A pesar de haber acordado flexibilizar sus controles a la exportación de tierras raras, China está preparando un nuevo régimen de licencias que seguiría restringiendo los envíos a empresas vinculadas al ejército estadounidense. El gobierno chino planea lanzar un marco de “usuario final validado” (VEU, por sus siglas en inglés), que evaluaría a las empresas sin vínculos con contratistas de defensa estadounidenses para que reciban aprobaciones de exportación más rápidas de tierras raras y otros materiales sensibles, al tiempo que mantendrá un escrutinio más estricto sobre las exportaciones de doble uso.
El nuevo sistema está diseñado para permitir que el líder chino Xi Jinping conserve la tregua comercial con el presidente estadounidense Donald Trump, para facilitar el flujo de materiales estratégicos como las tierras raras, sin comprometer las prioridades de seguridad nacional de Pekín. No obstante, China impuso nuevos controles a la exportación de siete elementos de tierras raras y los imanes permanentes derivados de ellos: materiales fundamentales para la vida y la guerra modernas. Aviones de combate, misiles, vehículos eléctricos, drones, turbinas eólicas e incluso centros de datos dependen de imanes de alto rendimiento fabricados con estos minerales críticos.
Al restringir su flujo, Pekín no solo hizo alarde de su poderío industrial, sino que también reveló la peligrosa vulnerabilidad de Estados Unidos y del resto del mundo. Las últimas acciones de China demuestran su disposición y capacidad para instrumentalizar la dependencia estadounidense y global.
Este no es un desafío nuevo. Estados Unidos sabe desde hace más de 15 años que sus cadenas de suministro de minerales críticos estaban demasiado concentradas, eran demasiado frágiles y estaban demasiado expuestas a la influencia y el control de China. Sin embargo, tanto bajo administraciones demócratas como republicanas, no han respondido con la urgencia ni la coherencia necesarias. Ahora, las consecuencias de esos fracasos los están sintiendo con fuerza en materia de seguridad estratégica con una tendencia de riesgo extendida por los sectores comercial y de defensa.
Las cifras brutas son asombrosas. China concentra aproximadamente el 70 % de la extracción mundial de tierras raras, pero más del 90 % de la capacidad de refinación. Produce el 92 % de los imanes de neodimio-hierro-boro (NdFeB) del mundo, utilizados en todo tipo de dispositivos, desde submarinos hasta vehículos Tesla. Este dominio no es casualidad. China subvenciona el procesamiento, se centra en adquisiciones globales a lo largo de la cadena de suministro y aumenta la producción mucho más rápido de lo que Occidente puede aprobar y emitir permisos para una sola mina.
Las tierras raras representan un mercado global de aproximadamente 3.000 millones de dólares estadounidenses: la fundición de aluminio de Tomago, en Nueva Gales del Sur, factura por sí sola cerca de 1.500 millones de dólares anuales. Tan solo las exportaciones de litio equivalen a las de otros ocho minerales críticos, incluidas las tierras raras, y presentan perspectivas de crecimiento aún mayores. La ventaja de China en tierras raras
no se limita solo al control; los problemas mundiales de sobreoferta tienden a agravarse en una era de rivalidad entre Estados Unidos y China, por lo que la interdependencia está convertida en arma de poder geopolítico.
POR: LUIS DÍAZ.





