lo cierto es que la canción me quedó muy bonita y con El pollo Isra le hicimos una maqueta en un casete para ser grabada. Más adelante él comenzó a ensayarla con Rafa Orozco y en uno de estos ensayos se presentó Lácides y la escuchó, le gustó el tema y se llevó el casete prestado para aprendérsela. 

Él andaba emproblemado con las autoridades porque en un tiroteo con gente de Santa Marta resultó muerto un dragoneante de la Policía y lo sindicaban a él de este hecho. Con el casete en su poder me llegó a la casa bien temprano y después de un afable y humeante café me dijo en forma vehemente: “Compadre usted sabe que a mí la ley me sindica de algo que no hice y me dan fama de delincuente y criminal, pero si esta canción la graban Los Zuleta y sale a nombre mío, ya al figurar como compositor, mi nombre e imagen serán vistos en otra forma, ya que un compositor es una persona de prestigio y respeto y esto podría ayudarme a limpiar mi nombre y a reivindicarme socialmente. Por favor ayúdeme con esto, hágalo por sus hijos que yo se lo agradeceré eternamente”. 

Con este argumento no encontré otra salida y le di mi aprobación y que echara pa lante. Así se hizo; causándole un disgusto a Rafa Orozco ya que primeramente la canción la tuvo él, pero la amistad cuando es sincera puede estar por encima de nuestros intereses.  

En el ambiente farandulero y de parrandas se sabía que la canción era mía y con el tiempo se fue filtrando el runrún hasta que ya la gente y los ‘corre ve y dile’ oficializaron la real autoría, sin embargo, cada vez que me interrogan al respecto, la respuesta es igual: la canción la hicimos conjuntamente, Lácides y yo. De Indira, la musa inspiradora, nunca más volví a saber.

Por: Julio C. Oñate Martínez.