Por Rodolfo Quintero Romero Así como se van derrumbando una a una las mentiras con las que los amigos de la guerra buscan asustarnos, a medida en que se van aclarando los acuerdos de La Habana, así también lentamente comenzamos a entender que el cese del conflicto con la Farc va más allá de las […]
Por Rodolfo Quintero Romero
Así como se van derrumbando una a una las mentiras con las que los amigos de la guerra buscan asustarnos, a medida en que se van aclarando los acuerdos de La Habana, así también lentamente comenzamos a entender que el cese del conflicto con la Farc va más allá de las simpatías o antipatías que nos generen Santos y Uribe.
Uribe ha colocado al frente de la campaña del NO a tres precandidatos presidenciables pensando más en las elecciones del 2018 que en oponerse a los acuerdos de paz, que con seguridad su títere firmará, aún con mayor generosidad, de ganar la presidencia. De lo que se trata es de que no la firme Santos, el traidor. Ese es el meollo del asunto.
Por su parte Santos, idéntico a Uribe en su concepción económica, política y social, y en su manejo clientelista de la gobernabilidad, pretende que le perdonemos su pésima gestión apostándole todo al proceso de La Habana que le daría un puesto en la historia y un premio nobel en Oslo.
Ambos representan los intereses de la elite y de la misma clase política corrupta no importa bajo qué partido se camuflen. Con los que gobernó Uribe gobierna Santos y gobernó Pastrana y Gaviria y Samper. Son los mismos que después de mandar 200 años han convertido a Colombia en el país más desigual de Suramérica.
En el fondo la mayor parte de ese país político aspira a que cese el conflicto armado pero para que todo siga igual: corrupción, contratos a dedo, justicia de bolsillo, fraude electoral, financiación de campañas electorales por contratistas, desigualdades, nepotismo y privilegios irritantes.
En cambio la ciudadanía, las comunidades, la sociedad civil queremos que cese la violencia, se acaben las Farc, porque son un obstáculo para la democracia y han sido la excusa perfecta para que las élites justifiquen la inexistencia de un país más equitativo, justo, próspero e incluyente.
Queremos el cese del conflicto para cerrar la brecha entre el campo y la ciudad; para que los campesinos sin tierra puedan acceder a ella, tengan apoyo financiero y tecnológico y disfruten de salud, educación y trabajo digno. Para ejecutar una política agrícola que de seguridad alimentaria y excedentes agrícolas para la exportación.
Que los hospitales buenos estén al acceso de ricos y pobres; que los colegios públicos tengan igual calidad que los privados; las mujeres iguales derechos que los hombres; empleos formales y pensiones justas; agua potable y cobertura de alcantarillado en los centros urbanos; guarderías infantiles para todos los niños y protección a la tercera edad.
Vamos juntos a derrotar la corrupción, fuente de nuestros males; a fortalecer la justicia; organizar elecciones limpias y baratas; a controlar a los monopolios y robustecer la industria nacional grande, mediana y pequeña.
¡Queremos cambiar este país! Votaremos SI en el plebiscito porque deseamos que todo cambie. Para que nada siga igual. Para que los intereses excluyentes que Santos y Uribe representan no vuelvan a ser hegemónicos en Colombia.
Por Rodolfo Quintero Romero Así como se van derrumbando una a una las mentiras con las que los amigos de la guerra buscan asustarnos, a medida en que se van aclarando los acuerdos de La Habana, así también lentamente comenzamos a entender que el cese del conflicto con la Farc va más allá de las […]
Por Rodolfo Quintero Romero
Así como se van derrumbando una a una las mentiras con las que los amigos de la guerra buscan asustarnos, a medida en que se van aclarando los acuerdos de La Habana, así también lentamente comenzamos a entender que el cese del conflicto con la Farc va más allá de las simpatías o antipatías que nos generen Santos y Uribe.
Uribe ha colocado al frente de la campaña del NO a tres precandidatos presidenciables pensando más en las elecciones del 2018 que en oponerse a los acuerdos de paz, que con seguridad su títere firmará, aún con mayor generosidad, de ganar la presidencia. De lo que se trata es de que no la firme Santos, el traidor. Ese es el meollo del asunto.
Por su parte Santos, idéntico a Uribe en su concepción económica, política y social, y en su manejo clientelista de la gobernabilidad, pretende que le perdonemos su pésima gestión apostándole todo al proceso de La Habana que le daría un puesto en la historia y un premio nobel en Oslo.
Ambos representan los intereses de la elite y de la misma clase política corrupta no importa bajo qué partido se camuflen. Con los que gobernó Uribe gobierna Santos y gobernó Pastrana y Gaviria y Samper. Son los mismos que después de mandar 200 años han convertido a Colombia en el país más desigual de Suramérica.
En el fondo la mayor parte de ese país político aspira a que cese el conflicto armado pero para que todo siga igual: corrupción, contratos a dedo, justicia de bolsillo, fraude electoral, financiación de campañas electorales por contratistas, desigualdades, nepotismo y privilegios irritantes.
En cambio la ciudadanía, las comunidades, la sociedad civil queremos que cese la violencia, se acaben las Farc, porque son un obstáculo para la democracia y han sido la excusa perfecta para que las élites justifiquen la inexistencia de un país más equitativo, justo, próspero e incluyente.
Queremos el cese del conflicto para cerrar la brecha entre el campo y la ciudad; para que los campesinos sin tierra puedan acceder a ella, tengan apoyo financiero y tecnológico y disfruten de salud, educación y trabajo digno. Para ejecutar una política agrícola que de seguridad alimentaria y excedentes agrícolas para la exportación.
Que los hospitales buenos estén al acceso de ricos y pobres; que los colegios públicos tengan igual calidad que los privados; las mujeres iguales derechos que los hombres; empleos formales y pensiones justas; agua potable y cobertura de alcantarillado en los centros urbanos; guarderías infantiles para todos los niños y protección a la tercera edad.
Vamos juntos a derrotar la corrupción, fuente de nuestros males; a fortalecer la justicia; organizar elecciones limpias y baratas; a controlar a los monopolios y robustecer la industria nacional grande, mediana y pequeña.
¡Queremos cambiar este país! Votaremos SI en el plebiscito porque deseamos que todo cambie. Para que nada siga igual. Para que los intereses excluyentes que Santos y Uribe representan no vuelvan a ser hegemónicos en Colombia.