La violencia contra las mujeres es el resultado de fisuras en la cultura, la educación y la construcción de estereotipos respecto al género, los cuales contribuyen en cierta forma a que la actitud masculina, erróneamente, apunte a sentirse con derecho de golpear a las mujeres.
A veintidós días para que culmine el presente año, la violencia contra la mujer en el departamento del Cesar se convirtió en una constante que ha dejado varias víctimas.
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El caso más reciente sucedió este siete de diciembre, durante la celebración de la Noche de las Velitas. Geraldine Mailet Madrid Zambrano fue herida con arma blanca a manos de su compañero sentimental en una vivienda del barrio San Antonio, de Valledupar.
De acuerdo a las primeras versiones, la mujer sostuvo una discusión con su pareja, la cual decidió apuñalarla. Las heridas dejaron desahuciada a Geraldine Madrid en la sala de la residencia, donde fue auxiliada por allegados del sector para trasladarla a un centro asistencial.
El ataque le comprometió un pulmón y parte de la tráquea, por lo que las autoridades investigaban para dar con el paradero del responsable.
La historia de Geraldine Mailet Madrid es apenas una de las decenas de noticias sobre maltrato contra la mujer.
Cuatro días antes, en una humilde vivienda del barrio Chiriquí, de la capital del Cesar, Cindy Vaca, de 23 años de edad, fue apuñalada por su pareja en un acto de intolerancia. El agresor, José de Jesús Escobar Torres, de 24 años, se lesionó en el cuello luego de cometer el hecho y notar que la comunidad lo quería linchar.
Ambos fueron llevados a distintos centros asistenciales. Cindy Vaca fue trasladada a la Clínica Pediátrica Simón Bolívar con lesiones a la altura del hemitórax de lado derecho, cuello y manos, mientras que José Escobar fue llevado a la Clínica Santa Isabel.
Así como estos, otros 1.421 similares casos se han registrado hasta inicios del mes de noviembre en el departamento del Cesar. La cifra la registra la Oficina de la Mujer. Los casos de violencia intrafamiliar se han presentado, en su mayoría, en los municipios de Valledupar, Aguachica, San Alberto, El Paso y Curumaní.
Una estadística demoledora teniendo a consideración que este tipo de violencia puede ser el detonante de situaciones más transcendentales como el feminicidio.
Para los estudiosos del fenómeno social, la violencia contra la mujer es el resultado de fisuras en la cultura, la educación y la construcción de estereotipos respecto al género, que contribuyen en cierta forma a que la actitud masculina, erróneamente, apunte a sentirse con derecho a golpear a las mujeres, sobre todo los compañeros sentimentales.
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“Es un factor cultural que lamentablemente no cambia de la noche a la mañana. Por ejemplo, hace 50 años a nuestras abuelas las golpeaban pero estaba tan naturalizada la violencia que las mujeres no podían denunciar porque las mamás decían que había que aguantarle al marido, quien era el que decía cómo se hacían las cosas”, manifestó Angélica Arias Preciado, integrante del movimiento ¡Párala Ya! y la Plataforma Académica Colectiva Feminista Emancipadora.
Lo anterior consiste en una cultura machista que se refleja en aspectos básicos como el ámbito laboral, económico, político e inclusive en la misma música.
Un análisis académico que realizó Yenni Coronado Rodríguez, directora del Consultorio Jurídico y Centro de Conciliación de la Fundación Universitaria del Área Andina, precisamente concluyó que algunas canciones de la música vallenata instan a tener comportamientos inadecuados con las mujeres o forman estereotipos alrededor de ellas por el contexto machista.
En ese sentido, se introduce la idea de que las mujeres deben comportarse, vestirse e interactuar de cierta manera.
A ese paradigma se le suma el arraigo de algunas familias de educar a los hombres con la figura del patriarcado, que consiste excesivamente en mostrar que son ellos los que tienen mayoritariamente la autoridad en el sistema social.
Eso conduce a otros tipos de violencia contra la mujer, como la patrimonial, que consiste en desmeritar la figura femenina para administrar su propio dinero y llevar la economía del hogar.
Un informe del Instituto de Medicina Legal indicó que esta fácilmente se reconoce en los siguientes aspectos: quieren controlar lo que gasta y cómo lo gasta, dañan las cosas de la mujer, las retiene o chantajea con ellas, no deja que trabaje porque debe atender el hogar y retiene y administra el dinero que ella produce.
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Según los expertos, aunque en Colombia hay distintas normas y la Ley 1257 de 2008 busca garantizar la protección de las mujeres víctimas de la violencia, eso no es suficiente sino se trabaja otros aspectos relevantes como el cultural.
“Las mujeres hemos hecho parte de la construcción pero las instituciones tienen que apostarle a esas transformaciones culturales. Cuando una mujer denuncia un maltrato, lo primero que hacen es preguntarle qué le hizo al marido para que se molestara y la golpeara, no debe ser así, debe entenderse que si el hombre agrede es porque en un momento se sintió con el derecho de hacerlo, por eso cada vez que se molesta o le incomoda algo, lo hace”, precisó Arias Preciado.
Añadió que el departamento del Cesar es una región retrasada en la metamorfosis social porque tiene el sistema machista muy arraigado, siendo insuficiente las políticas públicas. “Entonces culturalmente hay que desmontar los imaginarios, los estereotipos asociados a que el hombre puede agredir sin que nada pase. Las normas están pero solas no funcionan”, puntualizó.
