Si de algo se ufanan las ciudades que han progresado es de haber vinculado a su propia gente al desarrollo de sus regiones, aquí nuestra dirigencia hace lo contrario, nos traen profesionales que desconocen todo lo que es nuestro entorno vital.
Las administraciones pasadas de Valledupar y el departamento del Cesar promovieron e iniciaron cuatro proyectos en la ciudad que suscitaron (aún suscitan) controversia por muy diferentes motivos. A esos hay que añadir otro que la administración departamental actual inició en su primer gobierno y ahora quiere concluir.
Los cuatro primeros son: la remodelación de la Plaza Alfonso López, la Casa en el Aire, el nuevo Mercado de Valledupar y la Plaza de Patillal, todos contratados con la Universidad Nacional y desarrollados por arquitectos egresados de sus aulas pero ninguno oriundo o residente de Valledupar.
A todos se les hizo la correspondiente interventoría bajo la dirección de la SCA Cesar y para esto la administración departamental destinó una muy escasa partida: era para los vallenatos.
Lee aquí también: Nueva prórroga: en junio se recibiría primera etapa de la ‘Casa en el aire’
La Plaza Alfonso López y la Plaza de Patillal ya se ejecutaron como obras, una tercera es la Casa en el Aire que aún está en construcción, y por último el Mercado de Valledupar del que se tiene el proyecto pero entiendo que no hay recursos para ejecutar la obra.
La remodelación de la Plaza Alfonso López: ¿Era el momento de hacer esta obra? ¿La solución que se dio fue la correcta? ¿El arquitecto que la diseñó conoció su historia? ¿Su legado? ¿Su función actual? Yo respondería negativamente estas preguntas que son la base para el diseño de la Plaza, lo que me lleva a hacer otras preguntas: ¿No había, ni hay, en Valledupar un arquitecto capaz de diseñar la plaza emblemática de la ciudad? ¿Acaso los arquitectos nuestros son incompetentes? ¿Y si se ven los resultados de la costosa obra no encontramos errores garrafales en ella? ¿La solución que se dio fue la mejor? ¿Los costos pudieron ser menores?
La Plaza de Patillal: con tantas necesidades que tiene la tierra que vio nacer a Escalona, el último proyecto a desarrollar en ese bello poblado era esta plaza. Patillal era el sitio para hacer la Casa en el Aire y los dineros invertidos en la Plaza han debido destinarse a obras más necesitadas, como el acueducto, los servicios de salud y las necesarias escuelas.
La Casa en el Aire: solo se contrató una primera etapa que aún no está terminada y, según información de EL PILÓN, se deberá recibir por parte de la Alcaldía el próximo mes de junio, como quien dice, ya. Hecho cumplido, aunque no sabemos qué tan bien cumplido quede. Y aquí hay más preguntas: ¿Debe hacerse la segunda etapa? ¿Cómo está planeada? ¿Amerita cambios o ajustes? ¿Cuánto costará finalmente? ¿Beneficiará a la ciudadanía? Demasiadas preguntas por responder.
Por último, el Centro Cultural de la Música Vallenata. Este proyecto lleva años en su desarrollo y será financiado con dineros que el Cesar recibe por regalías. Aquí comienzan los errores pues con tanta necesidad en el departamento no creo que hacer esa inversión haya sido una buena idea, desde que fue concebida pensando en favorecer a la ciudadanía.
Luego vienen otras malas decisiones y la que más influirá en la ciudad es el terreno escogido. Faltó asesoría para definir el lugar donde hacerla y aquí debe decirse que el propósito de la obra es bueno pero, sinceramente, no es el momento, no es correcto el sitio donde se construirá y no será sostenible.
Todos estos proyectos intentan el “bien” de la ciudadanía, o al menos así lo han pretendido quienes, desde sus oficinas administrativas, deciden lo que es bueno o malo para los vallenatos. Sin embargo, el beneficio no se ha visto todavía y se tienen muchas dudas sobre el impacto positivo en el desarrollo urbano de Valledupar.
Por ejemplo, volviendo a la Casa en el aire: la segunda etapa tiene un estimado de $12.000.000.000 (doce mil millones de pesos), según otro artículo de la misma fuente, y esto crea varios interrogantes: ¿Qué se proyecta para esta segunda etapa? ¿Vale la pena hacerla? ¿Qué beneficios le trae a la ciudadanía? ¿Realmente costará lo que hoy se calcula como valor de esa obra? ¿Volveremos a pasar de un canto a un desencanto?
