Un escenario emblemático del centro histórico de Valledupar, donde se proyectaban películas a blanco y negro, que servía para la coronación de las reinas de carnaval y otros eventos, que hoy está en el abandono total.
En la década de los 50, largas filas se observaban por las noches en la carrera 7 con calle 15. Niños, jóvenes y adultos llegaban al lugar atraídos por los anuncios, retablos de madera que instalaban en lugares de alto flujo peatonal en la ciudad, donde escribían con letras grandes y coloridas el título y autores de las películas del momento. Ellos acudían al teatro más representativo de Valledupar, el Teatro Cesar, del cual hoy solo quedan vestigios.
Los que acudieron al lugar coinciden en afirmar este era el sitio predilecto de la clase alta de la capital del Cesar, puesto que estaba a una cuadra de la Plaza Alfonso López, sector donde vivía la gente pudiente, y que era el mejor lugar para apreciar filmes a blanco y negro, que en su gran mayoría eran mexicanas, de rancheras y héroes del país ‘manito’.
El Teatro Cesar estaba divido en dos secciones: palco y luneta. En la primero había techo, ventiladores que disipaban el calor y las sillas eran metálicas; en la segunda era al descubierto y contaba con bancas. Así lo recuerda Astrid Baute, la hija de los gestores de este hito histórico y cultural, Guillermo Baute y Carlota Uhía.
El historiador Tomas Darío Gutiérrez asegura que era lo mejor que tenía la ciudad. “Habían tres teatros en la ciudad: El Caribe, que estaba ubicado diagonal a la Casa de la Cultura; el San Jorge, que quedaba al lado de la papelería Departamental; y El Cesar, que sobresalía por tener las mejores películas y mejor silletería”, rememoró.
De acuerdo con Gutiérrez, siempre había lleno total, en las funciones eran a las 6:00 p. m. y a las 8:00 p. m., puesto que había pocos sitios de diversión y para la época no había televisión.
“Las películas venían en rollo de cinta de Barranquilla y era frecuente que se partieran las cintas, por lo que había que esperar mientras que las pegaban para que siguiera la película”, acotó.
El Teatro Cesar se distinguía de los demás de la ciudad porque tenía planta eléctrica propia y a diferencia de los otros, allí no se terminaba la función por las fallas del sistema de energía en la ciudad.
Annie Marshall, integrante de la Fundación Aviva, Amigos del Viejo Valledupar, asegura que en el Teatro Cesar se produjo la mayor actividad social en Valledupar, incluso, cuando no existía el Festival Vallenato.
Esta afirmación la reitera Alba Luz Luque, fundadora de la Fundación Aviva, afirmando que “el lugar aparte de ser teatro y cine, era el sitio donde coronaban a las reinas de carnaval, la reina del Club Valledupar y las reinas de barrios populares; además era donde se celebraba una actividad que la denominaban ‘Sesión Solemne’, que eran las graduaciones de colegios”.
En ese tiempo, recuerda, la gran mayoría de las funciones de cine eran con películas mexicanas, cuando estaba de moda Pedro Infante y María Félix.
“Desde mi casa podíamos ver el recorrido de la película, porque la gente gritaba a medida que se iban emocionando. Si era pelea le gritaban “dale, dale”; si eran besos le gritaban “chúpala, chúpala”. Uno podía seguir los pormenores de la película porque gritaban y aplaudían”, indicó Luque.
También recordó que a las afueras del lugar había una intensa actividad comercial con vendedores ambulantes de chicles, bombones, pastelitos y jugos. En esa época no se veía películas con crispetas ni gaseosas.
Para la hija de los creadores del Teatro Cesar, Astrid Baute, este lugar permitió que sus padres educaran a sus seis hijos, a quienes envió a estudiar por fuera de la ciudad, y a comprar una finca, por lo que representó el sostén de su hogar.
“Mi mamá era la que se encargaba de todo, mandaba hacer las boletas y vendía, ella era el eje de la familia”, manifestó Astrid Baute, por lo que al morir decayó el lugar, lo cual empeoró cuando murió su padre.
De acuerdo con los integrantes de la Fundación Aviva el terreno del Teatro Cesar y de la casa de los Baute de Uhía, que colindaba con el lugar cultural, fue rematado en un juicio de sucesión por 70 millones de pesos.
Para el historiador Tomás Darío Gutiérrez, los teatros tradicionales empezaron a cerrarse en toda la Costa Caribe hace aproximadamente 30 años atrás, con la aparición de la televisión.
