El negocio era rentable; las pacíficas al abastecerse del producto día a día se ubicaban en el aeropuerto local.
POR PEDRO NORBERTO CASTRO ARAUJO/ESPECIAL PARA EL PILÓN
Corrían los años 80, la economía del departamento era totalmente primitiva, estaba orientada en la mediana agricultura que simbolizaba productos de pancoger, la tierra se encontraba dividida en pequeños latifundios y sus gentes con mínimas oportunidades laborales para trabajar en la industria dada su inexistencia.
Educarse era un privilegio para ricos; las familias de escasos recursos debían conformarse con sacar adelante a los suyos solo hasta el bachillerato. Las posibilidades de éxito para muchos eran escasas, debido a que las oportunidades en educación superior en la región era ninguna.
Era la época de la mala hierba, muchos encontraron en el negocio de la marimba y del contrabando una oportunidad laboral que les permitiera una subsistencia digna para sacar adelante a sus familias.
Con la exportación de marihuana desde cualquier puerto o pista clandestina hacia el exterior muchos amasaron gruesas fortunas permitiéndoles cristalizar un patrimonio y aprovechar el tiempo de gloria para educar a sus hijos en los mejores planteles educativos de Colombia; casi en mayoría absoluta adolecieron de esa visión y habilidad comercial para mantenerse en el medio.
En dichos años Maicao era el mayor centro comercial del país por su posición geográfica y se abastecía de víveres procedentes de varios puertos ubicados en el norte de La Guajira. A Maicao llegaban mercancías procedentes de muchas partes del mundo para venderlas en el comercio al mayor y al detal, a bajo costo y exentas de tributos e impuestos.
Pepe Castro, en 1979, anunció en el discurso inaugural del parque principal de La Paz, al develar la imagen en honor a la mujer trabajadora, obra del artista plástico y escultor Francisco Játiva, lo siguiente: “La Paz a diferencia de los demás municipios del Cesar y La Guajira se ha caracterizado por haber parido mujeres trabajadoras con templanza de lucha y fortaleza mental para sacar a sus familias adelante”
“Muchas hambrientas por el deseo de regalarle educación a sus borregos como la mejor herencia entregada en vida a sus herederos”. Para ello se ingeniaron el negocio de viajar hasta Maicao invirtiendo un pequeño plante considerado capital de trabajo para abastecerse de grabadoras y comercializarlas en la capital en las tiendas comerciales de San Andresito.
El negocio era rentable; las pacíficas al abastecerse del producto día a día se ubicaban en el aeropuerto local, allí abordaban a conocidos y extraños, quienes por situaciones comerciales y laborales viajaban a Bogotá y a quienes les solicitaban su colaboración para llevar hasta El Dorado una sonora grabadora.
El envío era menudeado por cuanto en el aeropuerto internacional los agentes de aduanas estaban atentos para decomisar las mercancías de contrabando entradas al país sin ningún documento que acreditara su importación.
Al entregarlas al buen samaritano le advertían que al arribar a la sabana los abordaría un emisario vestido de tal manera. Al despegar la aeronave del Alfonso López; la mujer trabajadora agarraba el auricular de un teléfono público traga monedas y advertía generalmente a su hijo a manera de santo y seña la descripción exacta de la persona que transportaba el sonoro elemento.
Recibido el encargo el joven estudiante partía con destino a los centros comerciales de San Victoriano. Las grabadoras eran negociadas al mejor postor y generalmente compradas con espueludos comerciantes, quienes muchas veces se aprovechaban de la necesidad del estudiante, quien utilizaba la utilidad para estudiar y alimentarse.
Fueron muchos los muchachos que se educaron en La Paz y quienes hoy son reconocidos profesionalmente, gracias al empuje y empeño de sus madres luchadoras y trabajadoras como: Alba Araujo, Amanda Aroca, Marina Oñate, Blanca Zuleta, Nancy Oñate Cotes, María Luisa Torres, Zunilda Dangónd, Fortu Oñate, Dany Costa, Neyla Mieles y mi comadre Luz Marina Mieles López. De esas grabadoras se educó un pueblo culto y pujante que también es mío.
La Paz es mi pueblo como lo describió Emiro Zuleta en su afamada canción y orgullo pacifico; gracias a las grabadoras de la educación contamos en La Paz con hijos exalcaldes, odontólogos, empresarios, médicos y abogados, quienes hoy son ejemplo para las jóvenes y futuras generaciones.
