El cantautor vallenato avizora estas situaciones y es solidario con el problema social que genera. ¿Será posible una poética al lado de unos ríos que mueren?
Existe un vínculo muy importante entre el estado del medio ambiente y las capacidades de los pueblos para referirse a los medios de vida productivos y poder opinar sobre lo que sucede en su comunidad.
Lee también: Juan José García, ‘el gallo viejo’ que se enamoró del vallenato
Una aproximación a la identificación simbólica de los elementos del paisaje, de la tierra devastada, nos encamina a reflexionar sobre la situación actual de nuestro departamento.
Es un fenómeno conocido y sentido en sus efectos negativos por las poblaciones afectadas desde hace varias décadas en muchos países, a lo cual no son ajenos los departamentos de La Guajira y el Cesar, y que día a día se agudiza en una lastimosa orfandad, motivados unos por la explotación minera y la inexistencia de programas para la protección del medio ambiente y por las secuelas dejadas por la bonanza algodonera.
El cantautor vallenato avizora estas situaciones y es solidario con el problema social que genera. ¿Será posible una poética al lado de unos ríos que mueren? Nuestros juglares le han dedicado poemas vallenatos de profundo análisis y contenido a esta situación, de tal manera que si hacemos una recopilación, contaríamos con un buen material para dar a estudiantes y a la ciudadanía buenas bases para la preservación del medio ambiente.
Una clara muestra es el tema ‘La Profecía’, cuyo autor, Julio Oñate Martínez, inspirado por la naturaleza hace esta composición de contenido ecológico con la cual en el año 1977 se corona como Rey de la Canción Inédita.
Interesantes datos y anécdotas giran alrededor de la afición de Julio Oñate por la música, la que trae en la sangre, y su formación como agrónomo en la Universidad del Tolima. Nace en un hogar donde la música era huésped permanente.
Lea también: Significado del cerro de Hurtado o Misangüi, según los indígenas de la Sierra Nevada de Santa Marta
Yo conocí a sus padres siendo muy niña: don Julio Cesar Oñate Rodríguez, cuya elegancia, distinción y amabilidad me impresionaron de manera favorable. Amante de la música, bailador, parrandero, sin descuidar sus responsabilidades, y a doña Clara Beatriz Martínez Iriarte, una madre que para aproximarnos a una descripción de su noble corazón, me apropio de un verso del poema ‘Mama madre’ de Pablo Neruda: “Ahora mi boca tiembla al definirte/ porque apenas abrí el entendimiento/ vi la bondad vestida de pobre trapo oscuro/ la santidad más sutil: la del agua y la harina/ y eso fuiste: la vida te hizo pan/ y allí te consumimos”.
Es en este ambiente de manifestaciones espontáneas donde despierta su talento musical, iniciando por la ejecución del acordeón. Un vistazo sobre su vida nos habla de algunos detalles jocosos: para comprarlo recurre a una de esas pilatunas propias de la edad juvenil.
Le dice a su padre que había extraviado el giro para la mensualidad. Más tarde supo descifrar lo que significaba el mundo que lo rodeaba y captó el mensaje para cantar a la naturaleza, al paisaje, a los atardeceres y de manera especial al amor. Y en el trasegar por los caminos de nuestros pueblos, años tras año, tras la búsqueda de información sobre nuestros juglares, logra de tú a tú con los juglares acopiar una voluminosa y valiosa información.
Hoy en día es uno de los estudiosos más calificados de nuestra realidad músico-folclórica, destacado como compositor, investigador, escritor, coleccionista de música vallenata de algunos géneros caribeños, acordeonero, periodista, Premio nacional de Periodismo Simón Bolívar. Por sus méritos fue homenajeado en el I Encuentro Nacional de Investigadores de Música Vallenata, evento organizado por la UPC.
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Grabada por primera vez por los Hermanos Zuleta, en el año 2003 gana de nuevo el premio canción inédita con ‘La Puya de los Pajaritos’. Hoy supera el centenar de canciones. De sus obras escritas están: ‘El ABC del Vallenato’, ‘Cuando Matilde Camina’, publicada 2007, y ‘Bajo el cielo de Valledupar’, en 2010. También publicó ‘Héroes ocultos del vallenato’.
