Carlos Eduardo Arroyo Cubillos es un licenciado en ciencias sociales que para diciembre de 2011 se enteró que tendría dos hijos con diferentes mujeres, uno fruto de su matrimonio y otro de una aventura, que el 4 de febrero de 2012 entendió que nunca debió haber emprendido.
Ese día, la mujer que fue esposa desde el 4 de septiembre de 2010 y novia por seis años, murió en manos de un desconocido que sin piedad le cortó el cuello. El cuchillo del asesino también cortó la vida de dos meses que María Antonia Cogollo Salazar llevaba en su vientre.
Eran las 8:40 de la mañana cuando la comerciante de 28 años de edad fue encontrada tendida en el suelo de su negocio, ‘Variedades La Economía’, el cual acababa de abrir en la calle 25 carrera 15 del barrio Doce de Octubre, en el sur de Valledupar. La macabra escena quedó en la memoria de la primera y última clienta del día, una niña que a esa hora llegaba al local.
El asesino intentó pasar desapercibido pero no pudo, habitantes del sector lo vieron salir empapado de sangre con una herida en una mano y subir a un taxi. Por su nerviosismo y el desespero para llegar a su destino, el conductor del vehículo de servicio público notó que este no era un pasajero común y corriente.
El taxista dejó al hombre herido en la carrera 4 con calle 13, en la entrada al barrio Nueve de Marzo, al oriente de la ciudad, dirección a la que horas después llegaron las autoridades tras rastrear al conductor que tenía el cojín de su vehículo empapado de sangre.
Las características que entregaron testigos sobre el hombre que salió ensangrentado del local y las del extraño pasajero coincidían. La información era que el sospechoso había caminado hacia las empedradas calles de la zona de alto riesgo en la margen derecha del río Guatapurí hasta que desapareció, pero no por mucho tiempo.
Luego de varias horas una persona que conocía al hombre de la herida en la mano al ver el retrato hablado que el taxista le suministró a las autoridades, empezó a sospechar que algo tenía que ver con el caso de la comerciante, cuya noticia de la muerte se regó como pólvora y de las que todos hablaban en la ciudad.
Fue así como surgió el nombre del sospechoso, Javier Enrique Fuentes Pacheco, un artesano de 37 años de edad, a quien los sabuesos de la Sijín de la Policía le empezaron a seguir el rastro.
Mientras las autoridades hacían un barrido en el Nueve de Marzo, en el Doce de Octubre era interrogado el esposo de la víctima, quien desde el momento que ocurrió el crimen tuvo algo bien claro, que a María Antonia Cogollo no la habían matado para robarle la mochila, sino que el asesino actuó bajo las órdenes de una mente maquiavélica que él conoció desde junio de 2010 y con la que él había sostenido un romance.
“Si me terminas, algún día te voy a poner la mano en el hombro”, fue una frase que según Carlos siempre le recalcó Emilia Catalina Lascarro Rumbo, una atractiva guajira de 28 años, quien fue su novia y luego del matrimonio su amante hasta el 30 de noviembre de 2011. Dos días después de la ruptura, Emilia Catalina lo llamó para informarle que estaba embarazada.
La mujer de sangre costeña pero con acento cachaco por todos los años que vivió en Bogotá, donde se hizo técnica en radiología, tuvo una relación con el docente que al final se tornó tormentosa.
Carlos la describió como una mujer posesiva y misteriosa que cada vez que hablaba por teléfono borraba los registros de llamadas y mensajes, tenía varios chips y se apartaba cada vez que la llamaban al celular.
Hay versiones que indican que Emilia llegó al local de María para conocer a la mujer que Carlos había llevado al altar y lo más probable es que la comerciante la atendiera sin saber que ella era el motivo de varias discusiones con su marido. Inclusive, según los testimonios recolectados por los investigadores, la mujer habría llevado en un taxi al homicida hasta el local comercial para que cometiera el crimen.
Sabiendo que un hijo por fuera del matrimonio afectaría su matrimonio, Carlos Eduardo viajó el 7 de diciembre a la tierra natal de Emilia, Urumita, en el sur de La Guajira, donde le manifestó a los familiares de la mujer que estaba dispuesto a responder por el hijo que venía en camino, pero aclaró que la relación sentimental con ella había terminado.
El 1 de enero de 2012, María Antonia le manifestó a su mejor amiga que estaba feliz porque había terminado la aventura de su marido, pero a los pocos días le llegó una carta al negocio en la que le manifestaba un anónimo que ella valía mucho y que debía separarse de Carlos Eduardo. Esa carta con texto en máquina de escribir quedó en poder de las autoridades y ayudó a consolidar la hipótesis del crimen pasional.
Los cabos sueltos empezaron a ser atados, la hipótesis planteada por el viudo tomaba fuerza poco a poco con la versión de un habitante del Nueve de Marzo que informó sobre una mujer blanca y con cabello rizado que había estado en la fiesta de cumpleaños de Javier Enrique Fuentes, acompañada de su paisano Isidro Manuel Machado Domínguez.
La fiesta fue cinco días antes del crimen, el 30 de enero, y un vecino mototaxista de Javier al confrontar las situaciones que se habían presentado se convirtió en informante de la Policía y recordó que la madrugada de esa noche, ya 31, transportó en su motocicleta hacia el hotel Nápoles, a la mujer que acompañaba a Isidro.
