Aterran las aberraciones y violencia sistemática que tienen que ver y escuchar quienes filtran videos, audios e imágenes, para tratar de hacer de las redes sociales un espacio relativamente sano.
Hoy las redes sociales y demás plataformas interactivas son medianamente sanas en su funcionamiento ético gracias a héroes silenciosos detrás de los intrincados algoritmos que hacen funcionar la cosa. Algunos contenidos altamente tóxicos se filtrarán temporalmente, escapándose en miles de nocivas descargas y difundiéndose por servicios de mensajería instantánea. Luego estos héroes ‘sin capa’, estos ángeles, llamados moderadores de contenido desaparecerán aquel terrible registro y todo seguirá igual.
Lee también: Los cinco peligros que ‘navegan’ en Internet y redes sociales
Los moderadores llevan la peor parte. Tienen que ver lo más degradante de la especie humana. Cuando empecé en esto del arte de escribir, tuve la oportunidad de ser alumno del poeta Luis Mizar, quien manifestaba que le encantaban mis cuentos porque “elevaba la degradación humana a la máxima potencia”. Pero creo que aquellas elucubraciones que me llevaban a escribir, son nada comparadas con las aberraciones y violencia sistemática que tienen que ver y escuchar quienes filtran videos, audios e imágenes, para tratar de hacer de las redes sociales un espacio relativamente sano.
También lidiar con información escrita violenta o fake que te puede desconectar de la realidad. Es casi como lidiar con el infierno mismo en la tierra. Es tener que escuchar quejidos, gritos, llanto, de personas que están siendo torturadas en vida. Asesinatos con la más alta crudeza. Violaciones de niños y niñas. Mucho de lo anterior en directo, una ‘exclusiva’ con la que nadie se quiere topar ni ser el primero en verla.
Si cuando vemos un video perturbador difundido por vía WhatsApp que alguien descargó de una red social, mientras es identificado, categorizado y eliminado de la misma, se nos queda impregnado en la mente por cuestión de horas, incluso días, imaginemos aquellos moderadores que tienen que verlo a diario en un alto número de veces, de diferentes maneras.
Facebook en 2020 pagó 52 millones de euros a 11.000 moderadores como indemnización por el daño mental causado por el contenido perturbador al que estuvieron expuestos mientras laboraban directa o indirectamente para la red social.
Ya se venía hablando del tema, pero un artículo de La Vanguardia difunde testimonios de un exmoderador de Facebook, que son difíciles de leer y posteriormente borrar de la memoria. Este exempleado de CCC/Telus, contratista de Meta, manifiesta: “En mi cabeza ahora solo hay muerte. Muerte, sangre, dolor, miedo. Miedo todo el tiempo. Miedo de salir a la calle, miedo de quedarte en casa, miedo de recordar, miedo de dormir”.
Los testimonios parecen extraídos del mismo hades, contados por los mismos demonios. Violaciones y pederastia por mismos progenitores, sangrientos suicidios, despellejamientos, desmembramientos, canibalismo, desnaturalización del dolor, torturas extremas, pornografía de terror, sufrimientos y llantos que parecen más de almas condenadas al infierno… imágenes y audios que no soportaríamos y que, de dejarnos contagiar por la curiosidad, no pudiéramos borrar nunca de nuestra memoria.
Historias tristes, historias violentas, historias crueles de mi tierra me fueron transmitidas. Escribir cuentos de esas historias, no son nada comparadas con la violencia actual sistemática y cada vez más aislada. Creo que el poeta Luis Mizar quedaría estupefacto. Lo que antes era el escenario de asesinos en serie, grupos armados al margen de la ley, bandas criminales… hoy se atomiza en miles y miles de personas que emulan la violencia, magnificándola en redes sociales y servicios de mensajería instantánea.
Son elevadas las cifras de contenido extremadamente perturbador, de violencia y/o de odio que son retiradas a diario por parte de los moderadores. Hablamos de más de cien millones por año. Las intrincadas redes neuronales de inteligencia artificial están ayudando, pero son menos eficientes que la rápida respuesta humana para identificar este tipo de contenidos y detectar instantáneamente las trampas visuales para eludir los algoritmos de filtro.
Lee también: Por esto no debe exponer sus datos personales en internet
Se están llevando muchas demandas en contra de las redes sociales por parte de exmoderadores. No obstante, estos son los casos que podemos saber de países donde la información no es censurada ni es difícil acceder a ella, como es el caso anterior, presentado en Barcelona, España. Pero, ¿qué será de aquellos que tienen este tipo de empleos en otros contextos geográficos donde apenas si las leyes funcionan y lo hacen solo en casos extremos puesto que hay ‘problemas más graves que atender’?
La sociedad no quiere ver este tipo de cosas, y también las quiere negar. Las nuevas generaciones ni se imaginan todo este imperio subyacente del mal en las plataformas de moda. Las quiere tener ‘debajo del tapete’. Solo quiere un sistema de redes sociales como la tribuna de sus vidas, como el escenario de sus existencias, como la vitrina de aquello que quieren vender. Pero muy detrás de todo lo que podemos percibir, se encuentra un mundo oscuro, demoníaco, infernal para los moderadores que un espacio físico y una bonita oficina de trabajo no podrá esconder.
