Casas, calles y parques son escenarios que inevitablemente y por antonomasia confluyen en la cultura del encuentro como se ha venido demostrando en episodios anteriores. En ellos se esconde una magia fascinante e inevitable que nos atrapa y envuelve con sus peculiares características. Muchos son los espacios que pueden posibilitar el encuentro para los seres humanos. En […]
Casas, calles y parques son escenarios que inevitablemente y por antonomasia confluyen en la cultura del encuentro como se ha venido demostrando en episodios anteriores. En ellos se esconde una magia fascinante e inevitable que nos atrapa y envuelve con sus peculiares características. Muchos son los espacios que pueden posibilitar el encuentro para los seres humanos. En esta ocasión, quiero detenerme en los templos como lugares teológicos o espacios sagrados para el encuentro desde la visión cristiana.
Pero antes, hagamos un breve recorrido por el significado de los mismos desde su etimología y principales características en las manifestaciones religiosas. La palabra templo viene del latín templum ‘recinto sagrado’, griego τέμενος – del verbo τέμνειν que significa ‘cortar’, ‘recortar’. Es un recinto reservado para los dioses, recortado, separado, aislado. Este espacio delimitado es sagrado (sanctus) y, por tanto, inviolable. Sanctus viene del verbo sancire ‘delimitar’, ‘establecer’, ‘acotar’.
A continuación, ilustraré a través de un relato, la idea central que me ocupa en este apartado:
Las campanas del nuevo templo repicaban sin parar, anunciando el inicio de las fiestas patronales del pueblo. Era un 02 de febrero del 2019, la plaza principal frente a la parroquia estaba atiborrada por una multitud jubilosa y expectante a la Misa Mayor, que sería presidida por el señor obispo Oscar José Vélez Isaza. c.m.f. La pólvora junto a la música de viento y cantos vallenatos se confundían en el ambiente, dibujando el escenario único que anualmente acontece en las fiestas patronales de la Virgen de la Candelaria en el municipio de Becerril, Cesar.
Rosas blancas y amarillas, entrelazadas con bellos cartuchos y rellenos de un verde vigoroso, engalanaban la decoración del templo. Los fieles entonaban sus cánticos y muy alegres participaban de la solemne Eucaristía, la prédica del señor obispo fue enérgica, consoladora y penetrante. Los abrazos en el momento de la paz, evidenciaban el encuentro gozoso y fraterno de todos en la casa de todos, en la que no prevalecen los estratos sociales ni las diferencias políticas o raciales. En este lugar, todos se sienten y reconocen miembros de una sola familia, grandes y chicos, jóvenes y adultos, niños y ancianos. Todos hijos del mismo Padre Dios, hermanos en el Hijo Único Jesús, animados por la gracia del Espíritu Santo juntos en la Iglesia, cuyo espacio físico que los ubica y une en el tiempo: es el Templo.
En la narración anterior, se evidencia el epicentro temático de esta sesión: el templo, espacio sagrado como “lugar de encuentro”. Sí, encuentro consigo mismo en la interiorización, con los otros al compartir la fe, con la naturaleza representada en la exuberante belleza de las flores y con Dios al que se alaba, bendice y agradece. Esta es a mi modo de ver, una de las principales características presentes en la concepción del templo en general, pero sobre todo, en la visión cristiana. El Concilio Vaticano II, en la Lumen Gentium #1, desarrolla esta misma idea en un sentido más teológico, trascendiendo la connotación física del templo, al afirmar que “la Iglesia es en Cristo como un sacramento, o sea signo e instrumento de la unión íntima con Dios y de la unidad de todo el género humano…”
Continuaremos profundizando…
Casas, calles y parques son escenarios que inevitablemente y por antonomasia confluyen en la cultura del encuentro como se ha venido demostrando en episodios anteriores. En ellos se esconde una magia fascinante e inevitable que nos atrapa y envuelve con sus peculiares características. Muchos son los espacios que pueden posibilitar el encuentro para los seres humanos. En […]
Casas, calles y parques son escenarios que inevitablemente y por antonomasia confluyen en la cultura del encuentro como se ha venido demostrando en episodios anteriores. En ellos se esconde una magia fascinante e inevitable que nos atrapa y envuelve con sus peculiares características. Muchos son los espacios que pueden posibilitar el encuentro para los seres humanos. En esta ocasión, quiero detenerme en los templos como lugares teológicos o espacios sagrados para el encuentro desde la visión cristiana.
Pero antes, hagamos un breve recorrido por el significado de los mismos desde su etimología y principales características en las manifestaciones religiosas. La palabra templo viene del latín templum ‘recinto sagrado’, griego τέμενος – del verbo τέμνειν que significa ‘cortar’, ‘recortar’. Es un recinto reservado para los dioses, recortado, separado, aislado. Este espacio delimitado es sagrado (sanctus) y, por tanto, inviolable. Sanctus viene del verbo sancire ‘delimitar’, ‘establecer’, ‘acotar’.
A continuación, ilustraré a través de un relato, la idea central que me ocupa en este apartado:
Las campanas del nuevo templo repicaban sin parar, anunciando el inicio de las fiestas patronales del pueblo. Era un 02 de febrero del 2019, la plaza principal frente a la parroquia estaba atiborrada por una multitud jubilosa y expectante a la Misa Mayor, que sería presidida por el señor obispo Oscar José Vélez Isaza. c.m.f. La pólvora junto a la música de viento y cantos vallenatos se confundían en el ambiente, dibujando el escenario único que anualmente acontece en las fiestas patronales de la Virgen de la Candelaria en el municipio de Becerril, Cesar.
Rosas blancas y amarillas, entrelazadas con bellos cartuchos y rellenos de un verde vigoroso, engalanaban la decoración del templo. Los fieles entonaban sus cánticos y muy alegres participaban de la solemne Eucaristía, la prédica del señor obispo fue enérgica, consoladora y penetrante. Los abrazos en el momento de la paz, evidenciaban el encuentro gozoso y fraterno de todos en la casa de todos, en la que no prevalecen los estratos sociales ni las diferencias políticas o raciales. En este lugar, todos se sienten y reconocen miembros de una sola familia, grandes y chicos, jóvenes y adultos, niños y ancianos. Todos hijos del mismo Padre Dios, hermanos en el Hijo Único Jesús, animados por la gracia del Espíritu Santo juntos en la Iglesia, cuyo espacio físico que los ubica y une en el tiempo: es el Templo.
En la narración anterior, se evidencia el epicentro temático de esta sesión: el templo, espacio sagrado como “lugar de encuentro”. Sí, encuentro consigo mismo en la interiorización, con los otros al compartir la fe, con la naturaleza representada en la exuberante belleza de las flores y con Dios al que se alaba, bendice y agradece. Esta es a mi modo de ver, una de las principales características presentes en la concepción del templo en general, pero sobre todo, en la visión cristiana. El Concilio Vaticano II, en la Lumen Gentium #1, desarrolla esta misma idea en un sentido más teológico, trascendiendo la connotación física del templo, al afirmar que “la Iglesia es en Cristo como un sacramento, o sea signo e instrumento de la unión íntima con Dios y de la unidad de todo el género humano…”
Continuaremos profundizando…