Ser una comunidad solidaria parece una utopía, en la barriada El Amparo los valores humanos han prevalecido con los años y cambios de generaciones.
¡Mis queridos lectores! Hoy les contaré una historia muy positiva de una zona de Valledupar, donde la buena convivencia sí es posible. Donde los valores prevalecen y sobre todo el respeto al otro. Les hablo del barrio El Amparo, ubicado hacia el noreste de la ciudad, por la carrera 19D.
Caminando por las calles verdes y arborizadas encontré a una de las primeras habitantes de este barrio tan cívico. Con mucha amabilidad y en medio de una pequeña vereda llena de vegetación en la calle 8ª del Amparo, la señora María Esther, una dama muy educada de 76 años, me contó que el barrio fue creado por empleados públicos a través del Fondo Nacional del Ahorro, hace unos 37 años.
Me contó Esther que en un principio: “Eran unas casas muy sencillas, pero a medida del tiempo las hemos ido reformando, adaptando. Es un barrio muy tranquilo hemos cosechado mucha hermandad, somos muy unidos. Todo lo hacíamos en comunidad, pero hoy día muchos vecinos se han ido, han arrendado o vendido, y entonces han llegado foráneos, personas de otras partes, u otro tipo de religión”.
Esther con su voz muy dulce y amable, me dijo que la comunidad en un inicio era muy católica, pero al pasar del tiempo se han arrendado vecinos de religión cristiana -¡Vaya reto, tolerar los pensamientos diferentes!-
“Éramos muy católicos, creyentes pero se han metido evangélicos, y han tratado de influenciar en los chicos jóvenes, pero hemos sabido sobrellevarlo y hemos manejado entre todos los vecinos aceptarnos. Respetar sus creencias”.
Los valores vienen de casa, y se proyectan en comunidad a pesar de cualquier diferencia, esto me lo ha dejado muy claro Doña Esther: “Somos muy solidarios, con un enfermo o con un muerto hay estamos todos. Somos unidos”.
El barrio El Amparo comprende dos etapas, la primera que abarca el sector de doña Esther donde hay al menos unas 15 casas de tres alcobas; la otra etapa comprende casas de dos alcobas.
Sentados en una de las bancas de la vereda, bajo unas matas de mango, Esther me cuenta una problemática que aqueja a los habitantes y va relacionada con la cultura: “Hay algunos vecinos que como no nos gustan las mascotas no tenemos espacios para ellos, pero tenemos problemas con los perros de otros vecinos. Somos personas mayores los que estamos hoy en día, entonces los hijos de los viejos dueños de casas, las sacan a pasear y no recogen la ‘caca’ de sus mascotas, a mí en lo particular me afecta, pero como hemos sido tolerantes no nos ponemos a pelear con los vecinos”. Justamente mientras conversábamos, un joven paseaba a su mascota, se percató de nuestras miradas y entendió el mensaje: recogió con una bolsa la ‘caca’ de su perro.
“En ese aspecto de los animales estamos pendientes, para que aprendan que deben no solo pasear al perrito sino recoger las necesidades que hagan” reflexionó Esther.
Los animales provienen del sector de Esther, y también de otros vecinos foráneos, que en vista de la plaza tan acogedora vienen a pasar rato con sus mascotas. “Entonces es una preocupación de la comunidad” recalcó.
Para mi consuelo, sí existen lugares con eficiente servicios públicos, y es que según el relato de Doña Esther, son de total normalidad, en relato de doña Esther. ¡Maravilloso!
Con mucha satisfacción, y con total seguridad, Esther me afirmó: “Los servicios son muy estables no tenemos quejas. Hay buen servicio de agua, el aseo viene tres veces a la semana (y así observamos, todo limpio). En cuanto a servicio público no tenemos dificultades. Estamos bien. Servicio de transporte ni se diga”.
Poco a poco, el barrio El Amparo se ha ido desarrollando, sus habitantes mejorando su calidad de vida, pues este barrio comprende el hábitat de muchos profesionales entre abogados, docentes, comerciantes y otros que con una visión de civilidad han creado un mejor confort.
“Tenemos muchos sitios de comer. Comida rápida y esas cosas”, dijo nuestra interlocutora.
Entre los habitantes, la adulta mayor me destacó la historia de una vecina, quien desde su llegada al barrio le dio vida comercial –hace unos 30 años- Carolina Manjarrés, es la líder del protocolo para cada festividad: “Desde que ella llegó ahí, su mirada era la cocina. Es una persona que le gusta el comercio. Luego montó su boutique. Después volvió a la cocina, y ella es a quien todo el mundo busca para cualquier cosa relacionada a comida”
Manjarrés no estaba en su casa para conocerla en persona, como toda buena comerciante estaba de salida en diligencias.
Ya en confianza nuestra invitada me dijo que su comunidad ayuda no solo a propios sino también a extraños. “Aquí los muchachos del aseo vienen a reposar un rato mientras recogen todo y nosotros los atendemos, y ellos agarran sombra un rato. También hay mucho sentido de humanidad con los venezolanos que vienen, si uno tiene para darles les ofrecemos trabajo ‘ve limpia esto y gánate esto’. Ellos vienen los sábados y domingos junto a otras personas del barrio 25 de diciembre que sus recursos económicos no les permiten para cubrir sus necesidades y vienen acá, se han hecho amigos y los ayudamos. A un viejito barranquillero también lo ayudamos, él es el que nos poda las matas”.