¿Quién es “la ciudadanía”? Parte de ella, al menos, serían las asociaciones profesionales de carácter civil, en particular la Sociedad Colombiana de Arquitectos y la Sociedad Colombiana de Ingenieros, ambas órganos consultivos del gobierno.
La primera es Cuerpo Consultivo del Gobierno nacional por Decreto 1782 del 8 de junio de 1954, ratificado por la Ley 64 de 1978, por el Decreto 2623 de 1995 y por la Ley 435 de 1998; la segunda fue declarada por la Ley 46 de 1904 como Centro Consultivo del Gobierno nacional. El Gobierno nacional las reconoce pero el departamento las ignora.
Como actores de carácter civil han prestado invaluables colaboraciones al desarrollo del país pero han perdido presencia en nuestro departamento y sus ciudades por dos razones, según mi personal apreciación.
La primera es que ningún gobernador o alcalde electo sabe cuáles son las bondades de las dos asociaciones profesionales que cito, y la segunda es que las administraciones han preferido escoger a otros asesores, como es el caso de la Universidad Nacional de Colombia, que colaboró directamente en los cinco proyectos mencionados aquí. Esto ha derivado en graves perjuicios para los arquitectos e ingenieros del Cesar que parecemos no existir y como si ejerciéramos nuestras profesiones sin méritos académicos.
Si de algo se ufanan las ciudades que han progresado es de haber vinculado a su propia gente al desarrollo de sus regiones, aquí nuestra dirigencia hace lo contrario, nos traen profesionales que desconocen todo lo que es nuestro entorno vital.
Por eso las cuencas hidrográficas solo sirven para propósitos agrarios, los ríos, empezando por el Guatapurí, solo sirven para brindarnos, como habitantes de la ciudad, el agua que necesitamos y una precaria diversión los fines de semana.
Aquí podemos preguntarnos: ¿Qué pasa si invitamos al Guatapurí a ser parte de nuestra ciudad? Ya Montería lo hizo, solo por dar un ejemplo. ¿Y si allí ampliamos nuestra oferta turística? ¿El río debe ser algo más que un balneario público, no?
Puede vincularse con muchas otras cosa, por ejemplo, el Jardín Botánico del que adolecemos, o la continuación del Parque lineal, tanto hacia arriba, buscando su nacimiento, como hacia abajo, hasta llegar a la desembocadura en el río Cesar, y que cobije y abrace la nueva ruta Valledupar-La Paz, que por cierto, de acuerdo a los últimos datos que se conocen, será tan peligrosa y tan mal concebida como la que hoy tenemos.
¿Cuánto nos cuestan esas obras? Y no hablamos de dinero, hay otros costos intangibles en estos contratos. Comencemos por los proyectos que son contratados con profesionales foráneos, esa platica ya se perdió; sigamos con los contratos de construcción, esa platica ya se perdió; y preguntémonos de esas millonarias inversiones, ¿cuánto beneficio económico dejó en Valledupar? ¿Cuantos profesionales y obreros, residentes en Valledupar, se beneficiaron?
¿Y por qué esta nota? Lo que queremos es resaltar los beneficios y la utilidad económica de las obras que vendrán en un futuro porque las que he mencionado ya son hechos cumplidos que beneficiaron a muy pocos en Valledupar.
Esos beneficios esperados son, básicamente, económicos, buscando que esos dineros empujen la economía local. No tiene sentido que los honorarios profesionales se vayan a otros lugares del territorio nacional cuando aquí los índices de pobreza ya son alarmantes.
Igual se deben preferir los profesionales de la Arquitectura y la Ingeniería para estimularlos como creadores de una riqueza, intangible pero real, que es nuestra identidad cultural al demostrar que ellos son tan capaces a nivel profesional como cualquier otro, venga de donde venga.
Para nuestros dirigentes políticos: debo hacer énfasis en las bondades que se obtienen al entender que los desarrollos territoriales deben estar de acuerdo también con conceptos arquitectónicos, paisajísticos y urbanísticos, conocimiento que ellos no tienen pero creen adquirir tan pronto se posesionan en una Alcaldía o Gobernación. Por favor, y con todo respeto, bájense de esa nube.
