CULTURA

Invertir en arte: cuando el capital, el placer y la belleza se encuentran

En estos días del ARTVA, nos recuerda la inteligencia artificial, ChatGPT, por qué comprar arte es una fantasía real.

Obras exhibidas en ARTVA 2025, donde artistas emergentes y consolidados muestran piezas que combinan técnica, identidad y valor estético. Foto: Jesús Ochoa.

Obras exhibidas en ARTVA 2025, donde artistas emergentes y consolidados muestran piezas que combinan técnica, identidad y valor estético. Foto: Jesús Ochoa.

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En un mundo donde los mercados son cada vez más volátiles y los activos tradicionales compiten por la atención de los inversionistas, el arte emerge como una alternativa singular: un bien que puede generar ganancias, ofrecer deleite cotidiano y transformar profundamente un espacio. Pocas inversiones tienen la capacidad de operar simultáneamente en lo económico, lo emocional y lo estético.

Un activo que puede crecer en valor

Aunque no toda obra se valoriza, el arte de calidad —con una procedencia nítida y firmado por artistas con trayectoria o proyección— tiende a apreciarse con el tiempo. A medida que crece el reconocimiento del creador o la escasez de sus piezas en el mercado, su valor suele incrementarse.

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Además, el arte funciona como un excelente instrumento de diversificación: su comportamiento no sigue las curvas típicas de las acciones o los bienes raíces, lo que lo convierte en un refugio interesante frente a la incertidumbre financiera. La expansión de ferias, subastas, plataformas digitales y fondos especializados ha ampliado el acceso y la liquidez, abriendo oportunidades incluso en mercados locales y regionales.

Público recorriendo los pabellones de ARTVA, una feria que impulsa el mercado del arte y acerca nuevas propuestas al coleccionismo regional. Foto: Jesús Ochoa

Público recorriendo los pabellones de ARTVA, una feria que impulsa el mercado del arte y acerca nuevas propuestas al coleccionismo regional. Foto: Jesús Ochoa

Placer estético que acompaña la vida

A diferencia de un título financiero o un activo intangible, una obra de arte se vive. Convive con nosotros, inspira, despierta emociones y acompaña los rituales cotidianos. Poseer arte no solo es una decisión patrimonial: es un acto de sensibilidad. Representa la oportunidad de conectar con la visión de un creador, con una cultura o con una época.

El arte, además, construye identidad. Dice quiénes somos, qué admiramos, qué mundo deseamos habitar. Es una inversión que ofrece un retorno emocional constante, incluso si nunca se vende.

Detalle de una de las piezas destacadas de ARTVA, ejemplo del creciente interés por el arte como inversión y experiencia sensorial. Foto: Jesús Ochoa.

Detalle de una de las piezas destacadas de ARTVA, ejemplo del creciente interés por el arte como inversión y experiencia sensorial. Foto: Jesús Ochoa.

La capacidad de transformar espacios

Una pieza bien elegida tiene un poder casi arquitectónico: jerarquiza un ambiente y lo convierte en un espacio memorable. Puede elevar la percepción de calidad de una vivienda, una oficina o un hotel; aportar sofisticación, carácter y narrativa visual.

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La neuroestética ha demostrado que el arte también incide en el bienestar: reduce el estrés, estimula la creatividad y promueve estados de ánimo positivos. Un entorno embellecido por obras con sentido es un lugar más humano, más estimulante, más vivo.

Niños observan las obras expuestas en ARTVA durante su recorrido por la feria.

Niños observan las obras expuestas en ARTVA durante su recorrido por la feria.

Tres beneficios en un solo gesto

Invertir en arte no es únicamente adquirir un objeto: es asumir una postura frente al mundo. Es buscar crecimiento patrimonial, pero también cultivar placer y construir belleza. Es apostar por algo que, además de valor, produce sentido.

En tiempos donde lo efímero abunda, el arte permanece. Y para quienes saben elegir, puede ser a la vez una excelente oportunidad de inversión, un compañero estético y la llave para transformar cualquier espacio.

Por: EL PILÓN.

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