“Este sitio fue tan importante que todo vallenato que vivió la época de los 50 en la ciudad lo recuerda. Cuando se hizo el Plan Centro, en la primera alcaldía de Rodolfo Campo, se establece en uno de los numerales: El Teatro Cesar, otrora hito cultural, debe ser restaurado; y en el primer POT que se hizo en Valledupar, está en unos de los artículos calificado de histórico y cultural”, recuerda Alba Luque.
Aunque la persona que compró los terrenos del Teatro Cesar y la casa de los Baute de Uhía tenía planes de construir un moderno edificio, no lo pudo hacer, debido a algunas restricciones por estar en el centro histórico de la ciudad.
Por su parte, Marshall asegura que el dueño de la propiedad se resiste a darle una reparación al inmueble, señalando que “la Fundación Aviva planteó pintarle toda la fachada y para este Mes del Patrimonio pensábamos hacer unos murales artísticos, llenos de fe y esperanza, para regalárselos a la ciudad, y el dueño respondió que bajo ningún punto lo permitiría”.
Gutiérrez enfatizó que ese solo inmueble que era de la familia Baute es inmenso. “Hay como 800 metros, desde la esquina, donde está la casa colonial que se le cayó un pedazo arriba hasta el teatro. Allí podría funcionar perfectamente un museo, una Casa Cultural, o un Centro de Convenciones, que coincida con la imagen histórica de ese sector de la ciudad”
El teatro que hoy es una vieja edificación que amenaza con venirse al suelo, funcionó por primera vez en donde queda el parqueadero Calle Grande, donde había bancas de madera y estaba sin pintar, pero Carlota Uhía de Baute, una mujer visionaria y líder en su familia, decidió sacarlo de allí para el patio de su inmensa casa.
“Da tristeza ver cómo está el Teatro Cesar en la actualidad. Le pedimos al alcalde Augusto Ramírez y el gobernador del Cesar, Francisco Ovalle, que hagan algo por este bien cultural, y que revivan el Viejo Valledupar, así como lo hizo Santa Marta o Cartagena”: Astrid Baute, hija de los gestores del Teatro Cesar.
Annelise Barriga Ramírez/EL PILÓN
Un escenario emblemático del centro histórico de Valledupar, donde se proyectaban películas a blanco y negro, que servía para la coronación de las reinas de carnaval y otros eventos, que hoy está en el abandono total.
En la década de los 50, largas filas se observaban por las noches en la carrera 7 con calle 15. Niños, jóvenes y adultos llegaban al lugar atraídos por los anuncios, retablos de madera que instalaban en lugares de alto flujo peatonal en la ciudad, donde escribían con letras grandes y coloridas el título y autores de las películas del momento. Ellos acudían al teatro más representativo de Valledupar, el Teatro Cesar, del cual hoy solo quedan vestigios.
Los que acudieron al lugar coinciden en afirmar este era el sitio predilecto de la clase alta de la capital del Cesar, puesto que estaba a una cuadra de la Plaza Alfonso López, sector donde vivía la gente pudiente, y que era el mejor lugar para apreciar filmes a blanco y negro, que en su gran mayoría eran mexicanas, de rancheras y héroes del país ‘manito’.
El Teatro Cesar estaba divido en dos secciones: palco y luneta. En la primero había techo, ventiladores que disipaban el calor y las sillas eran metálicas; en la segunda era al descubierto y contaba con bancas. Así lo recuerda Astrid Baute, la hija de los gestores de este hito histórico y cultural, Guillermo Baute y Carlota Uhía.
El historiador Tomas Darío Gutiérrez asegura que era lo mejor que tenía la ciudad. “Habían tres teatros en la ciudad: El Caribe, que estaba ubicado diagonal a la Casa de la Cultura; el San Jorge, que quedaba al lado de la papelería Departamental; y El Cesar, que sobresalía por tener las mejores películas y mejor silletería”, rememoró.
De acuerdo con Gutiérrez, siempre había lleno total, en las funciones eran a las 6:00 p. m. y a las 8:00 p. m., puesto que había pocos sitios de diversión y para la época no había televisión.
“Las películas venían en rollo de cinta de Barranquilla y era frecuente que se partieran las cintas, por lo que había que esperar mientras que las pegaban para que siguiera la película”, acotó.
El Teatro Cesar se distinguía de los demás de la ciudad porque tenía planta eléctrica propia y a diferencia de los otros, allí no se terminaba la función por las fallas del sistema de energía en la ciudad.