Por: Erlin David Carpio Vega.
Aterran las aberraciones y violencia sistemática que tienen que ver y escuchar quienes filtran videos, audios e imágenes, para tratar de hacer de las redes sociales un espacio relativamente sano.
Hoy las redes sociales y demás plataformas interactivas son medianamente sanas en su funcionamiento ético gracias a héroes silenciosos detrás de los intrincados algoritmos que hacen funcionar la cosa. Algunos contenidos altamente tóxicos se filtrarán temporalmente, escapándose en miles de nocivas descargas y difundiéndose por servicios de mensajería instantánea. Luego estos héroes ‘sin capa’, estos ángeles, llamados moderadores de contenido desaparecerán aquel terrible registro y todo seguirá igual.
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Los moderadores llevan la peor parte. Tienen que ver lo más degradante de la especie humana. Cuando empecé en esto del arte de escribir, tuve la oportunidad de ser alumno del poeta Luis Mizar, quien manifestaba que le encantaban mis cuentos porque “elevaba la degradación humana a la máxima potencia”. Pero creo que aquellas elucubraciones que me llevaban a escribir, son nada comparadas con las aberraciones y violencia sistemática que tienen que ver y escuchar quienes filtran videos, audios e imágenes, para tratar de hacer de las redes sociales un espacio relativamente sano.
También lidiar con información escrita violenta o fake que te puede desconectar de la realidad. Es casi como lidiar con el infierno mismo en la tierra. Es tener que escuchar quejidos, gritos, llanto, de personas que están siendo torturadas en vida. Asesinatos con la más alta crudeza. Violaciones de niños y niñas. Mucho de lo anterior en directo, una ‘exclusiva’ con la que nadie se quiere topar ni ser el primero en verla.
Si cuando vemos un video perturbador difundido por vía WhatsApp que alguien descargó de una red social, mientras es identificado, categorizado y eliminado de la misma, se nos queda impregnado en la mente por cuestión de horas, incluso días, imaginemos aquellos moderadores que tienen que verlo a diario en un alto número de veces, de diferentes maneras.
Facebook en 2020 pagó 52 millones de euros a 11.000 moderadores como indemnización por el daño mental causado por el contenido perturbador al que estuvieron expuestos mientras laboraban directa o indirectamente para la red social.
Ya se venía hablando del tema, pero un artículo de La Vanguardia difunde testimonios de un exmoderador de Facebook, que son difíciles de leer y posteriormente borrar de la memoria. Este exempleado de CCC/Telus, contratista de Meta, manifiesta: “En mi cabeza ahora solo hay muerte. Muerte, sangre, dolor, miedo. Miedo todo el tiempo. Miedo de salir a la calle, miedo de quedarte en casa, miedo de recordar, miedo de dormir”.
Los testimonios parecen extraídos del mismo hades, contados por los mismos demonios. Violaciones y pederastia por mismos progenitores, sangrientos suicidios, despellejamientos, desmembramientos, canibalismo, desnaturalización del dolor, torturas extremas, pornografía de terror, sufrimientos y llantos que parecen más de almas condenadas al infierno… imágenes y audios que no soportaríamos y que, de dejarnos contagiar por la curiosidad, no pudiéramos borrar nunca de nuestra memoria.
Historias tristes, historias violentas, historias crueles de mi tierra me fueron transmitidas. Escribir cuentos de esas historias, no son nada comparadas con la violencia actual sistemática y cada vez más aislada. Creo que el poeta Luis Mizar quedaría estupefacto. Lo que antes era el escenario de asesinos en serie, grupos armados al margen de la ley, bandas criminales… hoy se atomiza en miles y miles de personas que emulan la violencia, magnificándola en redes sociales y servicios de mensajería instantánea.
Son elevadas las cifras de contenido extremadamente perturbador, de violencia y/o de odio que son retiradas a diario por parte de los moderadores. Hablamos de más de cien millones por año. Las intrincadas redes neuronales de inteligencia artificial están ayudando, pero son menos eficientes que la rápida respuesta humana para identificar este tipo de contenidos y detectar instantáneamente las trampas visuales para eludir los algoritmos de filtro.
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Se están llevando muchas demandas en contra de las redes sociales por parte de exmoderadores. No obstante, estos son los casos que podemos saber de países donde la información no es censurada ni es difícil acceder a ella, como es el caso anterior, presentado en Barcelona, España. Pero, ¿qué será de aquellos que tienen este tipo de empleos en otros contextos geográficos donde apenas si las leyes funcionan y lo hacen solo en casos extremos puesto que hay ‘problemas más graves que atender’?
La sociedad no quiere ver este tipo de cosas, y también las quiere negar. Las nuevas generaciones ni se imaginan todo este imperio subyacente del mal en las plataformas de moda. Las quiere tener ‘debajo del tapete’. Solo quiere un sistema de redes sociales como la tribuna de sus vidas, como el escenario de sus existencias, como la vitrina de aquello que quieren vender. Pero muy detrás de todo lo que podemos percibir, se encuentra un mundo oscuro, demoníaco, infernal para los moderadores que un espacio físico y una bonita oficina de trabajo no podrá esconder.
Por: Erlin David Carpio Vega.