‘Paguancha’ obstinado y defraudado por las malas calificaciones de su hijo decidió, a manera de enseñanza, levantarlo todos los días a las 3 de la mañana y convidarlo a la finca ubicada en la vereda Manantial a mirar el ordeño.
‘Paguancha’ era un campechano, nacido en el municipio de Robles, dedicado a las labores del campo, acostumbrado a madrugar todos los días para ir a su finca llamada ‘Pozo Nuevo’, con el fin de atender las necesidades de su pequeño hato.
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Con esfuerzo envió a estudiar a su hijo a la capital del país. ‘Paguancha’ se había valido de la amistad con la familia Castro para que a través de su comadre Josefina Castro Monsalvo enviara marconigrama a su hijo y estudiante de medicina Guillermo Castro Castro para que le ayudara con el cupo de Marino, su hijo quien aspiraba ingresar a estudiar en la facultad de odontología de la Universidad Javeriana.
El joven estudiante partió de La Paz con las primeras brisas del mes de enero de 1963, el recorrido se hacía en mula hasta Fundación del Puente, luego se embarcaba en un tren hasta la estación de Ciénaga y finalmente embalsar el río y subir hacia el municipio de Honda, en el Tolima, en embarcaciones de vapor. Desde La Dorada hasta Bogotá finalizar el viaje en tren.
Como era costumbre, por lo largo y la difícil travesía del viaje, los estudiantes venían cada año, lógico ‘Paguancha’ preocupado por las notas de su hijo y enterado de que este al regresar a la capital debía pagar un extra en su matrícula por cuanto debía repetir una materia que había perdido.
‘Paguancha’ obstinado y defraudado por las malas calificaciones de su hijo decidió, a manera de enseñanza, levantarlo todos los días a las 3 de la mañana y convidarlo a la finca ubicada en la vereda Manantial a mirar el ordeño.
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Los primeros días Marino obediente, plácida y feliz mente complacía a su progenitor hasta el punto que comenzó a aburrirse de la rutina por cuanto sabía que ya no aportaba nada y que además sus amigos de juventud programaban verbenas y fiestas donde generalmente era invitado.
Paguancha al ver un día que su hijo no se levantó sino que continuó enroscado en su hamaca adrede decidió rozarle con la montura de su burro con la intención de fastidiarlo, logrando su objetivo Marino se levantó ofuscado y le dijo: “Papá no me fastidie tanto no ve que estoy trasnochando, no ve que me acosté tarde, me encontraba en una fiesta con mis amigos”. De su parte ‘Paguancha’ le dice: “para eso es que sirves, para beber, sinvergüenza por eso es que pierdes materias y tienes bajas calificaciones, fuiste fue a perder materias a la universidad, eres un bruto”. A ello le responde Marino: “bruto, le apuesto que, si usted se va a estudiar a la Javeriana, no gana ni una, pierde hasta el recreo”.
POR: PEDRO NORBERTO CASTRO ARAUJO/ ESPECIAL PARA EL PILÓN.
‘Paguancha’ obstinado y defraudado por las malas calificaciones de su hijo decidió, a manera de enseñanza, levantarlo todos los días a las 3 de la mañana y convidarlo a la finca ubicada en la vereda Manantial a mirar el ordeño.
‘Paguancha’ era un campechano, nacido en el municipio de Robles, dedicado a las labores del campo, acostumbrado a madrugar todos los días para ir a su finca llamada ‘Pozo Nuevo’, con el fin de atender las necesidades de su pequeño hato.
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Con esfuerzo envió a estudiar a su hijo a la capital del país. ‘Paguancha’ se había valido de la amistad con la familia Castro para que a través de su comadre Josefina Castro Monsalvo enviara marconigrama a su hijo y estudiante de medicina Guillermo Castro Castro para que le ayudara con el cupo de Marino, su hijo quien aspiraba ingresar a estudiar en la facultad de odontología de la Universidad Javeriana.
El joven estudiante partió de La Paz con las primeras brisas del mes de enero de 1963, el recorrido se hacía en mula hasta Fundación del Puente, luego se embarcaba en un tren hasta la estación de Ciénaga y finalmente embalsar el río y subir hacia el municipio de Honda, en el Tolima, en embarcaciones de vapor. Desde La Dorada hasta Bogotá finalizar el viaje en tren.
Como era costumbre, por lo largo y la difícil travesía del viaje, los estudiantes venían cada año, lógico ‘Paguancha’ preocupado por las notas de su hijo y enterado de que este al regresar a la capital debía pagar un extra en su matrícula por cuanto debía repetir una materia que había perdido.
‘Paguancha’ obstinado y defraudado por las malas calificaciones de su hijo decidió, a manera de enseñanza, levantarlo todos los días a las 3 de la mañana y convidarlo a la finca ubicada en la vereda Manantial a mirar el ordeño.
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Los primeros días Marino obediente, plácida y feliz mente complacía a su progenitor hasta el punto que comenzó a aburrirse de la rutina por cuanto sabía que ya no aportaba nada y que además sus amigos de juventud programaban verbenas y fiestas donde generalmente era invitado.
Paguancha al ver un día que su hijo no se levantó sino que continuó enroscado en su hamaca adrede decidió rozarle con la montura de su burro con la intención de fastidiarlo, logrando su objetivo Marino se levantó ofuscado y le dijo: “Papá no me fastidie tanto no ve que estoy trasnochando, no ve que me acosté tarde, me encontraba en una fiesta con mis amigos”. De su parte ‘Paguancha’ le dice: “para eso es que sirves, para beber, sinvergüenza por eso es que pierdes materias y tienes bajas calificaciones, fuiste fue a perder materias a la universidad, eres un bruto”. A ello le responde Marino: “bruto, le apuesto que, si usted se va a estudiar a la Javeriana, no gana ni una, pierde hasta el recreo”.
POR: PEDRO NORBERTO CASTRO ARAUJO/ ESPECIAL PARA EL PILÓN.