El negocio era rentable; las pacíficas al abastecerse del producto día a día se ubicaban en el aeropuerto local.
POR PEDRO NORBERTO CASTRO ARAUJO/ESPECIAL PARA EL PILÓN
Corrían los años 80, la economía del departamento era totalmente primitiva, estaba orientada en la mediana agricultura que simbolizaba productos de pancoger, la tierra se encontraba dividida en pequeños latifundios y sus gentes con mínimas oportunidades laborales para trabajar en la industria dada su inexistencia.
Educarse era un privilegio para ricos; las familias de escasos recursos debían conformarse con sacar adelante a los suyos solo hasta el bachillerato. Las posibilidades de éxito para muchos eran escasas, debido a que las oportunidades en educación superior en la región era ninguna.
Era la época de la mala hierba, muchos encontraron en el negocio de la marimba y del contrabando una oportunidad laboral que les permitiera una subsistencia digna para sacar adelante a sus familias.
Con la exportación de marihuana desde cualquier puerto o pista clandestina hacia el exterior muchos amasaron gruesas fortunas permitiéndoles cristalizar un patrimonio y aprovechar el tiempo de gloria para educar a sus hijos en los mejores planteles educativos de Colombia; casi en mayoría absoluta adolecieron de esa visión y habilidad comercial para mantenerse en el medio.
En dichos años Maicao era el mayor centro comercial del país por su posición geográfica y se abastecía de víveres procedentes de varios puertos ubicados en el norte de La Guajira. A Maicao llegaban mercancías procedentes de muchas partes del mundo para venderlas en el comercio al mayor y al detal, a bajo costo y exentas de tributos e impuestos.
Pepe Castro, en 1979, anunció en el discurso inaugural del parque principal de La Paz, al develar la imagen en honor a la mujer trabajadora, obra del artista plástico y escultor Francisco Játiva, lo siguiente: “La Paz a diferencia de los demás municipios del Cesar y La Guajira se ha caracterizado por haber parido mujeres trabajadoras con templanza de lucha y fortaleza mental para sacar a sus familias adelante”
“Muchas hambrientas por el deseo de regalarle educación a sus borregos como la mejor herencia entregada en vida a sus herederos”. Para ello se ingeniaron el negocio de viajar hasta Maicao invirtiendo un pequeño plante considerado capital de trabajo para abastecerse de grabadoras y comercializarlas en la capital en las tiendas comerciales de San Andresito.
El negocio era rentable; las pacíficas al abastecerse del producto día a día se ubicaban en el aeropuerto local, allí abordaban a conocidos y extraños, quienes por situaciones comerciales y laborales viajaban a Bogotá y a quienes les solicitaban su colaboración para llevar hasta El Dorado una sonora grabadora.
El envío era menudeado por cuanto en el aeropuerto internacional los agentes de aduanas estaban atentos para decomisar las mercancías de contrabando entradas al país sin ningún documento que acreditara su importación.
Al entregarlas al buen samaritano le advertían que al arribar a la sabana los abordaría un emisario vestido de tal manera. Al despegar la aeronave del Alfonso López; la mujer trabajadora agarraba el auricular de un teléfono público traga monedas y advertía generalmente a su hijo a manera de santo y seña la descripción exacta de la persona que transportaba el sonoro elemento.
Recibido el encargo el joven estudiante partía con destino a los centros comerciales de San Victoriano. Las grabadoras eran negociadas al mejor postor y generalmente compradas con espueludos comerciantes, quienes muchas veces se aprovechaban de la necesidad del estudiante, quien utilizaba la utilidad para estudiar y alimentarse.
Fueron muchos los muchachos que se educaron en La Paz y quienes hoy son reconocidos profesionalmente, gracias al empuje y empeño de sus madres luchadoras y trabajadoras como: Alba Araujo, Amanda Aroca, Marina Oñate, Blanca Zuleta, Nancy Oñate Cotes, María Luisa Torres, Zunilda Dangónd, Fortu Oñate, Dany Costa, Neyla Mieles y mi comadre Luz Marina Mieles López. De esas grabadoras se educó un pueblo culto y pujante que también es mío.
La Paz es mi pueblo como lo describió Emiro Zuleta en su afamada canción y orgullo pacifico; gracias a las grabadoras de la educación contamos en La Paz con hijos exalcaldes, odontólogos, empresarios, médicos y abogados, quienes hoy son ejemplo para las jóvenes y futuras generaciones.