POR: Marllelys Salinas / EL PILÓN
[email protected]
La violencia contra las mujeres es el resultado de fisuras en la cultura, la educación y la construcción de estereotipos respecto al género, los cuales contribuyen en cierta forma a que la actitud masculina, erróneamente, apunte a sentirse con derecho de golpear a las mujeres.
A veintidós días para que culmine el presente año, la violencia contra la mujer en el departamento del Cesar se convirtió en una constante que ha dejado varias víctimas.
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El caso más reciente sucedió este siete de diciembre, durante la celebración de la Noche de las Velitas. Geraldine Mailet Madrid Zambrano fue herida con arma blanca a manos de su compañero sentimental en una vivienda del barrio San Antonio, de Valledupar.
De acuerdo a las primeras versiones, la mujer sostuvo una discusión con su pareja, la cual decidió apuñalarla. Las heridas dejaron desahuciada a Geraldine Madrid en la sala de la residencia, donde fue auxiliada por allegados del sector para trasladarla a un centro asistencial.
El ataque le comprometió un pulmón y parte de la tráquea, por lo que las autoridades investigaban para dar con el paradero del responsable.
La historia de Geraldine Mailet Madrid es apenas una de las decenas de noticias sobre maltrato contra la mujer.
Cuatro días antes, en una humilde vivienda del barrio Chiriquí, de la capital del Cesar, Cindy Vaca, de 23 años de edad, fue apuñalada por su pareja en un acto de intolerancia. El agresor, José de Jesús Escobar Torres, de 24 años, se lesionó en el cuello luego de cometer el hecho y notar que la comunidad lo quería linchar.
Ambos fueron llevados a distintos centros asistenciales. Cindy Vaca fue trasladada a la Clínica Pediátrica Simón Bolívar con lesiones a la altura del hemitórax de lado derecho, cuello y manos, mientras que José Escobar fue llevado a la Clínica Santa Isabel.
Así como estos, otros 1.421 similares casos se han registrado hasta inicios del mes de noviembre en el departamento del Cesar. La cifra la registra la Oficina de la Mujer. Los casos de violencia intrafamiliar se han presentado, en su mayoría, en los municipios de Valledupar, Aguachica, San Alberto, El Paso y Curumaní.
Una estadística demoledora teniendo a consideración que este tipo de violencia puede ser el detonante de situaciones más transcendentales como el feminicidio.
Para los estudiosos del fenómeno social, la violencia contra la mujer es el resultado de fisuras en la cultura, la educación y la construcción de estereotipos respecto al género, que contribuyen en cierta forma a que la actitud masculina, erróneamente, apunte a sentirse con derecho a golpear a las mujeres, sobre todo los compañeros sentimentales.
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“Es un factor cultural que lamentablemente no cambia de la noche a la mañana. Por ejemplo, hace 50 años a nuestras abuelas las golpeaban pero estaba tan naturalizada la violencia que las mujeres no podían denunciar porque las mamás decían que había que aguantarle al marido, quien era el que decía cómo se hacían las cosas”, manifestó Angélica Arias Preciado, integrante del movimiento ¡Párala Ya! y la Plataforma Académica Colectiva Feminista Emancipadora.
Lo anterior consiste en una cultura machista que se refleja en aspectos básicos como el ámbito laboral, económico, político e inclusive en la misma música.
Un análisis académico que realizó Yenni Coronado Rodríguez, directora del Consultorio Jurídico y Centro de Conciliación de la Fundación Universitaria del Área Andina, precisamente concluyó que algunas canciones de la música vallenata instan a tener comportamientos inadecuados con las mujeres o forman estereotipos alrededor de ellas por el contexto machista.
En ese sentido, se introduce la idea de que las mujeres deben comportarse, vestirse e interactuar de cierta manera.
A ese paradigma se le suma el arraigo de algunas familias de educar a los hombres con la figura del patriarcado, que consiste excesivamente en mostrar que son ellos los que tienen mayoritariamente la autoridad en el sistema social.
Eso conduce a otros tipos de violencia contra la mujer, como la patrimonial, que consiste en desmeritar la figura femenina para administrar su propio dinero y llevar la economía del hogar.
Un informe del Instituto de Medicina Legal indicó que esta fácilmente se reconoce en los siguientes aspectos: quieren controlar lo que gasta y cómo lo gasta, dañan las cosas de la mujer, las retiene o chantajea con ellas, no deja que trabaje porque debe atender el hogar y retiene y administra el dinero que ella produce.
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“Las mujeres hemos hecho parte de la construcción pero las instituciones tienen que apostarle a esas transformaciones culturales. Cuando una mujer denuncia un maltrato, lo primero que hacen es preguntarle qué le hizo al marido para que se molestara y la golpeara, no debe ser así, debe entenderse que si el hombre agrede es porque en un momento se sintió con el derecho de hacerlo, por eso cada vez que se molesta o le incomoda algo, lo hace”, precisó Arias Preciado.
Añadió que el departamento del Cesar es una región retrasada en la metamorfosis social porque tiene el sistema machista muy arraigado, siendo insuficiente las políticas públicas. “Entonces culturalmente hay que desmontar los imaginarios, los estereotipos asociados a que el hombre puede agredir sin que nada pase. Las normas están pero solas no funcionan”, puntualizó.
POR: Marllelys Salinas / EL PILÓN
[email protected]