Muchos mitos religiosos y científicos han venido estimulando el aberrante y criminal racismo, práctica que se permite y estimula desde los colegios en una nación que no es blanca; el bullying internacional también aviva esta hoguera de la división socio-racial. La maldición de Noé sobre la descendencia de Canaán, condenándola a la condición de siervos, […]
Muchos mitos religiosos y científicos han venido estimulando el aberrante y criminal racismo, práctica que se permite y estimula desde los colegios en una nación que no es blanca; el bullying internacional también aviva esta hoguera de la división socio-racial.
La maldición de Noé sobre la descendencia de Canaán, condenándola a la condición de siervos, ha permitido interpretaciones malsanas. Desde entonces la carga peyorativa sobre los africanos ha sido despiadada, intensa y despreciable. Desde la teología han dicho que los negros fueron creados para la servidumbre; desde la biología dicen que los negros son menos inteligentes que los blancos y su sentido moral menos desarrollado; desde la medicina, en un racismo que no se compadece con su misión, han dicho que los negros viven en la inmundicia y propagan enfermedades.
A la humanidad se le ha hecho creer que muchas patologías vienen de África, todo esto es falso; el mismo Noé es más mito que realidad. Estas manifestaciones de odio están presentes en todo el mundo. En EE. UU., los autodenominados líderes de la democracia, la discriminación tiene una cruel y negra historia. A los creacionistas, esos que comulgan todos los días, muchos de ellos torpes y criminales, valdría la pena hacerles la siguiente pregunta: ¿se equivocó Dios al crear la raza negra?
El racismo en Colombia asume características patológicas; este perverso sentimiento hace parte del ADN de una población que se considera blanca sin serlo porque nuestro mestizaje continuará hasta el infinito de nuestras generaciones irreversiblemente.
Por fortuna, sin esta simbiosis no tendríamos la fortaleza ni la alegría que hoy tenemos como Nación, quizás ya habríamos sucumbido; en nuestra genética vive una contradicción, pero esta es la fuente de la vida. Durante los 50 años que duró la conquista española, ninguna mujer hispana estuvo en ella (1500-1550). Hace algunos años, hicieron un estudio de ADN mitocondrial (el ADN materno) para determinar si los niños blancos nacidos en las clínicas elitistas de Bogotá eran o no puros. El resultado fue concluyente: el 85% de esos bebés tenía herencia indígena, raza con la cual se iniciaron los primeros cruces.
La llamada “mancha mongólica” con la cual muchos nacen, es un lunar verdoso extendido en los glúteos; esa es nuestra marca nativa. Posteriormente, con la llegada de los negros africanos se inició un mestizaje adicional. Hoy es difícil desprenderse de esta poli etnia y es muy probable que de un blanco colombiano surja un negro mandinga o un aborigen. Esta situación hace que muchos aparentes “blanquitos”, por efectos de un complejo racista inconsciente, rechacen su propia condición étnica que perdura en nuestro ADN; por eso, muchos niegan con rabia e impotencia este devenir histórico que nosotros no buscamos.
Muchas personas tienen tez blanca, pero cabellos crespos; eso significa que hace algunas generaciones vivieron en Guinea. La reacción de la mujer, alias Esperanza Castro, mostró esta tragedia el día de la marcha opositora, al creer que a los negros se les debe tratar como cimarrones, pero esto no es más que es una frustración étnica por no tener ojos azules; su odio contra los negros llegó al paroxismo xenofóbico, descargándolo contra nuestra vicepresidenta de la república, Francia Márquez, honorífica conquista que el voto de los colombianos (blancos y negros) le confirió y por primera vez una mujer de su raza alcanza esta distinción y que la revista Time la incluye entre las futuras 100 mujeres “influencer” del mundo. Francia brilla allende las fronteras.
Los conquistadores europeos abrieron un cisma profundo en la América India; los negros eran buenos para trabajar, pero ahora los criollos no los dejan vivir ni les dan oportunidades de pensar para desmentir la imprecación de Noé; creen que la conquista no ha terminado. Por fortuna, ya dieron el grito de independencia. ¿Qué sería de las “Esperanzas” si nos llamaran Congo Occidental?
