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Columnista - 13 abril, 2023

Posverdad, nueva forma de gobernar y hacer oposición

Este concepto se originó a principios de los 90 pero tomó significado en la elección de Trump y en el “Brexit” del Reino Unido de la Comunidad Europea. 

Boton Wpp

Posverdad o mentira emotiva es un neologismo que implica la distorsión deliberada de una realidad en la que priman las emociones y las creencias personales frente a los hechos objetivos, con el fin de crear y modelar la opinión pública e influir en las actitudes sociales, tal como lo define la Real Academia Española de la Lengua (RAE). Es el proceso narrativo mediante el cual muchas personas no distinguen entre realidad y ficción, estamos frente a una sociedad zombi donde cada individuo es un muñeco de ventriloquía. Este concepto se originó a principios de los 90 pero tomó significado en la elección de Trump y en el “Brexit” del Reino Unido de la Comunidad Europea. 

En este fenómeno los medios de comunicación hacen de árbitros y de jugadores; su incidencia es tal que pasaron del 4° al 1° lugar en la jerarquía del poder. Ahora se legisla en los medios, aquí se conducen los procesos judiciales y las guerras, se califica la dignidad de las personas, se selecciona y distorsiona la información a dar y se oculta la que no debe conocerse, se dan órdenes a los cuarteles, se suministran insumos a los partidos, se censura al ejecutivo y se pondera el nivel de los ministros. 

Es un círculo perverso en el cual los que manejan la chequera del Estado, sin generar mucho empleo, son los dueños de los medios que imponen la posverdad para conducir un país irreal y de mentiras. En Colombia esta es una realidad incuestionable. La primera quimera que nos vendieron, como panacea, fue el concepto de aldea global con los tratados de libre comercio, justo cuando florecía el concepto de la posverdad. César Gaviria fue el dócil instrumento para que, desde los centros internacionales de poder, nos manejaran con mentiras. 

La idea de comprar carros y televisores más baratos fue el primer gancho para que confundiéramos la realidad con la ficción, pero no nos dijeron que terminaríamos importando productos básicos de nuestra canasta alimentaria. Ya a nuestros campesinos se les olvidó cómo se cultivan la cebada y el trigo; de potencia arrocera ahora somos importadores; nuestra soberanía alimentaria se perdió y lo peor, a nuestros campesinos les tocó sembrar coca para saciar los mercados de una sociedad decadente como lo es la del llamado primer mundo industrializado que ha llegado al tedio de la vida. 

Nuestras ensambladoras de vehículos que proporcionaban empleo desaparecieron igual que la industria textil pujante como era. También desapareció la competitiva industria cervecera absorbida por las multinacionales del ramo. Ahora, como en los tres mosqueteros, todos a una, disparan en la oscuridad contra el gobierno progresista de Gustavo Petro. A los medios se les unen los jefes de los partidos políticos, el fiscal general y la procuradora de la Nación, pecadores, para presentarnos como país inviable, justamente ahora que lo queremos rescatar de las garras de la mafia incrustada en el poder. La estructura sanitaria, laboral, pensional y política del Estado colombiano son fósiles que se deben remover, cada año empeoran sus indicadores. 

Solo por concretar esta idea citaré tres de ellos fundamentales que nos dicen qué clase de sociedad tenemos: las tasas de desempleo e informalidad, indicadores económicos, y la tasa de mortalidad infantil, TMI (menores de 1 año/1000 nacidos vivos), indicador social, para mirar cuánto avanzamos. Daré las cifras de 1990, cuando se iniciaba el ABC del neoliberalismo en nuestro subcontinente, y las de 2022, 33 años después. Compararemos nuestra realidad con la de América Latina, AL, para ver cómo estamos; en estadísticas todo debe tener una comparación. Los resultados respectivos 1990/2022 son los siguientes. 1) Desempleo: Colombia, 10.4 vs 12.9; AL, 10.0 vs 7.2. 2) Informalidad: Colombia, 45.7 vs 58.4; AL, 61 vs 50. Colombia empeoró en ambos mientras que AL mejoró. 3) T.M.I: Colombia, 45.0 vs 19; AL, 30 vs 16. Colombia mejoró sutilmente a una tasa promedia anual de 2.58% pero sin alcanzar a AL. Ahora no podrán decir que esto no es cierto y que el modelo no ha fracasado, pero se quieren lavar las manos como lo hizo Pilato.

Por Luis Napoleón de Armas P.

