La nueva realidad de la humanidad frente al planeta tierra, urge de acciones inmediatas en el corto, mediano y largo plazo.
Cuando me dispongo a desarrollar este escrito, se me viene a la mente que mi resiliencia supo responder en parte, los estragos del COVID-19, es decir, soy un sobreviviente de esta lacerante pandemia.
Como introducción de este escrito me pregunto si la nueva realidad de la humanidad realmente puede enfrentar algunas de las amenazas al medio ambiente causadas por el hombre y reflexionar acerca de un enfoque racional sobre el cambio climático, una cosa que tiene todo que ver con los desastres naturales.
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Podemos decir que vivimos una época de trauma. Es una época en la cual no sabemos lo que va a pasar mañana, una época en la cual muchos de nosotros hemos tenido que despedirnos de seres queridos desde la distancia, es decir, sin haber podido despedirnos realmente. Es una época de oír constantemente sirenas de ambulancias y estrepito de las noticias de última hora, como quien dice, estamos enfrentados a la incertidumbre, de hecho, estamos enfrentados a la calamidad.
Ahondando un poco el cambio climático no es algo que proceda espontáneamente, ya que los seres humanos desempeñamos un papel esencial y claro, tenemos sufriendo a nuestra madre tierra, ella desea cariño de toda la gente porque ella siempre nos ha querido sin fronteras.
Es momento para que asumamos como ejemplo al premio Nobel de paz en 2004, Wangari Maathai, quien preconizó lo siguiente: “La paz en la tierra depende de nuestra capacidad para asegurar el medio ambiente”. Esta Keniana catalogada como heroína africana es la única de ese continente en ganar un premio Nobel de Paz, murió a los 71 años y fue violentada y perseguida por defender lo que ella llamaba la justicia ambiental. Ella dió el gran ejemplo de sembrar 30 millones de árboles en África.
Un homenaje para ella sería que todos los humanos, en honor a la madre tierra, sembremos un árbol y ojalá que en el caso de Colombia todos los alcaldes que fueron elegidos el pasado 29 de octubre decidan tener como línea prelativa de acción en sus planes de desarrollo el enfoque hacia el cambio climático, medio ambiente en general, así como la aplicación de una economía circular, temas que nos conducen a una Colombia sostenible.
Nos vamos a permitir transcribir por la importancia que representa, un escrito de Greta Thunberg como epílogo o resumen de un libro que publicó Manuel Rodríguez Becerra en 2019, llamado: ‘Nuestro Planeta, Nuestro Futuro’. Esto lo hacemos para que muchos que no han tenido la oportunidad de leer este importantísimo libro, lo puedan leer en su epílogo muy diciente para el mundo, “ustedes le están robando el futuro a sus hijos”, le dijo esta joven sueca con implacable dedo acusador a los líderes de 200 países en la Cumbre del Clima celebrado en Polonia en diciembre de 2018.
Greta Thunberg, con apenas 16 años, detonó una movilización global de niños y adolescentes que hacen el mismo reclamo a los líderes políticos de diferentes países del mundo mediante diversas manifestaciones públicas.
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Esta joven nos está invitando a generar una fuerte movilización social y a detonar nuevas formas de organización de la sociedad civil como medio para retar a fondo de políticos y empresariales, generar nuevos liderazgos y construir la voluntad política requerida para implementar las metas incorporadas en el Acuerdo de París y los Objetivos del Desarrollo Sostenible. Pero no basta simplemente con cumplir con las metas de estos acuerdos globales.
Es imperativo subir radicalmente su ambición con miras a que nuestra especie, y todos los seres que componen la compleja trama de la vida, puedan surcar con prudencia en las aguas ciertas, inestables y arriesgadas del antropoceno, (época en que las actividades del hombre empezaron a provocar cambios biológicos y físicos a nivel mundial) montados sobre los hombros de las extraordinarias realizaciones alcanzadas en el Holoceno (Que sigue al antropoceno) que componen los fundamentos de la civilización contemporánea.
La admirable irrupción de Greta Thunberg, nos recuerda los grandes logros de la humanidad, como los derechos humanos, que están consagrados en las cartas constitucionales de los Estados y en los tratados internacionales o muchos de los servicios sociales (educación salud, entre otros), que hoy disfrutan cientos de millones de habitantes, solo producto de luchas y movilizaciones populares, con frecuencia a costa de un enorme sufrimiento y sacrificio.
De hecho, los logros en la protección de la naturaleza, aunque insuficientes, son hijos del ambientalismo que surgió hace escasos seis decenios. Es un ambientalismo que requiere ser renovado y dinamizado, puesto que no tiene sentido que continúe siendo una identificación de solo un sector de la población que ha tomado esta causa como uno de sus motivos de vida.
