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El gobierno colombiano, en cabeza de Gustavo Petro, ya puso las cartas sobre la mesa. Sus últimas ejecutorias, que de paso sea dicho, son muy, pero muy pocas, dejan ver lo que han planeado para mantenerse en el poder.
El gobierno colombiano, en cabeza de Gustavo Petro, ya puso las cartas sobre la mesa. Sus últimas ejecutorias, que de paso sea dicho, son muy, pero muy pocas, dejan ver lo que han planeado para mantenerse en el poder. Está claro, y nos hemos cansado de decirlo, que el Pacto Histórico y su recua no están dispuestos a salir de la Casa de Nariño el 7 de agosto de 2026. Saben que, si eso sucede, no volverán a entrar, por lo menos, en lo que nos queda de vida.
El tema ya se abrió y los colombianos hemos recibido, de frente, varios mensajes: el Estado no les gusta cuando no calza su talla -léase, cuando no hace lo que el guerrillero quiere-; Armando Benedetti llegó para quedarse, para mandar, para dirigir, para montar la estrategia electoral del 2026, para influir en el Congreso -vendiéndole el alma al diablo-, y para “consumir” con Petro en cualquier tiempo y lugar; las marchas propuestas para intimidar a la comisión séptima del Senado de la República, el 18 de marzo, el mismo día en que debería sesionar para hundir la nefasta reforma laboral, son una manipulación de la democracia y de las herramientas constitucionales que buscan que la nación pueda manifestarse; aquí no hay escrúpulos, aquí llegaron para robarse a Colombia, para quedarse.
Esos mensajes generan, por obvias razones, alertas en la gente de bien. El vago no se preocupa, ese no quiere trabajar, pero el resto, el que madruga a estudiar y a trabajar para salir adelante, como lo hemos hecho muchos, debe sentirse vulnerado, amenazado y en peligro. Petro y sus “40 ladrones” -aunque realmente son muchos más-, saben que, por las vías limpias de la democracia, los votos no les dan para seguir gobernando. De ser este el caso, regresarán a sus cuarteles de invierno, a hacer oposición irreflexiva, que es en lo que los años les permitieron volverse expertos. Pero no están dispuestos a asumir ese repliegue. El daño que han causado y lo que se han robado, no es suficiente. Y los Castro, Maduro y Ortega les dan los testimonios que los empoderan para continuar con su podrida causa. No miran hacia Pepe Mujica, exguerrillero socialdemócrata, se inspiran con los dictadores de izquierda que violan derechos humanos, que actúan como reyes absolutistas y que, para hacer más generoso su botín, someten a la miseria al pueblo que dicen defender. No hay tal, dejémonos de pendejadas.
Como las cartas del petrismo ya se conocen, al gobierno tenemos que seguirlo combatiendo de frente, como lo hacemos desde esta columna. No le tenemos miedo, no nos van a amedrentar, aquí seguiremos diciendo lo que genere valor para una derecha que tiene que organizarse, en la que sus líderes tienen que dejar los egos y unirse para, en segunda vuelta, recuperar el poder que nunca debimos perder. Ese poder se puso en riesgo con el vil montaje y el desmadre que Gustavo Bolívar y compañía causaron, como estrategia electoral, durante el gobierno del presidente Duque.
Son unos bandidos, son unos ladrones, si tenemos que demostrarlo eso no resulta difícil, la vida no nos daría para analizar los escándalos de corrupción de este gobierno. Reciban lo que merecen, gritos e insultos de un pueblo, que se vio engañado, gobierno que requiere de quienes no trabajan ni estudian, de quienes no hacen parte del sector productivo del país, para llenar plazas que de otra manera estarían vacías.
¡Vamos de frente y pa´lante! Es cuestión de organizarnos para que Colombia, infestada de coca y de violencia, recupere el decoro y no olvide a los miles de muertos que ha puesto el conflicto causado por tanta desigualdad, conflicto degenerado en manos de guerrilleros y paramilitares y alimentado por el dinero de las mafias.
El mejor escenario para Colombia es que en segunda vuelta se enfrenten un candidato de derecha y el del Pacto Histórico. Aquí el centro no cabe, el centro es una izquierda vergonzante que teme lidiar con el descrédito de proponer un sistema anacrónico y que no funciona. Y si lo duda, pregúntese: ¿para dónde corrió la gente cuando cayó el muro de Berlín? ¡A Alemania occidental, la capitalista!
Por: Jorge Eduardo Ávila.
