Después de dos años durante los cuales la Feria Internacional del Libro de Bogotá (FILBO) tuvo que realizarse virtualmente, se vuelve a la presencialidad y los pabellones de Corferias volverán a abarrotarse de libros, autores, editores y visitantes de todo el orbe de uno de los eventos más importantes e icónicos de Bogotá.
Nada más seductor, nada más cautivante que un libro abierto a la fascinación de su lectura, que activa las neuronas, pone a volar al tiempo al pensamiento y a la imaginación, enriqueciéndolos y renovándolos. Bien dijo el gran pensador Ortega y Gasset que “quien lee vive dos veces”.
Tenemos que convencernos del aserto de Norberto Vallejo, quien conduce el programa Club de lectores de Caracol, cuando dice que “quien lee un libro no vuelve a ser el mismo” y a mí me consta, debido a que el libro se puede definir como un mundo sin límites ni fronteras.
Después de dos años durante los cuales la Feria Internacional del Libro de Bogotá (FILBO) tuvo que realizarse virtualmente, se vuelve a la presencialidad y los pabellones de Corferias volverán a abarrotarse de libros, autores, editores y visitantes de todo el orbe de uno de los eventos más importantes e icónicos de Bogotá.
Desafortunadamente en nuestro país es más lo que se trina y chatea que lo que se lee. Lo revelan las estadísticas, que muestran que en Colombia, aunque según el DANE quienes leen consumen en promedio 4.2 libros al año, al momento de cotejarnos con otros países latinoamericanos como Argentina, Chile en donde sus ciudadanos leen en promedio 5 libros por persona/año y en México 3.4, que ocupan el podio, en Colombia quienes leen a duras penas llegan a los 2.7 libros por persona/año. ¡El día que en Colombia se trine menos y se lea más tendremos un país distinto!
Ello es motivo de preocupación, tanto más cuanto que, según lo muestra y demuestra el Programa para la Evaluación Internacional de Alumnos de la OCDE (PISA), Colombia se raja en comprensión de lectura. El 45.2% de los estudiantes entre los 15 y 16 años de edad tienen un nivel muy bajo de comprensión tanto de la lectura como de las ideas y en general de entendimiento del idioma español, para no hablar del bajo bilingüismo, en el cual el país ocupa el puesto 68 entre 100 países. ¡Esto es una barbaridad!
Y para rematar, a las grandes falencias en lectura y lecturabilidad se viene a sumar la enorme dificultad de los estudiantes a todos los niveles, hasta el nivel universitario, para escribir, pues leen poco y escriben menos. A ello hay que prestarle atención, toda vez que puede repercutir, y de qué manera, en su inserción y desempeño laboral.
Además, hoy cuando la tinta y el papel están en vía de extinción y se impone la era digital, la falta de acceso a los computadores, así como la falta de conectividad, se convierten en una barrera adicional. Huelga decir que en Colombia sólo el 39.3% de los hogares para el 2020 poseían un computador de escritorio, portátil o tableta. La situación es peor en los centros poblados y rurales, en donde a lo sumo el 10.4% (¡!) tienen por privilegio lo que es un derecho fundamental, según lo dispone la Ley 2108 de 2021 que declaró el acceso a internet como un servicio público esencial. ¡Es urgente cerrar esta brecha digital!
Después de dos años durante los cuales la Feria Internacional del Libro de Bogotá (FILBO) tuvo que realizarse virtualmente, se vuelve a la presencialidad y los pabellones de Corferias volverán a abarrotarse de libros, autores, editores y visitantes de todo el orbe de uno de los eventos más importantes e icónicos de Bogotá.
Nada más seductor, nada más cautivante que un libro abierto a la fascinación de su lectura, que activa las neuronas, pone a volar al tiempo al pensamiento y a la imaginación, enriqueciéndolos y renovándolos. Bien dijo el gran pensador Ortega y Gasset que “quien lee vive dos veces”.
Tenemos que convencernos del aserto de Norberto Vallejo, quien conduce el programa Club de lectores de Caracol, cuando dice que “quien lee un libro no vuelve a ser el mismo” y a mí me consta, debido a que el libro se puede definir como un mundo sin límites ni fronteras.
Después de dos años durante los cuales la Feria Internacional del Libro de Bogotá (FILBO) tuvo que realizarse virtualmente, se vuelve a la presencialidad y los pabellones de Corferias volverán a abarrotarse de libros, autores, editores y visitantes de todo el orbe de uno de los eventos más importantes e icónicos de Bogotá.
Desafortunadamente en nuestro país es más lo que se trina y chatea que lo que se lee. Lo revelan las estadísticas, que muestran que en Colombia, aunque según el DANE quienes leen consumen en promedio 4.2 libros al año, al momento de cotejarnos con otros países latinoamericanos como Argentina, Chile en donde sus ciudadanos leen en promedio 5 libros por persona/año y en México 3.4, que ocupan el podio, en Colombia quienes leen a duras penas llegan a los 2.7 libros por persona/año. ¡El día que en Colombia se trine menos y se lea más tendremos un país distinto!
Ello es motivo de preocupación, tanto más cuanto que, según lo muestra y demuestra el Programa para la Evaluación Internacional de Alumnos de la OCDE (PISA), Colombia se raja en comprensión de lectura. El 45.2% de los estudiantes entre los 15 y 16 años de edad tienen un nivel muy bajo de comprensión tanto de la lectura como de las ideas y en general de entendimiento del idioma español, para no hablar del bajo bilingüismo, en el cual el país ocupa el puesto 68 entre 100 países. ¡Esto es una barbaridad!
Y para rematar, a las grandes falencias en lectura y lecturabilidad se viene a sumar la enorme dificultad de los estudiantes a todos los niveles, hasta el nivel universitario, para escribir, pues leen poco y escriben menos. A ello hay que prestarle atención, toda vez que puede repercutir, y de qué manera, en su inserción y desempeño laboral.
Además, hoy cuando la tinta y el papel están en vía de extinción y se impone la era digital, la falta de acceso a los computadores, así como la falta de conectividad, se convierten en una barrera adicional. Huelga decir que en Colombia sólo el 39.3% de los hogares para el 2020 poseían un computador de escritorio, portátil o tableta. La situación es peor en los centros poblados y rurales, en donde a lo sumo el 10.4% (¡!) tienen por privilegio lo que es un derecho fundamental, según lo dispone la Ley 2108 de 2021 que declaró el acceso a internet como un servicio público esencial. ¡Es urgente cerrar esta brecha digital!