El ambientalismo debe transformarse en una identificación de todos y cada uno de los habitantes de este mundo. No hay alternativa. La protección de la casa común, la defensa de este bien colectivo, está llamado a constituirse en el humanismo del siglo XXI.
En Colombia, a similitud de la líder Sueca, diversas personas y grupos de las nuevas generaciones lideran procesos para renovar el ambientalismo y enfrentar la crisis nacional y global. Así por ejemplo, y como se mencionó, un colectivo de 25 niños y jóvenes, con edades entre los siete y los 26 años, interpuso una demanda contra el Gobierno nacional para exigir la detención de la deforestación en la Amazonia.
Fue un profundo y duro reclamo a la dirigencia del país por su irresponsabilidad al permitir la destrucción del bosque por acción u omisión con devastadoras consecuencias para el calentamiento global, la integridad de la biodiversidad y la estabilidad del ciclo del agua.
Finalmente, en virtud de esa acción, la Corte Suprema de Justicia declaró, en 2018, a la Amazonía colombiana como sujeto de derechos que constituyen la consagración en la ley de una nueva ética sobre la relación entre sociedad y naturaleza.
Tanto estos colombianos defensores de la Amazonia, como Greta Thunberg simbolizan aquellos jóvenes del mundo que se han educado en una ética ambiental en la que no caben las estúpidas negociaciones del cambio climático que claman irresponsablemente influyentes líderes del mundo.
Son aquellos millones de ciudadanos que ya están siendo víctimas de las perversas consecuencias del cambio climático, la escasez del agua y la contaminación del aire en las ciudades o que ven con horror el deterioro y la destrucción de componentes esenciales del planeta verde y del planeta azul y de la naturaleza de su propio terruño.
En otras palabras, simboliza una nueva generación que está dando lugar al surgimiento del nuevo ambientalismo, dictado por el imperativo de que toda persona se haga partícipe y responsable de dos países: el suyo propio y el planeta. Como resumen, preconizar lo que dice el Club de Roma: Pensemos globalmente y actuemos localmente.
POR HERNÁN MAESTRE MARTÍNEZ/ESPECIAL PARA EL PILÓN.
La nueva realidad de la humanidad frente al planeta tierra, urge de acciones inmediatas en el corto, mediano y largo plazo.
Cuando me dispongo a desarrollar este escrito, se me viene a la mente que mi resiliencia supo responder en parte, los estragos del COVID-19, es decir, soy un sobreviviente de esta lacerante pandemia.
Como introducción de este escrito me pregunto si la nueva realidad de la humanidad realmente puede enfrentar algunas de las amenazas al medio ambiente causadas por el hombre y reflexionar acerca de un enfoque racional sobre el cambio climático, una cosa que tiene todo que ver con los desastres naturales.
Lee también: Águila pescadora en peligro de extinción encuentra refugio en Bahía Hondita, La Guajira
Podemos decir que vivimos una época de trauma. Es una época en la cual no sabemos lo que va a pasar mañana, una época en la cual muchos de nosotros hemos tenido que despedirnos de seres queridos desde la distancia, es decir, sin haber podido despedirnos realmente. Es una época de oír constantemente sirenas de ambulancias y estrepito de las noticias de última hora, como quien dice, estamos enfrentados a la incertidumbre, de hecho, estamos enfrentados a la calamidad.
Ahondando un poco el cambio climático no es algo que proceda espontáneamente, ya que los seres humanos desempeñamos un papel esencial y claro, tenemos sufriendo a nuestra madre tierra, ella desea cariño de toda la gente porque ella siempre nos ha querido sin fronteras.
Es momento para que asumamos como ejemplo al premio Nobel de paz en 2004, Wangari Maathai, quien preconizó lo siguiente: “La paz en la tierra depende de nuestra capacidad para asegurar el medio ambiente”. Esta Keniana catalogada como heroína africana es la única de ese continente en ganar un premio Nobel de Paz, murió a los 71 años y fue violentada y perseguida por defender lo que ella llamaba la justicia ambiental. Ella dió el gran ejemplo de sembrar 30 millones de árboles en África.
Un homenaje para ella sería que todos los humanos, en honor a la madre tierra, sembremos un árbol y ojalá que en el caso de Colombia todos los alcaldes que fueron elegidos el pasado 29 de octubre decidan tener como línea prelativa de acción en sus planes de desarrollo el enfoque hacia el cambio climático, medio ambiente en general, así como la aplicación de una economía circular, temas que nos conducen a una Colombia sostenible.