El texto de esta canción nos trae un claro mensaje-pronóstico sobre los efectos de la deforestación que en La Guajira y en el Cesar se produce y las fatales consecuencias, cuyos efectos hoy sufrimos.
El poeta se consuela dándole la importancia y auge de la música vallenata a esta región de Colombia, que gracias a ella ha sido conocida en el mundo. Para hacer énfasis en el mensaje se vale de dos figuras literarias: la reduplicación y el estribillo, la topografía propiamente dicha. Su inspiración estuvo acompañada de algunas advertencias del dirigente político de Valledupar, Pedro Castro Monsalvo.
Su tarea se le facilita como agrónomo y buen compositor al observar la desaparición de especies nativas, canta:
Destruyeron de manera irresponsable
Los bosques de dividivi
Tu barrera natural
y tumbaron esos grandes carretales
Allá arriba en La Guajira no ha quedado ni un guayacán.
Julio dice: “Preferiría que no se hubiera cumplido La Profecía”. En la canción nos relata su recuerdo de las distintas especies que con el tiempo fueron desapareciendo de manera irresponsable y que día a día se acentúa con la traída y siembra de árboles ajenos a nuestra flora.
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De igual manera la Sierra Nevada, cuyos ríos han sido motivo de inspiración. De los beneficios brindados por la Sierra Nevada de Santa Marta, en cuyas estribaciones está ubicado el Valle de Upar, transformaciones que observa atónito, triste, el nativo, sin encontrar respuestas a su mirada interrogante:
Allá arriba en el imperio de la arena
Un indio llora su pena mirando a Valledupar
No comprende qué se hicieron las barreras
Las que protegían su tierra
Ya no hay nada que cortar
Y entonces cuando ya el Valle sea un gran arenal
Lleno de tunas y grandes cardones
Solo se escucharán los acordeones
porque la música será inmortal
Solo se escucharán los acordeones
porque la música será inmortal.
Por: Giomar Guerra Bonilla/EL PILÓN.
El cantautor vallenato avizora estas situaciones y es solidario con el problema social que genera. ¿Será posible una poética al lado de unos ríos que mueren?
Existe un vínculo muy importante entre el estado del medio ambiente y las capacidades de los pueblos para referirse a los medios de vida productivos y poder opinar sobre lo que sucede en su comunidad.
Lee también: Juan José García, ‘el gallo viejo’ que se enamoró del vallenato
Una aproximación a la identificación simbólica de los elementos del paisaje, de la tierra devastada, nos encamina a reflexionar sobre la situación actual de nuestro departamento.
Es un fenómeno conocido y sentido en sus efectos negativos por las poblaciones afectadas desde hace varias décadas en muchos países, a lo cual no son ajenos los departamentos de La Guajira y el Cesar, y que día a día se agudiza en una lastimosa orfandad, motivados unos por la explotación minera y la inexistencia de programas para la protección del medio ambiente y por las secuelas dejadas por la bonanza algodonera.
El cantautor vallenato avizora estas situaciones y es solidario con el problema social que genera. ¿Será posible una poética al lado de unos ríos que mueren? Nuestros juglares le han dedicado poemas vallenatos de profundo análisis y contenido a esta situación, de tal manera que si hacemos una recopilación, contaríamos con un buen material para dar a estudiantes y a la ciudadanía buenas bases para la preservación del medio ambiente.
Una clara muestra es el tema ‘La Profecía’, cuyo autor, Julio Oñate Martínez, inspirado por la naturaleza hace esta composición de contenido ecológico con la cual en el año 1977 se corona como Rey de la Canción Inédita.
Interesantes datos y anécdotas giran alrededor de la afición de Julio Oñate por la música, la que trae en la sangre, y su formación como agrónomo en la Universidad del Tolima. Nace en un hogar donde la música era huésped permanente.