Por Jaime Palmera
Si de algo se ufanan las ciudades que han progresado es de haber vinculado a su propia gente al desarrollo de sus regiones, aquí nuestra dirigencia hace lo contrario, nos traen profesionales que desconocen todo lo que es nuestro entorno vital.
Las administraciones pasadas de Valledupar y el departamento del Cesar promovieron e iniciaron cuatro proyectos en la ciudad que suscitaron (aún suscitan) controversia por muy diferentes motivos. A esos hay que añadir otro que la administración departamental actual inició en su primer gobierno y ahora quiere concluir.
Los cuatro primeros son: la remodelación de la Plaza Alfonso López, la Casa en el Aire, el nuevo Mercado de Valledupar y la Plaza de Patillal, todos contratados con la Universidad Nacional y desarrollados por arquitectos egresados de sus aulas pero ninguno oriundo o residente de Valledupar.
A todos se les hizo la correspondiente interventoría bajo la dirección de la SCA Cesar y para esto la administración departamental destinó una muy escasa partida: era para los vallenatos.
Lee aquí también: Nueva prórroga: en junio se recibiría primera etapa de la ‘Casa en el aire’
La Plaza Alfonso López y la Plaza de Patillal ya se ejecutaron como obras, una tercera es la Casa en el Aire que aún está en construcción, y por último el Mercado de Valledupar del que se tiene el proyecto pero entiendo que no hay recursos para ejecutar la obra.
La remodelación de la Plaza Alfonso López: ¿Era el momento de hacer esta obra? ¿La solución que se dio fue la correcta? ¿El arquitecto que la diseñó conoció su historia? ¿Su legado? ¿Su función actual? Yo respondería negativamente estas preguntas que son la base para el diseño de la Plaza, lo que me lleva a hacer otras preguntas: ¿No había, ni hay, en Valledupar un arquitecto capaz de diseñar la plaza emblemática de la ciudad? ¿Acaso los arquitectos nuestros son incompetentes? ¿Y si se ven los resultados de la costosa obra no encontramos errores garrafales en ella? ¿La solución que se dio fue la mejor? ¿Los costos pudieron ser menores?
La Plaza de Patillal: con tantas necesidades que tiene la tierra que vio nacer a Escalona, el último proyecto a desarrollar en ese bello poblado era esta plaza. Patillal era el sitio para hacer la Casa en el Aire y los dineros invertidos en la Plaza han debido destinarse a obras más necesitadas, como el acueducto, los servicios de salud y las necesarias escuelas.
La Casa en el Aire: solo se contrató una primera etapa que aún no está terminada y, según información de EL PILÓN, se deberá recibir por parte de la Alcaldía el próximo mes de junio, como quien dice, ya. Hecho cumplido, aunque no sabemos qué tan bien cumplido quede. Y aquí hay más preguntas: ¿Debe hacerse la segunda etapa? ¿Cómo está planeada? ¿Amerita cambios o ajustes? ¿Cuánto costará finalmente? ¿Beneficiará a la ciudadanía? Demasiadas preguntas por responder.
Por último, el Centro Cultural de la Música Vallenata. Este proyecto lleva años en su desarrollo y será financiado con dineros que el Cesar recibe por regalías. Aquí comienzan los errores pues con tanta necesidad en el departamento no creo que hacer esa inversión haya sido una buena idea, desde que fue concebida pensando en favorecer a la ciudadanía.
Luego vienen otras malas decisiones y la que más influirá en la ciudad es el terreno escogido. Faltó asesoría para definir el lugar donde hacerla y aquí debe decirse que el propósito de la obra es bueno pero, sinceramente, no es el momento, no es correcto el sitio donde se construirá y no será sostenible.
Todos estos proyectos intentan el “bien” de la ciudadanía, o al menos así lo han pretendido quienes, desde sus oficinas administrativas, deciden lo que es bueno o malo para los vallenatos. Sin embargo, el beneficio no se ha visto todavía y se tienen muchas dudas sobre el impacto positivo en el desarrollo urbano de Valledupar.
Por ejemplo, volviendo a la Casa en el aire: la segunda etapa tiene un estimado de $12.000.000.000 (doce mil millones de pesos), según otro artículo de la misma fuente, y esto crea varios interrogantes: ¿Qué se proyecta para esta segunda etapa? ¿Vale la pena hacerla? ¿Qué beneficios le trae a la ciudadanía? ¿Realmente costará lo que hoy se calcula como valor de esa obra? ¿Volveremos a pasar de un canto a un desencanto?
