“Fue después de que se uniera con ‘El Turco’ Gil, cuando hizo del canto su forma de vivir, especialmente, tras la grabación, en 1978”.
El cantante vallenato Plinio Rico Camargo salió de Pedraza, donde nació, en el éxodo familiar que encabezó su padre Benigno, huyéndole a la pobreza, a la desesperanza.
Tenía 15 años, parte de ellos dedicados a vender los bollos y cocadas que producía Alicia, su madre. Y mientras promocionaba sus productos por las calles de este pueblo, cantaba las rancheras y los vallenatos que escuchaba en los picot de ‘Pachita’ Zabaleta y Griselda Fernández, ubicados en su barrio, el de Arriba, y en la radio.
El primer destino de los Rico Camargo fue Barranquilla, donde vivieron casi dos años, pero la bonanza algodonera los llevó hasta las sábanas de Verdecia, en el camino que va de Codazzi hacia El Paso, donde Plinio se dedicó a recolectar algodón. También fue el lugar donde tuvo su primer contacto con un acordeonero, ‘Carmencito’ Mendoza, quien hacía parte de ‘Los Playoneros del Cesar’, quien, al escucharlo, se interesó por su aptitud para el canto y le dio las primeras orientaciones musicales.
Para entonces, cantaba un repertorio musical más amplio que el aprendido en Pedraza, y lo hacía apegado a la escuela de ‘Poncho’ Zuleta. Fue cuando el acordeonero Jesús Flores lo escuchó en una parranda, por petición de Plinio, se unieron llevando su música por Becerril, El Copey, La Jagua de Ibirico, compartiendo con cantantes como ‘Lucho’ Cuadros, Andrés Ávila, con músicos como José Vásquez y Galy Galeano.
Pero, habría un hecho determinante en la vida del cantante, Juan Piña, que hacía una presentación en Codazzi, le permitió hacer coros, y tras escucharlo lo recomendó con el acordeonero ‘Lucho’ Campillo. con quien, en 1977, grabó su primer trabajo musical.
Sin embargo, fue después de que se uniera con ‘El Turco’ Gil, cuando hizo del canto su forma de vivir, especialmente, tras la grabación, en 1978, del disco de larga duración Durísimo. Hasta entonces estuvo dedicado, junto a su hermano Pedro, a la albañilería en Becerril, para donde parte de los Rico Camargo se habían mudado.
La decisión de hacer de la música su nueva actividad productiva fue de la mano con el éxito de canciones como ‘Siempre siempre’, ‘El náufrago’, ‘El verano’, lo que coincidió con la bonanza marimbera, el proceso de comercialización del vallenato, los contratos para amenizar parrandas, las presentaciones públicas en Colombia y en el exterior, y, especialmente, con la fama.
Pero Plinio no estaba preparado para el impacto de su popularidad, se desordenó, y como la canción ‘El náufrago’, en cada puerto tuvo un amor. Se olvidó de lo que dice Leandro Díaz en el tema ‘Mañana’, que grabó al lado de ‘El Turco’ Gil, que pese a tener amigos, al placer, en el mañana podía quedar solo y esperando la suerte que ya no ha de llegar, que la gloria y la simpatía suelen culminar en la nada.
En la cúspide de su popularidad fue recordado y conocido en Pedraza, tiempo en el que aseguró que había nacido en Becerril, la tierra de Rafael Orozco. Desde entonces ese reclamo ha sido la excusa para que los pedraceros no admitan los logros de este portentoso cantante. Incluso, cuando volvió a este pueblo, después de más de cincuenta años de haber partido, le recordaron su dicho.
Pero Plinio tenía razón para dar esa respuesta, porque su éxito estaba asociado con Becerril, allí vivía su mejor época económica, era el lugar que asociaba con sus mejores recuerdos, donde, en fin, se enraizó.
Su vida musical continuó, grabó con los Hermanos Meriño, en 1979, y con ‘El Turco’ Gil, en 1991 y 1994, logrando hacer de la canción ‘El Cansancio del Poeta’, otro éxito que fue incluido en la larga duración ‘Clásicos del vallenato’. Disco del que hace parte el tema ‘Amor de hijo’, que, al cantarlo, por los tonos altos e intensos quemó la consola en la que grababan. Sin embargo, para Edwin Rico, quien se ha convertido en el recolector y guarda de la información sobre Plinio, el estilo de este acordeonero, su propuesta musical, y algunas canciones que interpretó, no eran consonantes con la voz tenor de su tío.
También, habría un hecho importante por el que no se destacó como cantante de música vallenata, no obstante, su capacidad interpretativa, su arraigo en Becerril. Fue renuente a salir de este lugar, pese a la insistencia de músicos de la importancia de Rafael Orozco, de Amín Martínez, quien fue su alumno. Y cuando lo hizo, se fue para Montería, ya la música no era su principal actividad productiva, tanto que prefirió abandonar la grabación de un trabajo musical que hacía al lado de Marcial Luna, para seguir en la albañilería.
Hoy Plinio debe cavilar sobre lo dejado de hacer, lo hecho, lo desechado, el camino que habría podido escoger y no lo hizo para convertirse en uno de los mejores cantantes vallenatos. Seguro que repasará las imágenes de su niñez, de parte de su juventud, evocará las calles de arena por donde anduvo, la tierra amarilla y pegajosa de la loma del acueducto, la casa de palma y barro donde vivió, porque cuando le preguntan por su potente voz, responde que se lo debe al bocachico y al bagre que consumió en Pedraza, a orillas del río Magdalena.