Muchos mitos religiosos y científicos han venido estimulando el aberrante y criminal racismo, práctica que se permite y estimula desde los colegios en una nación que no es blanca; el bullying internacional también aviva esta hoguera de la división socio-racial. La maldición de Noé sobre la descendencia de Canaán, condenándola a la condición de siervos, […]
Muchos mitos religiosos y científicos han venido estimulando el aberrante y criminal racismo, práctica que se permite y estimula desde los colegios en una nación que no es blanca; el bullying internacional también aviva esta hoguera de la división socio-racial.
La maldición de Noé sobre la descendencia de Canaán, condenándola a la condición de siervos, ha permitido interpretaciones malsanas. Desde entonces la carga peyorativa sobre los africanos ha sido despiadada, intensa y despreciable. Desde la teología han dicho que los negros fueron creados para la servidumbre; desde la biología dicen que los negros son menos inteligentes que los blancos y su sentido moral menos desarrollado; desde la medicina, en un racismo que no se compadece con su misión, han dicho que los negros viven en la inmundicia y propagan enfermedades.
A la humanidad se le ha hecho creer que muchas patologías vienen de África, todo esto es falso; el mismo Noé es más mito que realidad. Estas manifestaciones de odio están presentes en todo el mundo. En EE. UU., los autodenominados líderes de la democracia, la discriminación tiene una cruel y negra historia. A los creacionistas, esos que comulgan todos los días, muchos de ellos torpes y criminales, valdría la pena hacerles la siguiente pregunta: ¿se equivocó Dios al crear la raza negra?
El racismo en Colombia asume características patológicas; este perverso sentimiento hace parte del ADN de una población que se considera blanca sin serlo porque nuestro mestizaje continuará hasta el infinito de nuestras generaciones irreversiblemente.
Por fortuna, sin esta simbiosis no tendríamos la fortaleza ni la alegría que hoy tenemos como Nación, quizás ya habríamos sucumbido; en nuestra genética vive una contradicción, pero esta es la fuente de la vida. Durante los 50 años que duró la conquista española, ninguna mujer hispana estuvo en ella (1500-1550). Hace algunos años, hicieron un estudio de ADN mitocondrial (el ADN materno) para determinar si los niños blancos nacidos en las clínicas elitistas de Bogotá eran o no puros. El resultado fue concluyente: el 85% de esos bebés tenía herencia indígena, raza con la cual se iniciaron los primeros cruces.
La llamada “mancha mongólica” con la cual muchos nacen, es un lunar verdoso extendido en los glúteos; esa es nuestra marca nativa. Posteriormente, con la llegada de los negros africanos se inició un mestizaje adicional. Hoy es difícil desprenderse de esta poli etnia y es muy probable que de un blanco colombiano surja un negro mandinga o un aborigen. Esta situación hace que muchos aparentes “blanquitos”, por efectos de un complejo racista inconsciente, rechacen su propia condición étnica que perdura en nuestro ADN; por eso, muchos niegan con rabia e impotencia este devenir histórico que nosotros no buscamos.
Muchas personas tienen tez blanca, pero cabellos crespos; eso significa que hace algunas generaciones vivieron en Guinea. La reacción de la mujer, alias Esperanza Castro, mostró esta tragedia el día de la marcha opositora, al creer que a los negros se les debe tratar como cimarrones, pero esto no es más que es una frustración étnica por no tener ojos azules; su odio contra los negros llegó al paroxismo xenofóbico, descargándolo contra nuestra vicepresidenta de la república, Francia Márquez, honorífica conquista que el voto de los colombianos (blancos y negros) le confirió y por primera vez una mujer de su raza alcanza esta distinción y que la revista Time la incluye entre las futuras 100 mujeres “influencer” del mundo. Francia brilla allende las fronteras.
Los conquistadores europeos abrieron un cisma profundo en la América India; los negros eran buenos para trabajar, pero ahora los criollos no los dejan vivir ni les dan oportunidades de pensar para desmentir la imprecación de Noé; creen que la conquista no ha terminado. Por fortuna, ya dieron el grito de independencia. ¿Qué sería de las “Esperanzas” si nos llamaran Congo Occidental?