¿Quién es “la ciudadanía”? Parte de ella, al menos, serían las asociaciones profesionales de carácter civil, en particular la Sociedad Colombiana de Arquitectos y la Sociedad Colombiana de Ingenieros, ambas órganos consultivos del gobierno.
La primera es Cuerpo Consultivo del Gobierno nacional por Decreto 1782 del 8 de junio de 1954, ratificado por la Ley 64 de 1978, por el Decreto 2623 de 1995 y por la Ley 435 de 1998; la segunda fue declarada por la Ley 46 de 1904 como Centro Consultivo del Gobierno nacional. El Gobierno nacional las reconoce pero el departamento las ignora.
Como actores de carácter civil han prestado invaluables colaboraciones al desarrollo del país pero han perdido presencia en nuestro departamento y sus ciudades por dos razones, según mi personal apreciación.
La primera es que ningún gobernador o alcalde electo sabe cuáles son las bondades de las dos asociaciones profesionales que cito, y la segunda es que las administraciones han preferido escoger a otros asesores, como es el caso de la Universidad Nacional de Colombia, que colaboró directamente en los cinco proyectos mencionados aquí. Esto ha derivado en graves perjuicios para los arquitectos e ingenieros del Cesar que parecemos no existir y como si ejerciéramos nuestras profesiones sin méritos académicos.
Si de algo se ufanan las ciudades que han progresado es de haber vinculado a su propia gente al desarrollo de sus regiones, aquí nuestra dirigencia hace lo contrario, nos traen profesionales que desconocen todo lo que es nuestro entorno vital.
Por eso las cuencas hidrográficas solo sirven para propósitos agrarios, los ríos, empezando por el Guatapurí, solo sirven para brindarnos, como habitantes de la ciudad, el agua que necesitamos y una precaria diversión los fines de semana.
Aquí podemos preguntarnos: ¿Qué pasa si invitamos al Guatapurí a ser parte de nuestra ciudad? Ya Montería lo hizo, solo por dar un ejemplo. ¿Y si allí ampliamos nuestra oferta turística? ¿El río debe ser algo más que un balneario público, no?
Puede vincularse con muchas otras cosa, por ejemplo, el Jardín Botánico del que adolecemos, o la continuación del Parque lineal, tanto hacia arriba, buscando su nacimiento, como hacia abajo, hasta llegar a la desembocadura en el río Cesar, y que cobije y abrace la nueva ruta Valledupar-La Paz, que por cierto, de acuerdo a los últimos datos que se conocen, será tan peligrosa y tan mal concebida como la que hoy tenemos.
¿Cuánto nos cuestan esas obras? Y no hablamos de dinero, hay otros costos intangibles en estos contratos. Comencemos por los proyectos que son contratados con profesionales foráneos, esa platica ya se perdió; sigamos con los contratos de construcción, esa platica ya se perdió; y preguntémonos de esas millonarias inversiones, ¿cuánto beneficio económico dejó en Valledupar? ¿Cuantos profesionales y obreros, residentes en Valledupar, se beneficiaron?
¿Y por qué esta nota? Lo que queremos es resaltar los beneficios y la utilidad económica de las obras que vendrán en un futuro porque las que he mencionado ya son hechos cumplidos que beneficiaron a muy pocos en Valledupar.
Esos beneficios esperados son, básicamente, económicos, buscando que esos dineros empujen la economía local. No tiene sentido que los honorarios profesionales se vayan a otros lugares del territorio nacional cuando aquí los índices de pobreza ya son alarmantes.
Igual se deben preferir los profesionales de la Arquitectura y la Ingeniería para estimularlos como creadores de una riqueza, intangible pero real, que es nuestra identidad cultural al demostrar que ellos son tan capaces a nivel profesional como cualquier otro, venga de donde venga.
Para nuestros dirigentes políticos: debo hacer énfasis en las bondades que se obtienen al entender que los desarrollos territoriales deben estar de acuerdo también con conceptos arquitectónicos, paisajísticos y urbanísticos, conocimiento que ellos no tienen pero creen adquirir tan pronto se posesionan en una Alcaldía o Gobernación. Por favor, y con todo respeto, bájense de esa nube.
Por Jaime Palmera