La filosofía del colegio creada por Luis de Amigó y Ferrer es la transformación de la sociedad.
La primera promoción de bachillerato clásico fue en 1971 y ellas fueron: Nuris Argote, Miriam Díaz, Rosa Leonor Cabello, Elvira García, Marta Helena Forero, Marta Mendoza, Marta Sandoval, María del Socorro Santiago y Rita Vargas Aroca.
La filosofía del colegio creada por Luis de Amigó y Ferrer es la transformación de la sociedad a través de un encuentro o diálogo transdisciplinario entre la teología, la cultura y la ciencia.
Los capuchinos son una rama de la hermandad de San Francisco de Asís, el creador del pesebre, que nace en el año mil doscientos en Italia, el enamorado de la naturaleza, hasta el punto de que el lobo feroz era su amigo y su hermano, el amante de los pobres, el símbolo de la humildad, del amor y de la paz, he aquí la oración de San Francisco:
Oh, Señor, Hazme un instrumento de Tu paz.
Donde hay odio, que lleve yo el amor.
Donde haya ofensa, que lleve yo el perdón.
Donde haya discordia, que lleve yo la unión.
Donde haya duda, que lleve yo la fé.
Donde haya error, que lleve yo la verdad.
Donde haya desesperación, que lleve yo la alegría.
Donde haya tinieblas, que lleve yo la luz.
Oh, Maestro, haced que yo no busque tanto ser consolado como consolar;
ser comprendido como comprender;
ser amado como amar
Porque es:
Dando que se recibe;
Perdonando que se es perdonado;
Muriendo, que se resucita a la
vida eterna.
Por todo lo anterior, este colegio formó una generación de matronas vallenatas muy ricas en virtudes, en valores morales, que dieron hijos ejemplares, importantes para el desarrollo cultural de Valledupar.
El sacerdote Fray Luis Amigó y Ferrer fue el fundador de las Terciarias Capuchinas.
El colegio comenzó a funcionar en la Casa de la Estrella, frente a donde hoy está el Concejo Municipal, ella era de propiedad del valenciano José Trinidad Mejía, allí funcionó desde 1923 hasta 1929, ya que el señor Mejía les obsequia el lote que estaba al frente para que construyeran un edificio donde siguiera funcionando el colegio, el cual se estrenó en el año de 1930. El señor Mejía fue un mecenas de la educación.
Eran blancos con un gorrito de raso blanco en la cabeza, de donde colgaban dos tiritas para amarrárselo en las gargantas; en 1940 el uniforme de diario era azul claro y una corbata, y los botones de la blusa azul oscuro.
En esta época solo existía el bachillerato comercial de cuatro años.
Se iban a bañar al río en fila india, con sus refajos, su jabón y su toalla, las lavanderas y algunas alumnas mayores como Las Maya, ‘La Nena’ Castro, María Uhía, Carmen Montero y Carmen Núñez, las cuidaban. Ellas poseaban y jugaban a la “Chúsele”.
Cuando faltaban al reglamento las mandaban a pararse un rato o a arrodillarse detrás del tablero, de tal manera que el polvo de la tiza les caía en la cara, después las hacían desfilar con la cara pintorreteada; también les daban en la mano con una palmeta o regleta, les ponían planas, escribir 10 veces “Debo portarme bien”, en alguna ocasión les halaban las orejas o les daban cocotazos; pero estos castigos los recibieron hace unos 100 años, ya que eran herencia del método Lancasteriano que decía: “La letra con sangre entra”.
Todo lo anterior cambió y hoy en día a los alumnos insurgentes se les cura con amor, con diálogo, con visita a sus padres y con tratamiento sicológico.
Se premiaba el orden y el aseo personal, la puntualidad, la obediencia al reglamento y el rendimiento académico, se obsequiaban libros de cuentos, de religión y de historia sagrada y una revista llamada Billiquen, que era de cuentos graficados.
Se enseñaban todas las áreas del conocimiento además de bordado de punto de cruz con hilo y se le daba mucha importancia a la lectura comprensiva y a la escritura, la letra enseñada era la cursiva, con perfil y grueso, también se les educaba la voz para el canto y el coro, se le daba mucha importancia a la lectura.
En el año de 1971 el edificio donde funcionaba el colegio resultaba muy pequeño para el número de alumnos, estaban muy estrechas y se pensó en adquirir un terreno más amplio teniendo en cuenta que uno de sus principios era el amor a la naturaleza, fue por ello que nuestro historiador y mecenas de la educación don José ‘Pepe’ Guillermo Castro, les obsequió un lote inmenso en el barrio Los Campanos, tal como ellas lo soñaban, el diseño arquitectónico lo hizo el doctor Edgardo Cuello.
Hoy es uno de los mejores colegios de la ciudad y ocupa siempre un lugar muy alto en las pruebas Saber y Saber Pro.