Según establecieron los investigadores, en ese hotel estaba hospedado Isidro Manuel Machado Domínguez, quien terminó preso por su presunta participación en el crimen de María Antonio Cogollo.
Sin embargo, el primero en caer fue Javier Enrique Fuentes Pacheco, quien se había ido de Valledupar y fue capturado dos semanas después en Riohacha, La Guajira, el 17 de febrero de 2012, al día siguiente contó a las autoridades detalles del caso y señaló que había actuado por encomienda.
Mientras eso ocurría en la capital de La Guajira, en Valledupar Carlos Eduardo llamó por celular a María Antonia y esta de inmediato le pidió que se fuera para Bogotá, que allá no le iba a faltar nada. Arroyo Cubillos siguió la conversación y quedaron en que ella lo recogería en el aeropuerto de la capital del país. Los planes cambiaron, la mujer luego le envió una dirección para que él llegara, pero quienes llegaron fueron los funcionarios de la Policía que con la colaboración del viudo montaron el operativo que permitió la captura del ‘cerebro’ del homicidio.
En las audiencias de legalización de captura e imputación de cargos contra Isidro y Javier, aunque habiendo contundentes pruebas, ninguno aceptó los cargos imputados por la Fiscalía 16 de Valledupar.
No obstante, el remordimiento de conciencia hizo mella en Javier que pese a algunas contradicciones en sus declaraciones, antes de ser llevado a juicio pidió sentencia anticipada, pidió perdón a los familiares de la víctima y realizó un preacuerdo con la Fiscalía, recibiendo una condena ejemplar el 29 de agosto de 2013, de 21 años de prisión por los delitos de homicidio agravado y hurto agravado.
A Isidro le fue mejor, recobró su libertad porque su único delito fue estafar a Emilia que le había puesto precio a la vida de María Antonia, dos millones de pesos.
El 26 de enero de 2012, Isidro Manuel Machado Domínguez, que fue soldado durante seis años, recomendado por un amigo viajó de su natal Astrea, Cesar, a Valledupar para reunirse con Emilia y cuadrar un homicidio sin tener mayores detalles de la víctima.
La cita se cumplió en un callejón cercano al parque del barrio Garupal, sector en el que Machado Domínguez había trabajado como celador, y al día siguiente volvieron a reunirse. Inicialmente el crimen lo iba a cometer el exmilitar, quien primero recibió 800 mil pesos y después 500 mil, pero desapareció con el dinero.
Emilia le comentó a Javier sobre la picardía que le había hecho su paisano Isidro y este le dijo que le diera el restante de los dos millones de pesos para él encargarse de la ‘vuelta’ y así lo hizo.
El reloj biológico no se detuvo, el 23 de julio de 2012, Emilia dio a luz a una niña que aunque no lleva los apellidos de Carlos Arroyo Cubillos, en los expedientes judiciales por la muerte de María Antonio Cogollo queda en evidencia que sería la hija del docente.
La condena de Emilia
El pasado martes 26 de enero, a pocos días de cumplirse el cuarto aniversario del asesinato de María Antonia Cogollo Salazar, el Juzgado Primero Penal del Circuito de Valledupar sentenció a 37 años y cinco meses de prisión a Emilia Catalina Lascarro Rumbo al establecer que fue quien ordenó y pagó para que se cometiera el crimen.
Según la juez del caso, la Fiscalía 16 de Valledupar pudo demostrar que el crimen fue pasional porque Emilia Catalina Lascarro Rumbo no habría superado que su amante le terminara la relación.
Antes de finalizar la audiencia de lectura de fallo, el abogado de la condenada inconforme con la decisión interpuso recurso de apelación que argumentará en los próximos días para que el proceso pase al Tribunal Superior del Distrito Judicial de Valledupar.
El esposo de la víctima desde el momento que ocurrió el crimen tuvo algo bien claro, a María Antonia Cogollo no la habían matado para robarle la mochila, sino que el asesino actuó bajo las órdenes de una mente maquiavélica que él conoció desde junio de 2010 y con la que él había sostenido un romance.
LINEA DE TIEMPO
-4 de febrero de 2012. María Antonia Cogollo Salazar fue asesinada en el interior de su local comercial en el barrio Doce de Octubre.
-17 de febrero de 2012. La Policía captura a Javier Enrique Fuentes Pacheco y luego a Isidro Manuel Machado Domínguez, sindicados de participar en el crimen.
-19 de febrero de 2012. En Bogotá fue detenida Emilia Catalina Lascarro Rumbo, como presunta determinadora del homicidio.
-9 de junio de 2012. El Juzgado Segundo con Funciones de Control de Garantías negó la casa por cárcel a Lascarro Rumbo. A la semana siguiente el Juzgado Penal del Circuito con Funciones de Conocimiento de Descongestión de Valledupar, le concedió la detención domiciliarial teniendo en cuenta que estaba embarazada.
-29 de agosto de 2013. Condena de 21 años de prisión a Javier Fuentes Pacheco, autor material del homicidio.
-26 de enero de 2016. Condena de 37 y cinco meses de prisión contra Emilia Catalina Lascarro Rumbo.
Por Redacción Judicial / EL PILÓN
















