La lucha por salir adelante tras años de consumo de drogas no resulta en absoluto sencillo y las consecuencias se hacen evidentes en las situaciones que experimentan tanto las familias como las mismas personas en proceso de rehabilitación.
“Buenos días comunidad, soy Juan Sebastián, tengo 16 años y a los 12 empecé a consumir”. Con este saludo que cada adolescente y joven adapta con su nombre propio, edad y tiempo de consumo de drogas empieza la interacción entre quienes se están recuperando de su adicción en el Centro de Atención para el Drogadicto ‘Hombres de Bien’, donde a través de terapias en las áreas de psiquiatría, psicología, trabajo social, acercamiento a Dios y diversas actividades físicas decenas de hombres tratan de dejar atrás su oscuro pasado en el consumo de alucinógenos.
Para Juan Sebastián no existió un factor determinante para empezar su andadura en el consumo y según él “una persona cuando quiere consumir no es por los problemas”. Sin embargo, reconoció que esa práctica si es desencadenante de muchas situaciones que se presentan sobre todo al interior del hogar de un adicto y sobre esto aseguró que: “Cuando empezó el consumo todo en la casa empezó a relacionarse con eso. Siento que esa vaina es espiritual, porque esos son unos demonios, no te atacan a ti, atacan a tu familia”.
Y es precisamente la familia el núcleo que se convierte en determinante a la hora de vivir dicha experiencia y también al momento de tratar de superarla.
En el caso de Ismael Tejeda, quien tiene ocho meses en rehabilitación y de sus 18 años ha consumido drogas desde los 15, cuando empezó a probar la marihuana con unos amigos, el apoyo de su papá ha sido muy importante y tuvo incidencia al momento de llegar a tratar su adicción.
“Un día que ya estaba cansado y todo golpeado, llamé a mi papá y le dije que me quería internar y me ayudó. Mi papá siempre ha estado ahí, pero era yo el que no quería aceptar eso”, expresó Tejeda.
Este, es el segundo proceso que vive intentando salir de ese mundo oscuro de las drogas, como él lo llama. Antes estuvo recluido en otro centro durante tres meses y según sus palabras: “Me la pasé fue pepo (bajo el fecto de pastillas) y dije que no iba a hacer proceso y no quería dejar la marihuana”. Después salió a su casa y tras unos minutos volvió a la vida de la calle, donde estuvo aproximadamente por un año en la que dormía solo en parques o en la terraza de su casa cuando no le querían abrir según explicó.
Sobre su experiencia en los meses en que ha estado sobrio manifestó que: “Muy bueno, me ha ayudado mucho, he cambiado mi forma de pensar, me ha ayudado a recapacitar y me he dado cuenta que la vida no es así como yo la pensaba que era”.
Ahora solo piensa en estudiar, ayer se graduó de bachillerato, mientras espera ingresar a una de las universidades de Valledupar para cursar sus semestres en ingeniería de sistemas con la cual siente afinidad tras un curso técnico que dejó por la mitad y lo cual ha seguido aprendiendo de forma empírica.
“Primero quería ser Policía como mi papá entonces después papa Jairo me dijo que me quedara y yo me he quedado y ya no me da ansiedad ni nada de eso”, expresó Ismael.
Sobre esa etapa que viven al alejarse de los estupefacientes aseguró que es una de las etapas más dificiles al momento de empezar la rehabilitación “una vez casi me vuelo y me maltraté, pero uno de mis amigos aquí me ayudó. Entonces me apartaba, me sentaba solo porque se siente algo que te hala y te dice vete, algo feo y dolor, no comía”, dijo Ismael sobre su experiencia.
Sobre el momento de iniciar la recuperación, la mayoría considera que es algo que se debe realizar con determinación y cuando cada paciente decida salir adelante por voluntad propia.
Frente al temor de recaer en el consumo, la mayoría de los pacientes de este centro que ahora alcanzan a ser 53, consideraron que es algo que existe, pero que afrontan con la fortaleza que adquieren diariamente a través de lo que aprenden y genera un efecto en sí mismos.
Además de esto, tienen claro que deben alejarse de los entornos en los cuales encuentran personas con este vicio. Algunos reconocieron estar en situaciones en las que les han vuelto a ofrecer drogas, pero con su determinación prefieren rechazarlo y seguir luchando por una nueva vida.
