Una inesperada pérdida marcó la vida de cada uno de los integrantes de la familia Trujillo Torres e hizo aún más fuerte el lazo entre Gloria y sus mascotas, que ahora son su mayor aliciente ante el dolor.
Con los primeros rayos del sol se pasean por las calles del barrio Los Fundadores varios perros sujetados por su dueña. Gloria Aidé Torres, una antioqueña de 55 de edad, quien tiene un arraigo especial en Valledupar, donde ha residido desde muy niña. En este sector creció y conformó el hogar que tiene actualmente.
De ese hogar que forjó junto a su esposo Hugo Trujillo nacieron dos hijos: Yulieth y Oscar, quienes crecieron y salieron de la ciudad en busca de sus sueños, mientras que Hugo desde hace algún tiempo labora por fuera del departamento; pero Gloria quedó muy bien acompañada de sus 8 perros. “Una es criolla que la adopté hace ocho años y los demás hacen parte de la familia nórdica, perros samoyedos y lobos siberianos”, contó a EL PILÓN. Con el pasar de los años sus hijos perrunos se han convertido en sus mejores amigos.
El amor por los animales no es una novedad para Gloria, ella afirma que desde que tiene uso de razón ha convivido en medio de ellos. Desde las aves como turpiales, canarios, sinsontes, loros, patos; y en los últimos años con gatos y perros. “Esa convivencia me ha permitido entender la pureza del amor que ellos nos brindan. El secreto de tener bellas a las mascotas es entender sus necesidades y atenderlas”, expresó.
Pese a que no ha sido la excepción ante la crisis económica actual, manifestó que nunca faltan los alimentos para sus perritos. También está atenta a los cuidados que ellos demandan. “Los reviso frecuentemente y así puedo detectar cuando hay algo distinto en ellos. Los baño cada mes y medio, pero los limpio con agua de vinagre de manzana, con el fin que su olor no sea desagradable”. Además el paseo de cada mañana es infaltable dentro de esta rutina “para que no sufran de estrés, y definitivamente, lo más importante, les doy todo el amor que me inspiran”, comentó.
Gloria es auxiliar de enfermería, con tecnología en Salud Ocupacional, gran parte de su vida estuvo vinculada laboralmente al Hospital Rosario Pumarejo de López, en el Batallón La Popa y en minas de carbón, donde prestó servicios como supernumeraria durante 11 años.
Toda esta experiencia le ha ayudado para servirle con dedicación no solo a su comunidad, sino a sus mascotas con total abnegación. Sus hijos, también profesionales aunque se fueron tras nuevos horizontes, nunca desligaron sus corazones de sus padres.
El amor de una madre hacía sus hijos no muere jamás y de eso puede dar fe Gloria. Yulieth, la mayor, se encuentra en Barranquilla. Oscar, por su parte, encontró una oportunidad laboral en Neiva, pero nunca imaginó que al aceptarla se alejaría para siempre de su familia porque murió en esa tierra. Sin embargo, otros eran los planes de Dios.
Al perderlo, un inmenso y profundo vacío invadió el corazón de Gloria. “Con mi hijo Oscar, que en paz descanse, tuvimos vínculos estrechos; estuvimos dispuestos a ayudarnos en los momentos difíciles y celebramos los momentos alegres. Nos brindamos mucha confianza y apoyo. Creo que aunque no estamos físicamente juntos, el amor nos mantendrá espiritualmente unidos”, contó. Pese a que ya no vivían bajo el mismo techo estaban en contacto permanentemente. Fue una relación ejemplar entre madre e hijo.
Este hecho marcó la vida de cada uno de los integrantes de la familia Trujillo Torres e hizo aún más fuerte el lazo entre Gloria y sus mascotas, que ahora son su mayor aliciente ante el dolor. “En algún momento después del fallecimiento de mi hijo Oscar comencé a quedar sola en casa, pero con la compañía de Dios y de mis buenos amigos, los perros”, dijo.
Los últimos tres años han sido todo un desafío, aunque confiesa que aún le cuesta comprender el por qué Dios llamó a su hijo tan pronto, a través de la oración ha encontrado el consuelo que su espíritu atribulado anhela: “Fue el mismo Padre, mi Señor, quien me preparó para recibir este golpe que ningún padre de familia quisiera vivir y él mismo me dejó para enseñarme a ser mejor persona. De hecho estoy segura que el poder sostener a mis perros hace parte del tratamiento espiritual que aún recibo”.
El trascurrir del tiempo le ha permitido a Gloria reafirmar que los perros entienden el lenguaje, signos y actitudes de sus humanos; y que además, se solidarizan y tratan de brindar el consuelo de las almas adoloridas, como ha sido su caso. Para ella, desde sus vivencias, los perros tienen una misión espiritual en la vida de los seres que son su compañía.
Sus ocho perros no son los únicos que cuentan con su entrega, sus vecinos también halagan su don de servicio, puesto que siempre está presta a colaborar sin ningún reparo. Su esposo, su hija, su yerno, su pequeño nieto y una nieta que está por llegar al mundo también hacen sus días más llevaderos, respaldados por el amor de Dios y de Oscar, su ángel que la ilumina desde el cielo.
POR: REDACCIÓN EL PILÓN.