POR ÁLVARO ROJANO OSORIO/ESPECIAL PARA EL PILÓN
“Fue después de que se uniera con ‘El Turco’ Gil, cuando hizo del canto su forma de vivir, especialmente, tras la grabación, en 1978”.
El cantante vallenato Plinio Rico Camargo salió de Pedraza, donde nació, en el éxodo familiar que encabezó su padre Benigno, huyéndole a la pobreza, a la desesperanza.
Tenía 15 años, parte de ellos dedicados a vender los bollos y cocadas que producía Alicia, su madre. Y mientras promocionaba sus productos por las calles de este pueblo, cantaba las rancheras y los vallenatos que escuchaba en los picot de ‘Pachita’ Zabaleta y Griselda Fernández, ubicados en su barrio, el de Arriba, y en la radio.
El primer destino de los Rico Camargo fue Barranquilla, donde vivieron casi dos años, pero la bonanza algodonera los llevó hasta las sábanas de Verdecia, en el camino que va de Codazzi hacia El Paso, donde Plinio se dedicó a recolectar algodón. También fue el lugar donde tuvo su primer contacto con un acordeonero, ‘Carmencito’ Mendoza, quien hacía parte de ‘Los Playoneros del Cesar’, quien, al escucharlo, se interesó por su aptitud para el canto y le dio las primeras orientaciones musicales.
Para entonces, cantaba un repertorio musical más amplio que el aprendido en Pedraza, y lo hacía apegado a la escuela de ‘Poncho’ Zuleta. Fue cuando el acordeonero Jesús Flores lo escuchó en una parranda, por petición de Plinio, se unieron llevando su música por Becerril, El Copey, La Jagua de Ibirico, compartiendo con cantantes como ‘Lucho’ Cuadros, Andrés Ávila, con músicos como José Vásquez y Galy Galeano.
Pero, habría un hecho determinante en la vida del cantante, Juan Piña, que hacía una presentación en Codazzi, le permitió hacer coros, y tras escucharlo lo recomendó con el acordeonero ‘Lucho’ Campillo. con quien, en 1977, grabó su primer trabajo musical.
Sin embargo, fue después de que se uniera con ‘El Turco’ Gil, cuando hizo del canto su forma de vivir, especialmente, tras la grabación, en 1978, del disco de larga duración Durísimo. Hasta entonces estuvo dedicado, junto a su hermano Pedro, a la albañilería en Becerril, para donde parte de los Rico Camargo se habían mudado.
La decisión de hacer de la música su nueva actividad productiva fue de la mano con el éxito de canciones como ‘Siempre siempre’, ‘El náufrago’, ‘El verano’, lo que coincidió con la bonanza marimbera, el proceso de comercialización del vallenato, los contratos para amenizar parrandas, las presentaciones públicas en Colombia y en el exterior, y, especialmente, con la fama.
Pero Plinio no estaba preparado para el impacto de su popularidad, se desordenó, y como la canción ‘El náufrago’, en cada puerto tuvo un amor. Se olvidó de lo que dice Leandro Díaz en el tema ‘Mañana’, que grabó al lado de ‘El Turco’ Gil, que pese a tener amigos, al placer, en el mañana podía quedar solo y esperando la suerte que ya no ha de llegar, que la gloria y la simpatía suelen culminar en la nada.
En la cúspide de su popularidad fue recordado y conocido en Pedraza, tiempo en el que aseguró que había nacido en Becerril, la tierra de Rafael Orozco. Desde entonces ese reclamo ha sido la excusa para que los pedraceros no admitan los logros de este portentoso cantante. Incluso, cuando volvió a este pueblo, después de más de cincuenta años de haber partido, le recordaron su dicho.
Pero Plinio tenía razón para dar esa respuesta, porque su éxito estaba asociado con Becerril, allí vivía su mejor época económica, era el lugar que asociaba con sus mejores recuerdos, donde, en fin, se enraizó.
Su vida musical continuó, grabó con los Hermanos Meriño, en 1979, y con ‘El Turco’ Gil, en 1991 y 1994, logrando hacer de la canción ‘El Cansancio del Poeta’, otro éxito que fue incluido en la larga duración ‘Clásicos del vallenato’. Disco del que hace parte el tema ‘Amor de hijo’, que, al cantarlo, por los tonos altos e intensos quemó la consola en la que grababan. Sin embargo, para Edwin Rico, quien se ha convertido en el recolector y guarda de la información sobre Plinio, el estilo de este acordeonero, su propuesta musical, y algunas canciones que interpretó, no eran consonantes con la voz tenor de su tío.
También, habría un hecho importante por el que no se destacó como cantante de música vallenata, no obstante, su capacidad interpretativa, su arraigo en Becerril. Fue renuente a salir de este lugar, pese a la insistencia de músicos de la importancia de Rafael Orozco, de Amín Martínez, quien fue su alumno. Y cuando lo hizo, se fue para Montería, ya la música no era su principal actividad productiva, tanto que prefirió abandonar la grabación de un trabajo musical que hacía al lado de Marcial Luna, para seguir en la albañilería.
Hoy Plinio debe cavilar sobre lo dejado de hacer, lo hecho, lo desechado, el camino que habría podido escoger y no lo hizo para convertirse en uno de los mejores cantantes vallenatos. Seguro que repasará las imágenes de su niñez, de parte de su juventud, evocará las calles de arena por donde anduvo, la tierra amarilla y pegajosa de la loma del acueducto, la casa de palma y barro donde vivió, porque cuando le preguntan por su potente voz, responde que se lo debe al bocachico y al bagre que consumió en Pedraza, a orillas del río Magdalena.
POR ÁLVARO ROJANO OSORIO/ESPECIAL PARA EL PILÓN