Les cuento que estoy muy feliz con la linda experiencia que viví en el corregimiento de Atánquez, una de las doce comunidades que integran el Resguardo Indígena Kankuamo, situado en el norte de Valledupar y en la vertiente suroriental de la Sierra Nevada de Santa Marta.
¡Buenos días queridos lectores!
Les cuento que estoy muy feliz con la linda experiencia que viví en el corregimiento de Atánquez, una de las doce comunidades que integran el Resguardo Indígena Kankuamo, situado en el norte de Valledupar y en la vertiente suroriental de la Sierra Nevada de Santa Marta.
Estuve en este corregimiento por motivo del Corpus Christi, que traduce Cuerpo de Cristo; el jueves todos los caminos conducían a Atánquez para contemplar la danza de las cucambas, diablos y negros que con fe ofrecen y cumplen las promesas que un día le pidieron a Dios.
Esta vez me reuní con el mamo menor, John Robert Torres, quien me acompañó en un recorrido por este bello pueblo empedrado, lleno de personas trabajadoras, inteligentes y con una visión empresarial única.
En el paseo respire aire puro, vi la devoción con la que oraban los atanqueros, que con esfuerzo decoraron sus casas para la tradicional celebración. También probé manjares exquisitos, propios del corregimiento, como el alfandoque.
Les cuento que estoy muy feliz con la linda experiencia que viví en el corregimiento de Atánquez, una de las doce comunidades que integran el Resguardo Indígena Kankuamo, situado en el norte de Valledupar y en la vertiente suroriental de la Sierra Nevada de Santa Marta.
¡Buenos días queridos lectores!
Les cuento que estoy muy feliz con la linda experiencia que viví en el corregimiento de Atánquez, una de las doce comunidades que integran el Resguardo Indígena Kankuamo, situado en el norte de Valledupar y en la vertiente suroriental de la Sierra Nevada de Santa Marta.
Estuve en este corregimiento por motivo del Corpus Christi, que traduce Cuerpo de Cristo; el jueves todos los caminos conducían a Atánquez para contemplar la danza de las cucambas, diablos y negros que con fe ofrecen y cumplen las promesas que un día le pidieron a Dios.
Esta vez me reuní con el mamo menor, John Robert Torres, quien me acompañó en un recorrido por este bello pueblo empedrado, lleno de personas trabajadoras, inteligentes y con una visión empresarial única.
En el paseo respire aire puro, vi la devoción con la que oraban los atanqueros, que con esfuerzo decoraron sus casas para la tradicional celebración. También probé manjares exquisitos, propios del corregimiento, como el alfandoque.