Annie Marshall, integrante de la Fundación Aviva, Amigos del Viejo Valledupar, asegura que en el Teatro Cesar se produjo la mayor actividad social en Valledupar, incluso, cuando no existía el Festival Vallenato.
Esta afirmación la reitera Alba Luz Luque, fundadora de la Fundación Aviva, afirmando que “el lugar aparte de ser teatro y cine, era el sitio donde coronaban a las reinas de carnaval, la reina del Club Valledupar y las reinas de barrios populares; además era donde se celebraba una actividad que la denominaban ‘Sesión Solemne’, que eran las graduaciones de colegios”.
En ese tiempo, recuerda, la gran mayoría de las funciones de cine eran con películas mexicanas, cuando estaba de moda Pedro Infante y María Félix.
“Desde mi casa podíamos ver el recorrido de la película, porque la gente gritaba a medida que se iban emocionando. Si era pelea le gritaban “dale, dale”; si eran besos le gritaban “chúpala, chúpala”. Uno podía seguir los pormenores de la película porque gritaban y aplaudían”, indicó Luque.
También recordó que a las afueras del lugar había una intensa actividad comercial con vendedores ambulantes de chicles, bombones, pastelitos y jugos. En esa época no se veía películas con crispetas ni gaseosas.
Para la hija de los creadores del Teatro Cesar, Astrid Baute, este lugar permitió que sus padres educaran a sus seis hijos, a quienes envió a estudiar por fuera de la ciudad, y a comprar una finca, por lo que representó el sostén de su hogar.
“Mi mamá era la que se encargaba de todo, mandaba hacer las boletas y vendía, ella era el eje de la familia”, manifestó Astrid Baute, por lo que al morir decayó el lugar, lo cual empeoró cuando murió su padre.
De acuerdo con los integrantes de la Fundación Aviva el terreno del Teatro Cesar y de la casa de los Baute de Uhía, que colindaba con el lugar cultural, fue rematado en un juicio de sucesión por 70 millones de pesos.
Para el historiador Tomás Darío Gutiérrez, los teatros tradicionales empezaron a cerrarse en toda la Costa Caribe hace aproximadamente 30 años atrás, con la aparición de la televisión.
“Este sitio fue tan importante que todo vallenato que vivió la época de los 50 en la ciudad lo recuerda. Cuando se hizo el Plan Centro, en la primera alcaldía de Rodolfo Campo, se establece en uno de los numerales: El Teatro Cesar, otrora hito cultural, debe ser restaurado; y en el primer POT que se hizo en Valledupar, está en unos de los artículos calificado de histórico y cultural”, recuerda Alba Luque.
Aunque la persona que compró los terrenos del Teatro Cesar y la casa de los Baute de Uhía tenía planes de construir un moderno edificio, no lo pudo hacer, debido a algunas restricciones por estar en el centro histórico de la ciudad.
Por su parte, Marshall asegura que el dueño de la propiedad se resiste a darle una reparación al inmueble, señalando que “la Fundación Aviva planteó pintarle toda la fachada y para este Mes del Patrimonio pensábamos hacer unos murales artísticos, llenos de fe y esperanza, para regalárselos a la ciudad, y el dueño respondió que bajo ningún punto lo permitiría”.
Gutiérrez enfatizó que ese solo inmueble que era de la familia Baute es inmenso. “Hay como 800 metros, desde la esquina, donde está la casa colonial que se le cayó un pedazo arriba hasta el teatro. Allí podría funcionar perfectamente un museo, una Casa Cultural, o un Centro de Convenciones, que coincida con la imagen histórica de ese sector de la ciudad”
El teatro que hoy es una vieja edificación que amenaza con venirse al suelo, funcionó por primera vez en donde queda el parqueadero Calle Grande, donde había bancas de madera y estaba sin pintar, pero Carlota Uhía de Baute, una mujer visionaria y líder en su familia, decidió sacarlo de allí para el patio de su inmensa casa.
“Da tristeza ver cómo está el Teatro Cesar en la actualidad. Le pedimos al alcalde Augusto Ramírez y el gobernador del Cesar, Francisco Ovalle, que hagan algo por este bien cultural, y que revivan el Viejo Valledupar, así como lo hizo Santa Marta o Cartagena”: Astrid Baute, hija de los gestores del Teatro Cesar.
Annelise Barriga Ramírez/EL PILÓN