POR RUTH MARGARITA ARIZA COTES/ESPECIAL PARA EL PILÓN
La filosofía del colegio creada por Luis de Amigó y Ferrer es la transformación de la sociedad.
La primera promoción de bachillerato clásico fue en 1971 y ellas fueron: Nuris Argote, Miriam Díaz, Rosa Leonor Cabello, Elvira García, Marta Helena Forero, Marta Mendoza, Marta Sandoval, María del Socorro Santiago y Rita Vargas Aroca.
La filosofía del colegio creada por Luis de Amigó y Ferrer es la transformación de la sociedad a través de un encuentro o diálogo transdisciplinario entre la teología, la cultura y la ciencia.
Los capuchinos son una rama de la hermandad de San Francisco de Asís, el creador del pesebre, que nace en el año mil doscientos en Italia, el enamorado de la naturaleza, hasta el punto de que el lobo feroz era su amigo y su hermano, el amante de los pobres, el símbolo de la humildad, del amor y de la paz, he aquí la oración de San Francisco:
Oh, Señor, Hazme un instrumento de Tu paz.
Donde hay odio, que lleve yo el amor.
Donde haya ofensa, que lleve yo el perdón.
Donde haya discordia, que lleve yo la unión.
Donde haya duda, que lleve yo la fé.
Donde haya error, que lleve yo la verdad.
Donde haya desesperación, que lleve yo la alegría.
Donde haya tinieblas, que lleve yo la luz.
Oh, Maestro, haced que yo no busque tanto ser consolado como consolar;
ser comprendido como comprender;
ser amado como amar
Porque es:
Dando que se recibe;
Perdonando que se es perdonado;
Muriendo, que se resucita a la
vida eterna.
Por todo lo anterior, este colegio formó una generación de matronas vallenatas muy ricas en virtudes, en valores morales, que dieron hijos ejemplares, importantes para el desarrollo cultural de Valledupar.
El sacerdote Fray Luis Amigó y Ferrer fue el fundador de las Terciarias Capuchinas.
El colegio comenzó a funcionar en la Casa de la Estrella, frente a donde hoy está el Concejo Municipal, ella era de propiedad del valenciano José Trinidad Mejía, allí funcionó desde 1923 hasta 1929, ya que el señor Mejía les obsequia el lote que estaba al frente para que construyeran un edificio donde siguiera funcionando el colegio, el cual se estrenó en el año de 1930. El señor Mejía fue un mecenas de la educación.
Eran blancos con un gorrito de raso blanco en la cabeza, de donde colgaban dos tiritas para amarrárselo en las gargantas; en 1940 el uniforme de diario era azul claro y una corbata, y los botones de la blusa azul oscuro.
En esta época solo existía el bachillerato comercial de cuatro años.
Se iban a bañar al río en fila india, con sus refajos, su jabón y su toalla, las lavanderas y algunas alumnas mayores como Las Maya, ‘La Nena’ Castro, María Uhía, Carmen Montero y Carmen Núñez, las cuidaban. Ellas poseaban y jugaban a la “Chúsele”.
Cuando faltaban al reglamento las mandaban a pararse un rato o a arrodillarse detrás del tablero, de tal manera que el polvo de la tiza les caía en la cara, después las hacían desfilar con la cara pintorreteada; también les daban en la mano con una palmeta o regleta, les ponían planas, escribir 10 veces “Debo portarme bien”, en alguna ocasión les halaban las orejas o les daban cocotazos; pero estos castigos los recibieron hace unos 100 años, ya que eran herencia del método Lancasteriano que decía: “La letra con sangre entra”.
Todo lo anterior cambió y hoy en día a los alumnos insurgentes se les cura con amor, con diálogo, con visita a sus padres y con tratamiento sicológico.
Se premiaba el orden y el aseo personal, la puntualidad, la obediencia al reglamento y el rendimiento académico, se obsequiaban libros de cuentos, de religión y de historia sagrada y una revista llamada Billiquen, que era de cuentos graficados.
Se enseñaban todas las áreas del conocimiento además de bordado de punto de cruz con hilo y se le daba mucha importancia a la lectura comprensiva y a la escritura, la letra enseñada era la cursiva, con perfil y grueso, también se les educaba la voz para el canto y el coro, se le daba mucha importancia a la lectura.
En el año de 1971 el edificio donde funcionaba el colegio resultaba muy pequeño para el número de alumnos, estaban muy estrechas y se pensó en adquirir un terreno más amplio teniendo en cuenta que uno de sus principios era el amor a la naturaleza, fue por ello que nuestro historiador y mecenas de la educación don José ‘Pepe’ Guillermo Castro, les obsequió un lote inmenso en el barrio Los Campanos, tal como ellas lo soñaban, el diseño arquitectónico lo hizo el doctor Edgardo Cuello.
Hoy es uno de los mejores colegios de la ciudad y ocupa siempre un lugar muy alto en las pruebas Saber y Saber Pro.
POR RUTH MARGARITA ARIZA COTES/ESPECIAL PARA EL PILÓN