En un tiempo récord la ciencia halló el antídoto para frenar el coronavirus, gracias a la Organización Mundial y Panamericana de la Salud (OMS), pandemia que diezma a la humanidad, verbigracia de un mundo globalizado y digitalizado que le permitió a sus 8 millones de científicos en promedio, según la Unesco, trabajar en equipo. En […]
En un tiempo récord la ciencia halló el antídoto para frenar el coronavirus, gracias a la Organización Mundial y Panamericana de la Salud (OMS), pandemia que diezma a la humanidad, verbigracia de un mundo globalizado y digitalizado que le permitió a sus 8 millones de científicos en promedio, según la Unesco, trabajar en equipo. En 2013 había 7.8 millones de expertos.
Diez meses han sido suficientes para disponer de vacunas y anticuerpos capaces de eliminar el letal y contagioso virus.
No vacunarse sí que es una sentencia exponencial de muerte, con la complicidad de teorías conspirativas que buscan desacreditar la vacuna y precipitar la ‘infodemia’, que es la desinformación en materia de salud, mucho peor que el SarsCoV-2.
Descubrir la vacuna contra la papera tardó 4 años, 5 años para el rotavirus, 5,5 la del ébola, tuberculosis 13, y 28 años hallar la vacuna contra la varicela. Tiempos rebasados por la tecnología, hoy por hoy el bien más apreciado y adquirido, experiencia que deja una lectura: “El secreto del conocimiento está en saber aplicar la tecnología”. Para qué mencionar la de la malaria de Patarroyo, cuya efectividad no es reconocida por la comunidad científica.
Rusia e Israel irrumpen con la vacuna Sputnik V, que no requiere de refrigeración, sumado a un anticuerpo que elimina la enfermedad bajando la carga viral y el índice de contagio, pero igual los laboratorios Pfizer de Estados Unidos, Astrazena y la Universidad de Oxford de Inglaterra, Sinovac de China, Moderna, CoronaVac y otras farmacéuticas persiguen fines comunes: salvar a la humanidad de una pandemia cuyo origen de laboratorio descartó y consideró extremadamente improbable la OMS, tras investigar en Wuhan (China), para determinar que el coronavirus covid-19 provino del murciélago, llamado por Nostradamus seres de la noche.
La inmunidad de rebaño o propagación colectiva de anticuerpos se está dando con la vacuna, en busca de una inmunización general para derrotar el coronavirus, lo que es imposible lograr con solo protocolos de bioseguridad por la indisciplina social de aquellas personas que se aglomeran, no usan tapabocas ni adoptan distancia física porque no creen en la pandemia; tamaña irresponsabilidad.
Ugur Sahin, cofundador de BioNTech en Reino Unido, rediseña la vacuna para enfrentar la nueva cepa o variante, más letal y contagiosa del mundo, incubada en Brasil y con incidencia en Colombia, todo por cuenta del gigante de Suramérica que a través de su presidente, Jair Mesías Bolsonaro, siempre minusvaloró el covid-19 y contrarió a la OMS con sus mensajes incoherentes.
Esta pandemia de inusitada gravedad ya ha destruido más de 255 millones de empleos, ha visto desfilar a decenas de miles de ataúdes en cortejos fúnebres, macabra escena donde la guerra de la desinformación, contra la que no hay vacuna, se enseñorea en medio de un valle de sombra de muerte que llama a la sensatez.
En un tiempo récord la ciencia halló el antídoto para frenar el coronavirus, gracias a la Organización Mundial y Panamericana de la Salud (OMS), pandemia que diezma a la humanidad, verbigracia de un mundo globalizado y digitalizado que le permitió a sus 8 millones de científicos en promedio, según la Unesco, trabajar en equipo. En […]
En un tiempo récord la ciencia halló el antídoto para frenar el coronavirus, gracias a la Organización Mundial y Panamericana de la Salud (OMS), pandemia que diezma a la humanidad, verbigracia de un mundo globalizado y digitalizado que le permitió a sus 8 millones de científicos en promedio, según la Unesco, trabajar en equipo. En 2013 había 7.8 millones de expertos.
Diez meses han sido suficientes para disponer de vacunas y anticuerpos capaces de eliminar el letal y contagioso virus.
No vacunarse sí que es una sentencia exponencial de muerte, con la complicidad de teorías conspirativas que buscan desacreditar la vacuna y precipitar la ‘infodemia’, que es la desinformación en materia de salud, mucho peor que el SarsCoV-2.
Descubrir la vacuna contra la papera tardó 4 años, 5 años para el rotavirus, 5,5 la del ébola, tuberculosis 13, y 28 años hallar la vacuna contra la varicela. Tiempos rebasados por la tecnología, hoy por hoy el bien más apreciado y adquirido, experiencia que deja una lectura: “El secreto del conocimiento está en saber aplicar la tecnología”. Para qué mencionar la de la malaria de Patarroyo, cuya efectividad no es reconocida por la comunidad científica.
Rusia e Israel irrumpen con la vacuna Sputnik V, que no requiere de refrigeración, sumado a un anticuerpo que elimina la enfermedad bajando la carga viral y el índice de contagio, pero igual los laboratorios Pfizer de Estados Unidos, Astrazena y la Universidad de Oxford de Inglaterra, Sinovac de China, Moderna, CoronaVac y otras farmacéuticas persiguen fines comunes: salvar a la humanidad de una pandemia cuyo origen de laboratorio descartó y consideró extremadamente improbable la OMS, tras investigar en Wuhan (China), para determinar que el coronavirus covid-19 provino del murciélago, llamado por Nostradamus seres de la noche.
La inmunidad de rebaño o propagación colectiva de anticuerpos se está dando con la vacuna, en busca de una inmunización general para derrotar el coronavirus, lo que es imposible lograr con solo protocolos de bioseguridad por la indisciplina social de aquellas personas que se aglomeran, no usan tapabocas ni adoptan distancia física porque no creen en la pandemia; tamaña irresponsabilidad.
Ugur Sahin, cofundador de BioNTech en Reino Unido, rediseña la vacuna para enfrentar la nueva cepa o variante, más letal y contagiosa del mundo, incubada en Brasil y con incidencia en Colombia, todo por cuenta del gigante de Suramérica que a través de su presidente, Jair Mesías Bolsonaro, siempre minusvaloró el covid-19 y contrarió a la OMS con sus mensajes incoherentes.
Esta pandemia de inusitada gravedad ya ha destruido más de 255 millones de empleos, ha visto desfilar a decenas de miles de ataúdes en cortejos fúnebres, macabra escena donde la guerra de la desinformación, contra la que no hay vacuna, se enseñorea en medio de un valle de sombra de muerte que llama a la sensatez.