Lea también: Significado del cerro de Hurtado o Misangüi, según los indígenas de la Sierra Nevada de Santa Marta
Yo conocí a sus padres siendo muy niña: don Julio Cesar Oñate Rodríguez, cuya elegancia, distinción y amabilidad me impresionaron de manera favorable. Amante de la música, bailador, parrandero, sin descuidar sus responsabilidades, y a doña Clara Beatriz Martínez Iriarte, una madre que para aproximarnos a una descripción de su noble corazón, me apropio de un verso del poema ‘Mama madre’ de Pablo Neruda: “Ahora mi boca tiembla al definirte/ porque apenas abrí el entendimiento/ vi la bondad vestida de pobre trapo oscuro/ la santidad más sutil: la del agua y la harina/ y eso fuiste: la vida te hizo pan/ y allí te consumimos”.
Es en este ambiente de manifestaciones espontáneas donde despierta su talento musical, iniciando por la ejecución del acordeón. Un vistazo sobre su vida nos habla de algunos detalles jocosos: para comprarlo recurre a una de esas pilatunas propias de la edad juvenil.
Le dice a su padre que había extraviado el giro para la mensualidad. Más tarde supo descifrar lo que significaba el mundo que lo rodeaba y captó el mensaje para cantar a la naturaleza, al paisaje, a los atardeceres y de manera especial al amor. Y en el trasegar por los caminos de nuestros pueblos, años tras año, tras la búsqueda de información sobre nuestros juglares, logra de tú a tú con los juglares acopiar una voluminosa y valiosa información.
Hoy en día es uno de los estudiosos más calificados de nuestra realidad músico-folclórica, destacado como compositor, investigador, escritor, coleccionista de música vallenata de algunos géneros caribeños, acordeonero, periodista, Premio nacional de Periodismo Simón Bolívar. Por sus méritos fue homenajeado en el I Encuentro Nacional de Investigadores de Música Vallenata, evento organizado por la UPC.
Lea también: Jorge Oñate espera resultados de prueba PCR para saber si tiene covid-19
Grabada por primera vez por los Hermanos Zuleta, en el año 2003 gana de nuevo el premio canción inédita con ‘La Puya de los Pajaritos’. Hoy supera el centenar de canciones. De sus obras escritas están: ‘El ABC del Vallenato’, ‘Cuando Matilde Camina’, publicada 2007, y ‘Bajo el cielo de Valledupar’, en 2010. También publicó ‘Héroes ocultos del vallenato’.
El texto de esta canción nos trae un claro mensaje-pronóstico sobre los efectos de la deforestación que en La Guajira y en el Cesar se produce y las fatales consecuencias, cuyos efectos hoy sufrimos.
El poeta se consuela dándole la importancia y auge de la música vallenata a esta región de Colombia, que gracias a ella ha sido conocida en el mundo. Para hacer énfasis en el mensaje se vale de dos figuras literarias: la reduplicación y el estribillo, la topografía propiamente dicha. Su inspiración estuvo acompañada de algunas advertencias del dirigente político de Valledupar, Pedro Castro Monsalvo.
Su tarea se le facilita como agrónomo y buen compositor al observar la desaparición de especies nativas, canta:
Destruyeron de manera irresponsable
Los bosques de dividivi
Tu barrera natural
y tumbaron esos grandes carretales
Allá arriba en La Guajira no ha quedado ni un guayacán.
Julio dice: “Preferiría que no se hubiera cumplido La Profecía”. En la canción nos relata su recuerdo de las distintas especies que con el tiempo fueron desapareciendo de manera irresponsable y que día a día se acentúa con la traída y siembra de árboles ajenos a nuestra flora.
Lea también: Mejor Icfes del Cesar no cuenta con una beca universitaria
De igual manera la Sierra Nevada, cuyos ríos han sido motivo de inspiración. De los beneficios brindados por la Sierra Nevada de Santa Marta, en cuyas estribaciones está ubicado el Valle de Upar, transformaciones que observa atónito, triste, el nativo, sin encontrar respuestas a su mirada interrogante:
Allá arriba en el imperio de la arena
Un indio llora su pena mirando a Valledupar
No comprende qué se hicieron las barreras
Las que protegían su tierra
Ya no hay nada que cortar
Y entonces cuando ya el Valle sea un gran arenal
Lleno de tunas y grandes cardones
Solo se escucharán los acordeones
porque la música será inmortal
Solo se escucharán los acordeones
porque la música será inmortal.
Por: Giomar Guerra Bonilla/EL PILÓN.