Nos vamos a permitir transcribir por la importancia que representa, un escrito de Greta Thunberg como epílogo o resumen de un libro que publicó Manuel Rodríguez Becerra en 2019, llamado: ‘Nuestro Planeta, Nuestro Futuro’. Esto lo hacemos para que muchos que no han tenido la oportunidad de leer este importantísimo libro, lo puedan leer en su epílogo muy diciente para el mundo, “ustedes le están robando el futuro a sus hijos”, le dijo esta joven sueca con implacable dedo acusador a los líderes de 200 países en la Cumbre del Clima celebrado en Polonia en diciembre de 2018.
Greta Thunberg, con apenas 16 años, detonó una movilización global de niños y adolescentes que hacen el mismo reclamo a los líderes políticos de diferentes países del mundo mediante diversas manifestaciones públicas.
No dejes de leer: Radiotón 2023: tocar el corazón de los vallenatos en pro de los enfermos de cáncer
Esta joven nos está invitando a generar una fuerte movilización social y a detonar nuevas formas de organización de la sociedad civil como medio para retar a fondo de políticos y empresariales, generar nuevos liderazgos y construir la voluntad política requerida para implementar las metas incorporadas en el Acuerdo de París y los Objetivos del Desarrollo Sostenible. Pero no basta simplemente con cumplir con las metas de estos acuerdos globales.
Es imperativo subir radicalmente su ambición con miras a que nuestra especie, y todos los seres que componen la compleja trama de la vida, puedan surcar con prudencia en las aguas ciertas, inestables y arriesgadas del antropoceno, (época en que las actividades del hombre empezaron a provocar cambios biológicos y físicos a nivel mundial) montados sobre los hombros de las extraordinarias realizaciones alcanzadas en el Holoceno (Que sigue al antropoceno) que componen los fundamentos de la civilización contemporánea.
La admirable irrupción de Greta Thunberg, nos recuerda los grandes logros de la humanidad, como los derechos humanos, que están consagrados en las cartas constitucionales de los Estados y en los tratados internacionales o muchos de los servicios sociales (educación salud, entre otros), que hoy disfrutan cientos de millones de habitantes, solo producto de luchas y movilizaciones populares, con frecuencia a costa de un enorme sufrimiento y sacrificio.
De hecho, los logros en la protección de la naturaleza, aunque insuficientes, son hijos del ambientalismo que surgió hace escasos seis decenios. Es un ambientalismo que requiere ser renovado y dinamizado, puesto que no tiene sentido que continúe siendo una identificación de solo un sector de la población que ha tomado esta causa como uno de sus motivos de vida.
El ambientalismo debe transformarse en una identificación de todos y cada uno de los habitantes de este mundo. No hay alternativa. La protección de la casa común, la defensa de este bien colectivo, está llamado a constituirse en el humanismo del siglo XXI.
En Colombia, a similitud de la líder Sueca, diversas personas y grupos de las nuevas generaciones lideran procesos para renovar el ambientalismo y enfrentar la crisis nacional y global. Así por ejemplo, y como se mencionó, un colectivo de 25 niños y jóvenes, con edades entre los siete y los 26 años, interpuso una demanda contra el Gobierno nacional para exigir la detención de la deforestación en la Amazonia.
Fue un profundo y duro reclamo a la dirigencia del país por su irresponsabilidad al permitir la destrucción del bosque por acción u omisión con devastadoras consecuencias para el calentamiento global, la integridad de la biodiversidad y la estabilidad del ciclo del agua.
Finalmente, en virtud de esa acción, la Corte Suprema de Justicia declaró, en 2018, a la Amazonía colombiana como sujeto de derechos que constituyen la consagración en la ley de una nueva ética sobre la relación entre sociedad y naturaleza.
Tanto estos colombianos defensores de la Amazonia, como Greta Thunberg simbolizan aquellos jóvenes del mundo que se han educado en una ética ambiental en la que no caben las estúpidas negociaciones del cambio climático que claman irresponsablemente influyentes líderes del mundo.
Son aquellos millones de ciudadanos que ya están siendo víctimas de las perversas consecuencias del cambio climático, la escasez del agua y la contaminación del aire en las ciudades o que ven con horror el deterioro y la destrucción de componentes esenciales del planeta verde y del planeta azul y de la naturaleza de su propio terruño.
En otras palabras, simboliza una nueva generación que está dando lugar al surgimiento del nuevo ambientalismo, dictado por el imperativo de que toda persona se haga partícipe y responsable de dos países: el suyo propio y el planeta. Como resumen, preconizar lo que dice el Club de Roma: Pensemos globalmente y actuemos localmente.
POR HERNÁN MAESTRE MARTÍNEZ/ESPECIAL PARA EL PILÓN.