Me encuentro en Bogotá desde hace tres días, vine a la primera comunión de mi bella nieta Sara y a pesar que me fascina estar con la familia Guzmán Aponte, estoy desesperado por irme pues paro encurrucao, emvarillao y enyelao del terrible frío que está haciendo en Bogotá, pero a pesar de esto hago el esfuerzo de escribir bajo un torrencial aguacero.
Por: Jose M. Aponte Martínez
Me encuentro en Bogotá desde hace tres días, vine a la primera comunión de mi bella nieta Sara y a pesar que me fascina estar con la familia Guzmán Aponte, estoy desesperado por irme pues paro encurrucao, emvarillao y enyelao del terrible frío que está haciendo en Bogotá, pero a pesar de esto hago el esfuerzo de escribir bajo un torrencial aguacero.
Pero aquí las lluvias son distintas a las del Valle, son heladas y repelentes y no convidan ni siquiera a mirarlas, sino a encerrarse y echarse un poco de cobijas encima, no tienen calor humano como las de allá, cuando uno ve en las calles crecidas una pelaera bañándose felices o en los chorros y sardineles resbalándose de barriga y encontrar a los niños emparamaos o enchumbaos con los uniformes puestos practicando cualquier deporte.
Esas escenas le hacen devolver a uno la película y recordar el Callejón de las piedras y la casa de Eloísa Gutiérrez con unos chorros parecidos al de La Paz, con un sardinel como de 20 metros de cemento pulido en donde la barriga hacía de patín; no todos los tiempos pasados fueron mejores, pero esos, indudablemente nadie los puede superar.
El invierno produce zancudos y estas fieras que se alimentan de sangre son los causantes del mortal dengue y del paludismo o malaria y la única forma de combatirlos es con aseo y fumigando, no dejando recipientes de ninguna clase en donde se pueda depositar agua por más de dos días, comenzando por una insignificante cáscara de huevo, una llanta nueva o vieja, botellas vacías, floreros, albercas llenas por no dejá y jardines sucios.
Los zancudos se han civilizado y ya no hacen bulla con su zumbido característico que lo alertaban a uno de su llegada, ahora son silenciosos y cuando uno se da cuenta ya lo han enganchao y le han chupao la sangre y lo más grave, lo han infectado.
La indiferencia nos mata, eso del dengue o el paludismo no le paramos bola hasta cuando afecta a alguien de nuestras costillas y ahí es cuando sabemos lo duro que muerde un maco y los destrozos que produce en el organismo de quién resulta afectado por este flagelo.
Seamos solidarios con el municipio que en este momento no cuenta con los mecanismos para fumigar y llamemos a la Secretaria de Salud en donde gustosos nos envían un personal capacitado para fumigar, ya yo lo hice y espero que todos nuestros vecinos hagan lo mismo, pues sólo cuesta veinte mil pesitos.
Extrañamos la famosa lista de cumplimentados de Mamicha. A muchos lectores y suscriptores les hace falta para llamar a las 6:a.m. de la mañana y felicitar a familiares y amigos.
Me encuentro en Bogotá desde hace tres días, vine a la primera comunión de mi bella nieta Sara y a pesar que me fascina estar con la familia Guzmán Aponte, estoy desesperado por irme pues paro encurrucao, emvarillao y enyelao del terrible frío que está haciendo en Bogotá, pero a pesar de esto hago el esfuerzo de escribir bajo un torrencial aguacero.
Por: Jose M. Aponte Martínez
Me encuentro en Bogotá desde hace tres días, vine a la primera comunión de mi bella nieta Sara y a pesar que me fascina estar con la familia Guzmán Aponte, estoy desesperado por irme pues paro encurrucao, emvarillao y enyelao del terrible frío que está haciendo en Bogotá, pero a pesar de esto hago el esfuerzo de escribir bajo un torrencial aguacero.
Pero aquí las lluvias son distintas a las del Valle, son heladas y repelentes y no convidan ni siquiera a mirarlas, sino a encerrarse y echarse un poco de cobijas encima, no tienen calor humano como las de allá, cuando uno ve en las calles crecidas una pelaera bañándose felices o en los chorros y sardineles resbalándose de barriga y encontrar a los niños emparamaos o enchumbaos con los uniformes puestos practicando cualquier deporte.
Esas escenas le hacen devolver a uno la película y recordar el Callejón de las piedras y la casa de Eloísa Gutiérrez con unos chorros parecidos al de La Paz, con un sardinel como de 20 metros de cemento pulido en donde la barriga hacía de patín; no todos los tiempos pasados fueron mejores, pero esos, indudablemente nadie los puede superar.
El invierno produce zancudos y estas fieras que se alimentan de sangre son los causantes del mortal dengue y del paludismo o malaria y la única forma de combatirlos es con aseo y fumigando, no dejando recipientes de ninguna clase en donde se pueda depositar agua por más de dos días, comenzando por una insignificante cáscara de huevo, una llanta nueva o vieja, botellas vacías, floreros, albercas llenas por no dejá y jardines sucios.
Los zancudos se han civilizado y ya no hacen bulla con su zumbido característico que lo alertaban a uno de su llegada, ahora son silenciosos y cuando uno se da cuenta ya lo han enganchao y le han chupao la sangre y lo más grave, lo han infectado.
La indiferencia nos mata, eso del dengue o el paludismo no le paramos bola hasta cuando afecta a alguien de nuestras costillas y ahí es cuando sabemos lo duro que muerde un maco y los destrozos que produce en el organismo de quién resulta afectado por este flagelo.
Seamos solidarios con el municipio que en este momento no cuenta con los mecanismos para fumigar y llamemos a la Secretaria de Salud en donde gustosos nos envían un personal capacitado para fumigar, ya yo lo hice y espero que todos nuestros vecinos hagan lo mismo, pues sólo cuesta veinte mil pesitos.
Extrañamos la famosa lista de cumplimentados de Mamicha. A muchos lectores y suscriptores les hace falta para llamar a las 6:a.m. de la mañana y felicitar a familiares y amigos.