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Columnista - 18 agosto, 2020

Indisciplina social. ¿La culpa de quién?

Asumir una actitud propositiva, darnos la importancia que cada ser humano merece en el entendido que hay normas; normas que son para cumplir, no para violarlas y pasarlas por la faja. Que todos tenemos nuestro espacio y que esos espacios son y deben ser respetados; hay obligaciones y deberes por cumplir; nuestros derechos llegan justo […]

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Asumir una actitud propositiva, darnos la importancia que cada ser humano merece en el entendido que hay normas; normas que son para cumplir, no para violarlas y pasarlas por la faja. Que todos tenemos nuestro espacio y que esos espacios son y deben ser respetados; hay obligaciones y deberes por cumplir; nuestros derechos llegan justo donde inician los de mi vecino.

Los valores son esenciales para la sana convivencia. Pero el facilismo nos ha llevado por caminos simplistas y llenos de atajos para lograr lo que quiero por encima de la cabeza de quien sea. En las intersecciones de las calles congestionadas hay semáforos. Para la movilidad peatonal se inventaron las cebras, darle un poco de funcionalidad al paso de la gente. Sin embargo,  los semáforos en rojo no se respetan;  hay conductores que no entienden eso, se ubican encima de las cebras impidiendo el paso de los que andan a pie.

El tiempo y la prisa nos aceleran y somos invencibles.  Son cosas elementales, pero es indisciplina. Los paraderos de los buses no son utilizados, una multitud de motos, tienen sus propios paraderos y obstaculizan  el paso en la vía pública.  En lo elemental nos quedamos absortos, cada quien pretende y quiere hacer lo que quiere. Es normal esto.  Si la autoridad actúa, entonces hay un problema porque “abusan de su autoridad”  pero es porque contraviene mi indisciplina.

En lo más profundo, se ha impuesto el relativismo personal, es decir, todo vale lo mismo. O se piensa que lo bueno puede ser malo, que aquel que se roba un cubo de caldo Maggi es tan deshonesto y ladrón como el que se roba $24 billones del erario.  Meten preso al pobre de la Maggi, al otro le brindan garantías legales. Ambas cosas son reprochables, pero deben ser manejadas con criterio, principios  y valores.

Todo se equilibró en un momento, lo bello y lo feo; lo bueno y lo malo. ¿Desde cuándo empezamos a ver con más importancia al alumno que al maestro? ¿Se le puede creer más al delincuente que a la víctima? No se cree en la autoridad, menos si la autoridad ejerce un control sobre mi indisciplina y mis malos manejos.  Lo bacano es: las normas son para otro, para mí el facilismo.  Se avasalló la excelencia, y se olvidó enseñar valores;  quitaron la religión como materia de los salones de clases  y se perdió el respeto por Dios. La crisis moral que vivimos es insoportable.

La cultura, que hace referencia al cultivo del espíritu  humano, ha ido perdiendo sus facultades; hoy lo bueno es poder actuar libremente y que nadie se meta.  Esto es lo viciado de la evolución de la civilización, del famoso progreso. Hombre con hombre, mujer con mujer y del mismo modo en sentido contrario, fue el hazme reír de años, pero hoy es un criterio legal de la población LGBTI, que busca el fomento de leyes contra la discriminación de su orientación homosexual. ¿Es esto indisciplina a la naturaleza? Contravención a lo natural que es indisciplina. Es un tema de actitud y aptitud, eso creo.   Sólo Eso.

Columnista
18 agosto, 2020

Indisciplina social. ¿La culpa de quién?

Feel the sand on your feet, not your wardrobe weight.
Eduardo S. Ortega Vergara

Asumir una actitud propositiva, darnos la importancia que cada ser humano merece en el entendido que hay normas; normas que son para cumplir, no para violarlas y pasarlas por la faja. Que todos tenemos nuestro espacio y que esos espacios son y deben ser respetados; hay obligaciones y deberes por cumplir; nuestros derechos llegan justo […]


Asumir una actitud propositiva, darnos la importancia que cada ser humano merece en el entendido que hay normas; normas que son para cumplir, no para violarlas y pasarlas por la faja. Que todos tenemos nuestro espacio y que esos espacios son y deben ser respetados; hay obligaciones y deberes por cumplir; nuestros derechos llegan justo donde inician los de mi vecino.

Los valores son esenciales para la sana convivencia. Pero el facilismo nos ha llevado por caminos simplistas y llenos de atajos para lograr lo que quiero por encima de la cabeza de quien sea. En las intersecciones de las calles congestionadas hay semáforos. Para la movilidad peatonal se inventaron las cebras, darle un poco de funcionalidad al paso de la gente. Sin embargo,  los semáforos en rojo no se respetan;  hay conductores que no entienden eso, se ubican encima de las cebras impidiendo el paso de los que andan a pie.

El tiempo y la prisa nos aceleran y somos invencibles.  Son cosas elementales, pero es indisciplina. Los paraderos de los buses no son utilizados, una multitud de motos, tienen sus propios paraderos y obstaculizan  el paso en la vía pública.  En lo elemental nos quedamos absortos, cada quien pretende y quiere hacer lo que quiere. Es normal esto.  Si la autoridad actúa, entonces hay un problema porque “abusan de su autoridad”  pero es porque contraviene mi indisciplina.

En lo más profundo, se ha impuesto el relativismo personal, es decir, todo vale lo mismo. O se piensa que lo bueno puede ser malo, que aquel que se roba un cubo de caldo Maggi es tan deshonesto y ladrón como el que se roba $24 billones del erario.  Meten preso al pobre de la Maggi, al otro le brindan garantías legales. Ambas cosas son reprochables, pero deben ser manejadas con criterio, principios  y valores.

Todo se equilibró en un momento, lo bello y lo feo; lo bueno y lo malo. ¿Desde cuándo empezamos a ver con más importancia al alumno que al maestro? ¿Se le puede creer más al delincuente que a la víctima? No se cree en la autoridad, menos si la autoridad ejerce un control sobre mi indisciplina y mis malos manejos.  Lo bacano es: las normas son para otro, para mí el facilismo.  Se avasalló la excelencia, y se olvidó enseñar valores;  quitaron la religión como materia de los salones de clases  y se perdió el respeto por Dios. La crisis moral que vivimos es insoportable.

La cultura, que hace referencia al cultivo del espíritu  humano, ha ido perdiendo sus facultades; hoy lo bueno es poder actuar libremente y que nadie se meta.  Esto es lo viciado de la evolución de la civilización, del famoso progreso. Hombre con hombre, mujer con mujer y del mismo modo en sentido contrario, fue el hazme reír de años, pero hoy es un criterio legal de la población LGBTI, que busca el fomento de leyes contra la discriminación de su orientación homosexual. ¿Es esto indisciplina a la naturaleza? Contravención a lo natural que es indisciplina. Es un tema de actitud y aptitud, eso creo.   Sólo Eso.