Hay soberbia, arrogancia, poca humildad en los funcionarios públicos. Cuando son de más jerarquía, gobernadores o alcaldes, terminan en una casa aislada, como casa en el aire, y llega el punto en el que el mandatario comienza a vivir un sentimiento paradójico de sorpresa y vacío, el que nuestro escritor Gabriel García Márquez bien lo […]
Hay soberbia, arrogancia, poca humildad en los funcionarios públicos. Cuando son de más jerarquía, gobernadores o alcaldes, terminan en una casa aislada, como casa en el aire, y llega el punto en el que el mandatario comienza a vivir un sentimiento paradójico de sorpresa y vacío, el que nuestro escritor Gabriel García Márquez bien lo describió: la soledad del poder. El mandatario piensa que en virtud de su elección ha sido investido de hacer lo que a bien quiere.
El exministro Juan Lozano ha escrito con tino sobre la condición de aislamiento, desconexión de los gobernantes: “Un gobierno con sensibilidad social no puede ser sinónimo de un gobierno débil que tolere la violencia y la anarquía callejera, como pretenden algunos. Una sociedad que clama para que no haya excesos de fuerza policial debe clamar también para que se respeten la vida y la integridad de policías y soldados. Los diálogos deben avanzar y las vías de hecho deben cesar de inmediato”.
“Muchos funcionarios de las distintas ramas han sido desganados para el diálogo social. A esos funcionarios les gusta el diálogo entre pares, con los poderosos, así sean congresistas o comandantes guerrilleros, pero les cuesta trabajo el diálogo popular, paciente, metódico, respetuoso, constante.
Por lo general, esos funcionarios viven de afán y la cuerda para el diálogo popular les alcanza hasta que los reporteros de los noticieros tienen prendidas las cámaras. Cuando las apagan, ellos también se van y dejan a la gente viendo un chispero, en manos de funcionarios sin ninguna capacidad de acción o decisión. La parte que les gusta del diálogo popular es cuando ellos hablan, pero parece que les atacara la piquiña cuando se trata de oír a la gente.
Cuando algún modesto ciudadano hace un reclamo, contestan enrostrándole algún proyecto oficial, que casi nunca funciona, y repitiendo una retahíla de frases de cajón que nada resuelven para que un coro de áulicos aplauda al doctor o a la doctora.
El Estado social de derecho ha de ser un Estado dialogante, respetuoso de las ideas ajenas y de la diferencia. Debe concertar proyectos sociales, políticas públicas y planes de inversión. Debe oír la voz de los marginados y los desposeídos. Debe oír la voz de la clase media. Debe oír la voz de los dirigentes. Debe oír a los estudiantes y a los pensionados. A los empresarios y a los trabajadores. A los grandes industriales y a los microempresarios. Debe oírlos a todos.
Con arrogancia tecnocrática, han dicho que el país está sobrediagnosticado. Mentira. Lo que ha ocurrido estos días comprueba lo mal que entienden las élites burocráticas a los colombianos y la necesidad de remontar esa peligrosa falta de sintonía”. Tomado de El Tiempo, 9 de mayo de 2021: ‘Contener y aislar a los violentos’.
Nuestro mensaje para alcaldes y gobernadores: es el momento de escuchar, comprender, ponerse en los zapatos del otro, comprenderlo. Así se pueden entender mejor los conflictos de nuestra sociedad. Y regular las emociones y voluntad desmedida del propio funcionario por actuar sin considerar que hay otros, que sus decisiones afectan e importan. Que no son inocuas.
Hay soberbia, arrogancia, poca humildad en los funcionarios públicos. Cuando son de más jerarquía, gobernadores o alcaldes, terminan en una casa aislada, como casa en el aire, y llega el punto en el que el mandatario comienza a vivir un sentimiento paradójico de sorpresa y vacío, el que nuestro escritor Gabriel García Márquez bien lo […]
Hay soberbia, arrogancia, poca humildad en los funcionarios públicos. Cuando son de más jerarquía, gobernadores o alcaldes, terminan en una casa aislada, como casa en el aire, y llega el punto en el que el mandatario comienza a vivir un sentimiento paradójico de sorpresa y vacío, el que nuestro escritor Gabriel García Márquez bien lo describió: la soledad del poder. El mandatario piensa que en virtud de su elección ha sido investido de hacer lo que a bien quiere.
El exministro Juan Lozano ha escrito con tino sobre la condición de aislamiento, desconexión de los gobernantes: “Un gobierno con sensibilidad social no puede ser sinónimo de un gobierno débil que tolere la violencia y la anarquía callejera, como pretenden algunos. Una sociedad que clama para que no haya excesos de fuerza policial debe clamar también para que se respeten la vida y la integridad de policías y soldados. Los diálogos deben avanzar y las vías de hecho deben cesar de inmediato”.
“Muchos funcionarios de las distintas ramas han sido desganados para el diálogo social. A esos funcionarios les gusta el diálogo entre pares, con los poderosos, así sean congresistas o comandantes guerrilleros, pero les cuesta trabajo el diálogo popular, paciente, metódico, respetuoso, constante.
Por lo general, esos funcionarios viven de afán y la cuerda para el diálogo popular les alcanza hasta que los reporteros de los noticieros tienen prendidas las cámaras. Cuando las apagan, ellos también se van y dejan a la gente viendo un chispero, en manos de funcionarios sin ninguna capacidad de acción o decisión. La parte que les gusta del diálogo popular es cuando ellos hablan, pero parece que les atacara la piquiña cuando se trata de oír a la gente.
Cuando algún modesto ciudadano hace un reclamo, contestan enrostrándole algún proyecto oficial, que casi nunca funciona, y repitiendo una retahíla de frases de cajón que nada resuelven para que un coro de áulicos aplauda al doctor o a la doctora.
El Estado social de derecho ha de ser un Estado dialogante, respetuoso de las ideas ajenas y de la diferencia. Debe concertar proyectos sociales, políticas públicas y planes de inversión. Debe oír la voz de los marginados y los desposeídos. Debe oír la voz de la clase media. Debe oír la voz de los dirigentes. Debe oír a los estudiantes y a los pensionados. A los empresarios y a los trabajadores. A los grandes industriales y a los microempresarios. Debe oírlos a todos.
Con arrogancia tecnocrática, han dicho que el país está sobrediagnosticado. Mentira. Lo que ha ocurrido estos días comprueba lo mal que entienden las élites burocráticas a los colombianos y la necesidad de remontar esa peligrosa falta de sintonía”. Tomado de El Tiempo, 9 de mayo de 2021: ‘Contener y aislar a los violentos’.
Nuestro mensaje para alcaldes y gobernadores: es el momento de escuchar, comprender, ponerse en los zapatos del otro, comprenderlo. Así se pueden entender mejor los conflictos de nuestra sociedad. Y regular las emociones y voluntad desmedida del propio funcionario por actuar sin considerar que hay otros, que sus decisiones afectan e importan. Que no son inocuas.