Una inesperada pérdida marcó la vida de cada uno de los integrantes de la familia Trujillo Torres e hizo aún más fuerte el lazo entre Gloria y sus mascotas, que ahora son su mayor aliciente ante el dolor.
Con los primeros rayos del sol se pasean por las calles del barrio Los Fundadores varios perros sujetados por su dueña. Gloria Aidé Torres, una antioqueña de 55 de edad, quien tiene un arraigo especial en Valledupar, donde ha residido desde muy niña. En este sector creció y conformó el hogar que tiene actualmente.
De ese hogar que forjó junto a su esposo Hugo Trujillo nacieron dos hijos: Yulieth y Oscar, quienes crecieron y salieron de la ciudad en busca de sus sueños, mientras que Hugo desde hace algún tiempo labora por fuera del departamento; pero Gloria quedó muy bien acompañada de sus 8 perros. “Una es criolla que la adopté hace ocho años y los demás hacen parte de la familia nórdica, perros samoyedos y lobos siberianos”, contó a EL PILÓN. Con el pasar de los años sus hijos perrunos se han convertido en sus mejores amigos.
El amor por los animales no es una novedad para Gloria, ella afirma que desde que tiene uso de razón ha convivido en medio de ellos. Desde las aves como turpiales, canarios, sinsontes, loros, patos; y en los últimos años con gatos y perros. “Esa convivencia me ha permitido entender la pureza del amor que ellos nos brindan. El secreto de tener bellas a las mascotas es entender sus necesidades y atenderlas”, expresó.
Pese a que no ha sido la excepción ante la crisis económica actual, manifestó que nunca faltan los alimentos para sus perritos. También está atenta a los cuidados que ellos demandan. “Los reviso frecuentemente y así puedo detectar cuando hay algo distinto en ellos. Los baño cada mes y medio, pero los limpio con agua de vinagre de manzana, con el fin que su olor no sea desagradable”. Además el paseo de cada mañana es infaltable dentro de esta rutina “para que no sufran de estrés, y definitivamente, lo más importante, les doy todo el amor que me inspiran”, comentó.
Gloria es auxiliar de enfermería, con tecnología en Salud Ocupacional, gran parte de su vida estuvo vinculada laboralmente al Hospital Rosario Pumarejo de López, en el Batallón La Popa y en minas de carbón, donde prestó servicios como supernumeraria durante 11 años.
Toda esta experiencia le ha ayudado para servirle con dedicación no solo a su comunidad, sino a sus mascotas con total abnegación. Sus hijos, también profesionales aunque se fueron tras nuevos horizontes, nunca desligaron sus corazones de sus padres.
El amor de una madre hacía sus hijos no muere jamás y de eso puede dar fe Gloria. Yulieth, la mayor, se encuentra en Barranquilla. Oscar, por su parte, encontró una oportunidad laboral en Neiva, pero nunca imaginó que al aceptarla se alejaría para siempre de su familia porque murió en esa tierra. Sin embargo, otros eran los planes de Dios.
Al perderlo, un inmenso y profundo vacío invadió el corazón de Gloria. “Con mi hijo Oscar, que en paz descanse, tuvimos vínculos estrechos; estuvimos dispuestos a ayudarnos en los momentos difíciles y celebramos los momentos alegres. Nos brindamos mucha confianza y apoyo. Creo que aunque no estamos físicamente juntos, el amor nos mantendrá espiritualmente unidos”, contó. Pese a que ya no vivían bajo el mismo techo estaban en contacto permanentemente. Fue una relación ejemplar entre madre e hijo.
Este hecho marcó la vida de cada uno de los integrantes de la familia Trujillo Torres e hizo aún más fuerte el lazo entre Gloria y sus mascotas, que ahora son su mayor aliciente ante el dolor. “En algún momento después del fallecimiento de mi hijo Oscar comencé a quedar sola en casa, pero con la compañía de Dios y de mis buenos amigos, los perros”, dijo.
Los últimos tres años han sido todo un desafío, aunque confiesa que aún le cuesta comprender el por qué Dios llamó a su hijo tan pronto, a través de la oración ha encontrado el consuelo que su espíritu atribulado anhela: “Fue el mismo Padre, mi Señor, quien me preparó para recibir este golpe que ningún padre de familia quisiera vivir y él mismo me dejó para enseñarme a ser mejor persona. De hecho estoy segura que el poder sostener a mis perros hace parte del tratamiento espiritual que aún recibo”.
El trascurrir del tiempo le ha permitido a Gloria reafirmar que los perros entienden el lenguaje, signos y actitudes de sus humanos; y que además, se solidarizan y tratan de brindar el consuelo de las almas adoloridas, como ha sido su caso. Para ella, desde sus vivencias, los perros tienen una misión espiritual en la vida de los seres que son su compañía.
Sus ocho perros no son los únicos que cuentan con su entrega, sus vecinos también halagan su don de servicio, puesto que siempre está presta a colaborar sin ningún reparo. Su esposo, su hija, su yerno, su pequeño nieto y una nieta que está por llegar al mundo también hacen sus días más llevaderos, respaldados por el amor de Dios y de Oscar, su ángel que la ilumina desde el cielo.
POR: REDACCIÓN EL PILÓN.