Todos sabemos lo que es la democracia, pero pocos saben lo que es la oclocracia. Someramente lo voy a explicar, porque lo que sí sabemos los demócratas es dónde estamos ubicados, pero los oclocraticos no tienen idea de ello, porque están ahí engañados. Nunca me ha gustado hacer citas literarias, científicas, económicas y menos acudir […]
Todos sabemos lo que es la democracia, pero pocos saben lo que es la oclocracia. Someramente lo voy a explicar, porque lo que sí sabemos los demócratas es dónde estamos ubicados, pero los oclocraticos no tienen idea de ello, porque están ahí engañados.
Nunca me ha gustado hacer citas literarias, científicas, económicas y menos acudir a porcentajes, pero en esta oportunidad voy hacer la excepción y citaré a alguien a quien no conozco, ni sé si está vivo o muerto y es la primera vez en mi ya larga vida que escucho nombrar a este filósofo, amante y estudioso de la sabiduría, James Mackintosh.
Dice que: “La oclocracia es la autoridad de un populacho corrompido y tumultuoso como el despotismo del tropel, nunca el gobierno de un pueblo”; también lo dijo Polibio, que sé que es griego, pero no sé quién es, ni me interesa: “Cuando el pueblo es manipulado y decide sin información es el peor de los sistemas políticos, el último estado de degradación del poder, o sea, la degeneración de la democracia, la oclocracia se nutre del rencor y la ignorancia”.
Concluyo que la oclocracia no es otra cosa que una democracia disfrazada y hábilmente manejada para conseguir unos propósitos, entre ellos el más importante, el poder y después de obtenerlo, ahí sí, mostrar los afilados colmillos y las desgarradoras uñas para conseguir lo que hábilmente ha ocultado. En conclusión, etimológicamente oclocracia significa el poder de la turba, de la gleba.
Con las explicaciones anteriores, todos los colombianos podemos concluir dónde estamos ubicados y escoger la opción que más le convenga a este país, pues ya sabemos quién maneja las famosas manifestaciones que casi acaban con Bogotá y otras ciudades y quién hábilmente maneja las turbas.
Democráticamente, sin asomo de fraudes, ni oclocracia ha sido elegido Óscar Iván Zuluaga como candidato a la Presidencia de la República por el Centro Democrático. Él no necesita presentación, el país lo conoce como un hombre ecuánime, ponderado, juicioso, inteligente y con una vasta experiencia administrativa que comenzó como alcalde de su pueblo Pensilvania, hasta llegar, después de haber sido ministro de Hacienda con todo el lujo y eficiencia, a enfrentarse como candidato presidencial al poderoso y hábil presidente Santos; ganó en la primera vuelta, pero en la segunda fue derrotado, porque se movieron todos los hilos del poder y no es fácil ganarle a un presidente. Así no más.
Hoy la cosa es distinta, hoy tenemos presidente a bordo con todo su poder y recursos para ayudar a salvar a Colombia de caer en la oclocracia, ya sea en cabeza de Zuluaga, Barguil, Echeverry, Dilian Francisca, Gutiérrez y todo el que quiera entrar en la coalición de salvar a Colombia del populismo. Ojalá que sea Zuluaga o Barguil, que son los candidatos de mi preferencia, y si no son ellos, votaré por el que salga ungido por la democracia.
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¡Uy!, qué horror, a pesar de que quiero contribuir con el buen desarrollo de este gobierno municipal, no me paran bolas y todavía está el hueco en la carrera novena por los lados del lote de la Electrificadora, que es tan peligroso que en cualquier momento hay una tragedia. A ver, Mello, hijo, no lees EL PILÓN.
Todos sabemos lo que es la democracia, pero pocos saben lo que es la oclocracia. Someramente lo voy a explicar, porque lo que sí sabemos los demócratas es dónde estamos ubicados, pero los oclocraticos no tienen idea de ello, porque están ahí engañados. Nunca me ha gustado hacer citas literarias, científicas, económicas y menos acudir […]
Todos sabemos lo que es la democracia, pero pocos saben lo que es la oclocracia. Someramente lo voy a explicar, porque lo que sí sabemos los demócratas es dónde estamos ubicados, pero los oclocraticos no tienen idea de ello, porque están ahí engañados.
Nunca me ha gustado hacer citas literarias, científicas, económicas y menos acudir a porcentajes, pero en esta oportunidad voy hacer la excepción y citaré a alguien a quien no conozco, ni sé si está vivo o muerto y es la primera vez en mi ya larga vida que escucho nombrar a este filósofo, amante y estudioso de la sabiduría, James Mackintosh.
Dice que: “La oclocracia es la autoridad de un populacho corrompido y tumultuoso como el despotismo del tropel, nunca el gobierno de un pueblo”; también lo dijo Polibio, que sé que es griego, pero no sé quién es, ni me interesa: “Cuando el pueblo es manipulado y decide sin información es el peor de los sistemas políticos, el último estado de degradación del poder, o sea, la degeneración de la democracia, la oclocracia se nutre del rencor y la ignorancia”.
Concluyo que la oclocracia no es otra cosa que una democracia disfrazada y hábilmente manejada para conseguir unos propósitos, entre ellos el más importante, el poder y después de obtenerlo, ahí sí, mostrar los afilados colmillos y las desgarradoras uñas para conseguir lo que hábilmente ha ocultado. En conclusión, etimológicamente oclocracia significa el poder de la turba, de la gleba.
Con las explicaciones anteriores, todos los colombianos podemos concluir dónde estamos ubicados y escoger la opción que más le convenga a este país, pues ya sabemos quién maneja las famosas manifestaciones que casi acaban con Bogotá y otras ciudades y quién hábilmente maneja las turbas.
Democráticamente, sin asomo de fraudes, ni oclocracia ha sido elegido Óscar Iván Zuluaga como candidato a la Presidencia de la República por el Centro Democrático. Él no necesita presentación, el país lo conoce como un hombre ecuánime, ponderado, juicioso, inteligente y con una vasta experiencia administrativa que comenzó como alcalde de su pueblo Pensilvania, hasta llegar, después de haber sido ministro de Hacienda con todo el lujo y eficiencia, a enfrentarse como candidato presidencial al poderoso y hábil presidente Santos; ganó en la primera vuelta, pero en la segunda fue derrotado, porque se movieron todos los hilos del poder y no es fácil ganarle a un presidente. Así no más.
Hoy la cosa es distinta, hoy tenemos presidente a bordo con todo su poder y recursos para ayudar a salvar a Colombia de caer en la oclocracia, ya sea en cabeza de Zuluaga, Barguil, Echeverry, Dilian Francisca, Gutiérrez y todo el que quiera entrar en la coalición de salvar a Colombia del populismo. Ojalá que sea Zuluaga o Barguil, que son los candidatos de mi preferencia, y si no son ellos, votaré por el que salga ungido por la democracia.
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¡Uy!, qué horror, a pesar de que quiero contribuir con el buen desarrollo de este gobierno municipal, no me paran bolas y todavía está el hueco en la carrera novena por los lados del lote de la Electrificadora, que es tan peligroso que en cualquier momento hay una tragedia. A ver, Mello, hijo, no lees EL PILÓN.