Ser una comunidad solidaria parece una utopía, en la barriada El Amparo los valores humanos han prevalecido con los años y cambios de generaciones.
¡Mis queridos lectores! Hoy les contaré una historia muy positiva de una zona de Valledupar, donde la buena convivencia sí es posible. Donde los valores prevalecen y sobre todo el respeto al otro. Les hablo del barrio El Amparo, ubicado hacia el noreste de la ciudad, por la carrera 19D.
Caminando por las calles verdes y arborizadas encontré a una de las primeras habitantes de este barrio tan cívico. Con mucha amabilidad y en medio de una pequeña vereda llena de vegetación en la calle 8ª del Amparo, la señora María Esther, una dama muy educada de 76 años, me contó que el barrio fue creado por empleados públicos a través del Fondo Nacional del Ahorro, hace unos 37 años.
Me contó Esther que en un principio: “Eran unas casas muy sencillas, pero a medida del tiempo las hemos ido reformando, adaptando. Es un barrio muy tranquilo hemos cosechado mucha hermandad, somos muy unidos. Todo lo hacíamos en comunidad, pero hoy día muchos vecinos se han ido, han arrendado o vendido, y entonces han llegado foráneos, personas de otras partes, u otro tipo de religión”.
Esther con su voz muy dulce y amable, me dijo que la comunidad en un inicio era muy católica, pero al pasar del tiempo se han arrendado vecinos de religión cristiana -¡Vaya reto, tolerar los pensamientos diferentes!-
“Éramos muy católicos, creyentes pero se han metido evangélicos, y han tratado de influenciar en los chicos jóvenes, pero hemos sabido sobrellevarlo y hemos manejado entre todos los vecinos aceptarnos. Respetar sus creencias”.
Los valores vienen de casa, y se proyectan en comunidad a pesar de cualquier diferencia, esto me lo ha dejado muy claro Doña Esther: “Somos muy solidarios, con un enfermo o con un muerto hay estamos todos. Somos unidos”.
El barrio El Amparo comprende dos etapas, la primera que abarca el sector de doña Esther donde hay al menos unas 15 casas de tres alcobas; la otra etapa comprende casas de dos alcobas.
Sentados en una de las bancas de la vereda, bajo unas matas de mango, Esther me cuenta una problemática que aqueja a los habitantes y va relacionada con la cultura: “Hay algunos vecinos que como no nos gustan las mascotas no tenemos espacios para ellos, pero tenemos problemas con los perros de otros vecinos. Somos personas mayores los que estamos hoy en día, entonces los hijos de los viejos dueños de casas, las sacan a pasear y no recogen la ‘caca’ de sus mascotas, a mí en lo particular me afecta, pero como hemos sido tolerantes no nos ponemos a pelear con los vecinos”. Justamente mientras conversábamos, un joven paseaba a su mascota, se percató de nuestras miradas y entendió el mensaje: recogió con una bolsa la ‘caca’ de su perro.
“En ese aspecto de los animales estamos pendientes, para que aprendan que deben no solo pasear al perrito sino recoger las necesidades que hagan” reflexionó Esther.
Los animales provienen del sector de Esther, y también de otros vecinos foráneos, que en vista de la plaza tan acogedora vienen a pasar rato con sus mascotas. “Entonces es una preocupación de la comunidad” recalcó.
Para mi consuelo, sí existen lugares con eficiente servicios públicos, y es que según el relato de Doña Esther, son de total normalidad, en relato de doña Esther. ¡Maravilloso!
Con mucha satisfacción, y con total seguridad, Esther me afirmó: “Los servicios son muy estables no tenemos quejas. Hay buen servicio de agua, el aseo viene tres veces a la semana (y así observamos, todo limpio). En cuanto a servicio público no tenemos dificultades. Estamos bien. Servicio de transporte ni se diga”.
Poco a poco, el barrio El Amparo se ha ido desarrollando, sus habitantes mejorando su calidad de vida, pues este barrio comprende el hábitat de muchos profesionales entre abogados, docentes, comerciantes y otros que con una visión de civilidad han creado un mejor confort.
“Tenemos muchos sitios de comer. Comida rápida y esas cosas”, dijo nuestra interlocutora.
Entre los habitantes, la adulta mayor me destacó la historia de una vecina, quien desde su llegada al barrio le dio vida comercial –hace unos 30 años- Carolina Manjarrés, es la líder del protocolo para cada festividad: “Desde que ella llegó ahí, su mirada era la cocina. Es una persona que le gusta el comercio. Luego montó su boutique. Después volvió a la cocina, y ella es a quien todo el mundo busca para cualquier cosa relacionada a comida”
Manjarrés no estaba en su casa para conocerla en persona, como toda buena comerciante estaba de salida en diligencias.
Ya en confianza nuestra invitada me dijo que su comunidad ayuda no solo a propios sino también a extraños. “Aquí los muchachos del aseo vienen a reposar un rato mientras recogen todo y nosotros los atendemos, y ellos agarran sombra un rato. También hay mucho sentido de humanidad con los venezolanos que vienen, si uno tiene para darles les ofrecemos trabajo ‘ve limpia esto y gánate esto’. Ellos vienen los sábados y domingos junto a otras personas del barrio 25 de diciembre que sus recursos económicos no les permiten para cubrir sus necesidades y vienen acá, se han hecho amigos y los ayudamos. A un viejito barranquillero también lo ayudamos, él es el que nos poda las matas”.