Columnista
13 abril, 2023

Posverdad, nueva forma de gobernar y hacer oposición

Feel the sand on your feet, not your wardrobe weight.
Luis Napoleón de Armas P.

Este concepto se originó a principios de los 90 pero tomó significado en la elección de Trump y en el “Brexit” del Reino Unido de la Comunidad Europea. 


Posverdad o mentira emotiva es un neologismo que implica la distorsión deliberada de una realidad en la que priman las emociones y las creencias personales frente a los hechos objetivos, con el fin de crear y modelar la opinión pública e influir en las actitudes sociales, tal como lo define la Real Academia Española de la Lengua (RAE). Es el proceso narrativo mediante el cual muchas personas no distinguen entre realidad y ficción, estamos frente a una sociedad zombi donde cada individuo es un muñeco de ventriloquía. Este concepto se originó a principios de los 90 pero tomó significado en la elección de Trump y en el “Brexit” del Reino Unido de la Comunidad Europea. 

En este fenómeno los medios de comunicación hacen de árbitros y de jugadores; su incidencia es tal que pasaron del 4° al 1° lugar en la jerarquía del poder. Ahora se legisla en los medios, aquí se conducen los procesos judiciales y las guerras, se califica la dignidad de las personas, se selecciona y distorsiona la información a dar y se oculta la que no debe conocerse, se dan órdenes a los cuarteles, se suministran insumos a los partidos, se censura al ejecutivo y se pondera el nivel de los ministros. 

Es un círculo perverso en el cual los que manejan la chequera del Estado, sin generar mucho empleo, son los dueños de los medios que imponen la posverdad para conducir un país irreal y de mentiras. En Colombia esta es una realidad incuestionable. La primera quimera que nos vendieron, como panacea, fue el concepto de aldea global con los tratados de libre comercio, justo cuando florecía el concepto de la posverdad. César Gaviria fue el dócil instrumento para que, desde los centros internacionales de poder, nos manejaran con mentiras. 

La idea de comprar carros y televisores más baratos fue el primer gancho para que confundiéramos la realidad con la ficción, pero no nos dijeron que terminaríamos importando productos básicos de nuestra canasta alimentaria. Ya a nuestros campesinos se les olvidó cómo se cultivan la cebada y el trigo; de potencia arrocera ahora somos importadores; nuestra soberanía alimentaria se perdió y lo peor, a nuestros campesinos les tocó sembrar coca para saciar los mercados de una sociedad decadente como lo es la del llamado primer mundo industrializado que ha llegado al tedio de la vida. 

Nuestras ensambladoras de vehículos que proporcionaban empleo desaparecieron igual que la industria textil pujante como era. También desapareció la competitiva industria cervecera absorbida por las multinacionales del ramo. Ahora, como en los tres mosqueteros, todos a una, disparan en la oscuridad contra el gobierno progresista de Gustavo Petro. A los medios se les unen los jefes de los partidos políticos, el fiscal general y la procuradora de la Nación, pecadores, para presentarnos como país inviable, justamente ahora que lo queremos rescatar de las garras de la mafia incrustada en el poder. La estructura sanitaria, laboral, pensional y política del Estado colombiano son fósiles que se deben remover, cada año empeoran sus indicadores. 

Solo por concretar esta idea citaré tres de ellos fundamentales que nos dicen qué clase de sociedad tenemos: las tasas de desempleo e informalidad, indicadores económicos, y la tasa de mortalidad infantil, TMI (menores de 1 año/1000 nacidos vivos), indicador social, para mirar cuánto avanzamos. Daré las cifras de 1990, cuando se iniciaba el ABC del neoliberalismo en nuestro subcontinente, y las de 2022, 33 años después. Compararemos nuestra realidad con la de América Latina, AL, para ver cómo estamos; en estadísticas todo debe tener una comparación. Los resultados respectivos 1990/2022 son los siguientes. 1) Desempleo: Colombia, 10.4 vs 12.9; AL, 10.0 vs 7.2. 2) Informalidad: Colombia, 45.7 vs 58.4; AL, 61 vs 50. Colombia empeoró en ambos mientras que AL mejoró. 3) T.M.I: Colombia, 45.0 vs 19; AL, 30 vs 16. Colombia mejoró sutilmente a una tasa promedia anual de 2.58% pero sin alcanzar a AL. Ahora no podrán decir que esto no es cierto y que el modelo no ha fracasado, pero se quieren lavar las manos como lo hizo Pilato.

Por Luis Napoleón de Armas P.