Daniela Rincones Julio / EL PILÓN
La lucha por salir adelante tras años de consumo de drogas no resulta en absoluto sencillo y las consecuencias se hacen evidentes en las situaciones que experimentan tanto las familias como las mismas personas en proceso de rehabilitación.
“Buenos días comunidad, soy Juan Sebastián, tengo 16 años y a los 12 empecé a consumir”. Con este saludo que cada adolescente y joven adapta con su nombre propio, edad y tiempo de consumo de drogas empieza la interacción entre quienes se están recuperando de su adicción en el Centro de Atención para el Drogadicto ‘Hombres de Bien’, donde a través de terapias en las áreas de psiquiatría, psicología, trabajo social, acercamiento a Dios y diversas actividades físicas decenas de hombres tratan de dejar atrás su oscuro pasado en el consumo de alucinógenos.
Para Juan Sebastián no existió un factor determinante para empezar su andadura en el consumo y según él “una persona cuando quiere consumir no es por los problemas”. Sin embargo, reconoció que esa práctica si es desencadenante de muchas situaciones que se presentan sobre todo al interior del hogar de un adicto y sobre esto aseguró que: “Cuando empezó el consumo todo en la casa empezó a relacionarse con eso. Siento que esa vaina es espiritual, porque esos son unos demonios, no te atacan a ti, atacan a tu familia”.
Y es precisamente la familia el núcleo que se convierte en determinante a la hora de vivir dicha experiencia y también al momento de tratar de superarla.
En el caso de Ismael Tejeda, quien tiene ocho meses en rehabilitación y de sus 18 años ha consumido drogas desde los 15, cuando empezó a probar la marihuana con unos amigos, el apoyo de su papá ha sido muy importante y tuvo incidencia al momento de llegar a tratar su adicción.
“Un día que ya estaba cansado y todo golpeado, llamé a mi papá y le dije que me quería internar y me ayudó. Mi papá siempre ha estado ahí, pero era yo el que no quería aceptar eso”, expresó Tejeda.
Este, es el segundo proceso que vive intentando salir de ese mundo oscuro de las drogas, como él lo llama. Antes estuvo recluido en otro centro durante tres meses y según sus palabras: “Me la pasé fue pepo (bajo el fecto de pastillas) y dije que no iba a hacer proceso y no quería dejar la marihuana”. Después salió a su casa y tras unos minutos volvió a la vida de la calle, donde estuvo aproximadamente por un año en la que dormía solo en parques o en la terraza de su casa cuando no le querían abrir según explicó.
Sobre su experiencia en los meses en que ha estado sobrio manifestó que: “Muy bueno, me ha ayudado mucho, he cambiado mi forma de pensar, me ha ayudado a recapacitar y me he dado cuenta que la vida no es así como yo la pensaba que era”.
Ahora solo piensa en estudiar, ayer se graduó de bachillerato, mientras espera ingresar a una de las universidades de Valledupar para cursar sus semestres en ingeniería de sistemas con la cual siente afinidad tras un curso técnico que dejó por la mitad y lo cual ha seguido aprendiendo de forma empírica.
“Primero quería ser Policía como mi papá entonces después papa Jairo me dijo que me quedara y yo me he quedado y ya no me da ansiedad ni nada de eso”, expresó Ismael.
Sobre esa etapa que viven al alejarse de los estupefacientes aseguró que es una de las etapas más dificiles al momento de empezar la rehabilitación “una vez casi me vuelo y me maltraté, pero uno de mis amigos aquí me ayudó. Entonces me apartaba, me sentaba solo porque se siente algo que te hala y te dice vete, algo feo y dolor, no comía”, dijo Ismael sobre su experiencia.
Sobre el momento de iniciar la recuperación, la mayoría considera que es algo que se debe realizar con determinación y cuando cada paciente decida salir adelante por voluntad propia.
Frente al temor de recaer en el consumo, la mayoría de los pacientes de este centro que ahora alcanzan a ser 53, consideraron que es algo que existe, pero que afrontan con la fortaleza que adquieren diariamente a través de lo que aprenden y genera un efecto en sí mismos.
Además de esto, tienen claro que deben alejarse de los entornos en los cuales encuentran personas con este vicio. Algunos reconocieron estar en situaciones en las que les han vuelto a ofrecer drogas, pero con su determinación prefieren rechazarlo y seguir luchando por una nueva vida.
Daniela Rincones Julio / EL PILÓN