El gobierno colombiano, en cabeza de Gustavo Petro, ya puso las cartas sobre la mesa. Sus últimas ejecutorias, que de paso sea dicho, son muy, pero muy pocas, dejan ver lo que han planeado para mantenerse en el poder.
El gobierno colombiano, en cabeza de Gustavo Petro, ya puso las cartas sobre la mesa. Sus últimas ejecutorias, que de paso sea dicho, son muy, pero muy pocas, dejan ver lo que han planeado para mantenerse en el poder. Está claro, y nos hemos cansado de decirlo, que el Pacto Histórico y su recua no están dispuestos a salir de la Casa de Nariño el 7 de agosto de 2026. Saben que, si eso sucede, no volverán a entrar, por lo menos, en lo que nos queda de vida.
El tema ya se abrió y los colombianos hemos recibido, de frente, varios mensajes: el Estado no les gusta cuando no calza su talla -léase, cuando no hace lo que el guerrillero quiere-; Armando Benedetti llegó para quedarse, para mandar, para dirigir, para montar la estrategia electoral del 2026, para influir en el Congreso -vendiéndole el alma al diablo-, y para “consumir” con Petro en cualquier tiempo y lugar; las marchas propuestas para intimidar a la comisión séptima del Senado de la República, el 18 de marzo, el mismo día en que debería sesionar para hundir la nefasta reforma laboral, son una manipulación de la democracia y de las herramientas constitucionales que buscan que la nación pueda manifestarse; aquí no hay escrúpulos, aquí llegaron para robarse a Colombia, para quedarse.
Esos mensajes generan, por obvias razones, alertas en la gente de bien. El vago no se preocupa, ese no quiere trabajar, pero el resto, el que madruga a estudiar y a trabajar para salir adelante, como lo hemos hecho muchos, debe sentirse vulnerado, amenazado y en peligro. Petro y sus “40 ladrones” -aunque realmente son muchos más-, saben que, por las vías limpias de la democracia, los votos no les dan para seguir gobernando. De ser este el caso, regresarán a sus cuarteles de invierno, a hacer oposición irreflexiva, que es en lo que los años les permitieron volverse expertos. Pero no están dispuestos a asumir ese repliegue. El daño que han causado y lo que se han robado, no es suficiente. Y los Castro, Maduro y Ortega les dan los testimonios que los empoderan para continuar con su podrida causa. No miran hacia Pepe Mujica, exguerrillero socialdemócrata, se inspiran con los dictadores de izquierda que violan derechos humanos, que actúan como reyes absolutistas y que, para hacer más generoso su botín, someten a la miseria al pueblo que dicen defender. No hay tal, dejémonos de pendejadas.
Como las cartas del petrismo ya se conocen, al gobierno tenemos que seguirlo combatiendo de frente, como lo hacemos desde esta columna. No le tenemos miedo, no nos van a amedrentar, aquí seguiremos diciendo lo que genere valor para una derecha que tiene que organizarse, en la que sus líderes tienen que dejar los egos y unirse para, en segunda vuelta, recuperar el poder que nunca debimos perder. Ese poder se puso en riesgo con el vil montaje y el desmadre que Gustavo Bolívar y compañía causaron, como estrategia electoral, durante el gobierno del presidente Duque.
Son unos bandidos, son unos ladrones, si tenemos que demostrarlo eso no resulta difícil, la vida no nos daría para analizar los escándalos de corrupción de este gobierno. Reciban lo que merecen, gritos e insultos de un pueblo, que se vio engañado, gobierno que requiere de quienes no trabajan ni estudian, de quienes no hacen parte del sector productivo del país, para llenar plazas que de otra manera estarían vacías.
¡Vamos de frente y pa´lante! Es cuestión de organizarnos para que Colombia, infestada de coca y de violencia, recupere el decoro y no olvide a los miles de muertos que ha puesto el conflicto causado por tanta desigualdad, conflicto degenerado en manos de guerrilleros y paramilitares y alimentado por el dinero de las mafias.
El mejor escenario para Colombia es que en segunda vuelta se enfrenten un candidato de derecha y el del Pacto Histórico. Aquí el centro no cabe, el centro es una izquierda vergonzante que teme lidiar con el descrédito de proponer un sistema anacrónico y que no funciona. Y si lo duda, pregúntese: ¿para dónde corrió la gente cuando cayó el muro de Berlín? ¡A Alemania occidental, la capitalista!
Por: Jorge Eduardo Ávila.